La Masonería es un camino posible para alcanzar la felicidad personal, siempre y cuando reconozcamos que para recorrerlo hemos de trabajar fieles a nuestra vocación universal y buscar la felicidad de toda la Humanidad
Porque potencia la sociabilidad humana
Como ya expusiera el filósofo y masón K. Christian F. Krause a principios del siglo XIX, el impulso básico del Hombre -mujeres y varones- es el de la sociabilidad, y la orden masónica es la óptima asociación dedicada al desarrollo de esa sociabilidad como expresión de nuestra completa y pura humanidad.
Nuestra tradición nos compromete a dar apoyo a cualquier hermano o hermana que se encuentre en situación de necesidad; pero más allá de este compromiso, lo que la Logia nos propone es una microsociedad con un funcionamiento ordenado, en la que cada miembro asume un rol rotatorio para interpretar una y otra vez nuestra esencia sociable. Esta microsociedad nos da la oportunidad de compartir múltiples experiencias, como la de pertenecer a un proyecto auténtico y humanizante, en el que se establecen los elementos necesarios para que ese animal social que es el Hombre tenga la oportunidad de reconocerse y reconciliarse con su pura humanidad.
La Logia es un encuentro con los otros que facilita y orienta el encuentro contigo mismo, a través de los complejos mecanismos de la identificación con los demás, el reflejo en los demás, el juego de percepciones con los demás, la disección del yo... y, ante todo, la Logia es un espacio humano que recrea el entorno social-natural óptimo de un ser evolucionado: una comunidad de mujeres y varones iguales, ordenada, democrática, que persiguen, juntos, la interpretación de la existencia.
Porque nos prepara para la vida social y cívica de hoy
Nuestra vida social es tremendamente cambiante. La actual crisis económica, que no es sino una muestra material de la crisis de valores imperante, acelera aún más el carácter mudable de nuestro modo de vida. Por eso, el carácter flexible y abierto del método, su apertura a la incertidumbre, nos prepara para afrontar mejor los cambios que caracterizan nuestro tiempo.
Pero la Masonería no es un método dirigido a la acción social directa, sino un método con vocación formativa que, aplicado en compañía, va dirigido al interior del individuo y provoca, eso sí, una nueva comprensión de uno mismo ante los demás y, por tanto, le capacita para percibir con todo su sentido la realidad y, con ello, encuentra una disposición y un propósito renovados para actuar en sociedad, desde un yo más esclarecido. Yendo más allá, la Masonería puede llegar a ser, si sus miembros nos ponemos seriamente a ello, un actor educativo de la sociedad, con especial énfasis en dos ámbitos: el Hombre en su pura y completa humanidad, y el de una ética metodológica y hermenéutica.
Aquí es, en mi opinión, donde cabría centrar los esfuerzos de vigencia e innovación de nuestra tradición ante nuestros conciudadanos; debemos asumir el reto, comprender nuestra responsabilidad ante la sociedad, y ponernos en marcha sin dilatar un segundo más. Las Logias, como antaño, deben actuar como verdaderos Templos de Transformación donde mujeres y varones se preparen para responder a los cambios que reclama el mundo.
La Masonería, como es sabido, no es un club, un partido político, un ateneo cultural o un aula de filosofía, aunque no sea del todo ajena a algunos objetivos depurados de todos esos contextos sociales. La Masonería es más bien una escuela interactiva de mejora personal; un taller donde se experimentan con plenitud y se ejercitan los valores de una sociabilidad auténtica, humanista y cívica; una comunidad iniciática que posibilita la vivencia práctica y filosófica del espacio de encuentro e intercambio recreado en compañía de los demás, cuya experiencia nos capacita, a cada uno, para renovar nuestra presencia y visión del mundo exterior e intervenir en él.
Es en este sentido en el cual la Logia actúa, además, como escuela de formación de ciudadanos, recreando un micromundo de prácticas y normas de mutuo reconocimiento que facilitan la incorporación de elementos de compromiso y participación democrática en la vida colectiva que caracterizan al ciudadano moderno, heredero del habitante de la ciudad que en el mito de Prometeo (Platón, Protágoras), es interpelado por Zeus para que se comprometa éticamente si quiere formar parte de la ciudad, espacio que representa el máximo exponente de la convivencia humana.
La Masonería, por tanto, no sólo lleva a cabo un trabajo de introspección, sino que nos prepara para los cambios que se producen continuamente en nuestra compleja sociedad, tanto por la especial apertura que provoca en las conciencias, como por su especial trabajo realizado a cubierto que, no olvidemos, favorece la germinación de nuevas ideas.
Porque aplica, de manera práctica, un método iniciático atemporal
La Masonería es mucho más que un proyecto colectivo en torno a unos valores y a unas ideas, porque se basa en un método tradicional muy potente, razón de su continuidad a lo largo de tres siglos.
El método que desarrolla la Masonería incluye una dimensión iniciática que hereda de diferentes escuelas de pensamiento y misterios, que se conservan en el encuentro con la Ilustración. Esta dimensión permite al individuo ir más allá de los límites de la convención y los dogmatismos, y auto-trascender, sin dejar de reafirmar su condición plena de ser humano y fortaleciéndole para afrontar el sentido de la vida en este mundo.
La Masonería es un método iniciático de autoconocimiento y un taller de perfeccionamiento moral, que actúa sobre el sujeto en coaligación con otros sujetos, sirviéndose del rito y del simbolismo como herramientas imprescindibles, y dirigido a desplegar en cada uno su más pura humanidad.
La Logia establece el ambiente adecuado para llevar a cabo las búsquedas que no podemos acometer fuera, al descubierto. Ese ambiente actúa como un microcosmos compuesto por un lenguaje propio, una indumentaria singular, unos símbolos y una decoración particular, una forma peculiar y ordenada de ocupar la estancia, moverse por ella y hablar en ella, etc. Todo ello, establece la atmósfera adecuada para reconocerse como persona plena y reconocer a los demás como plenas personas, y participar de la experiencia de ser uno entre iguales.
Porque incorpora el ritual y los símbolos como herramientas del Hombre actual
La Masonería tiene su propia tradición, su singularísima tradición, nacida de la ilustración y nutrida de un conjunto de tradiciones que la precedieron, que a lo largo del tiempo se ha ido decantando en los rituales y símbolos que hemos heredado y que son elementos propios del método masónico.
Gracias a los rituales y a los símbolos, en la Logia se crea una atmósfera especial; se provoca una actitud particular; se convocan los sentidos y el pensamiento de una manera distinta a la habitual: la inteligencia emocional, lo anímico y afectivo, el inconsciente, el espíritu, la conciencia y la razón, son interrelacionadas y estimuladas de manera conjunta en planos no convencionales, desplegándose entonces nuevas posibilidades para una mayor comprensión emocional y racional del Hombre actual y su compleja realidad, desde una perspectiva holística.
El ritual y el simbolismo coadyuvan a la búsqueda de sentido, y es que el sentido, como dice el filósofo Andrés Ortiz Osés, es una sutura simbólica, un intento de reconciliación de contrarios. Todo es interpretación, y la Masonería, su método, con la experiencia que provoca en nosotros, con sus herramientas, nos capacita para interpretar, para hurgar en los pliegues y en las sombras, en lo sinuoso, emancipándonos de la parálisis que provoca en el Hombre la incertidumbre, dándonos un alivio ante la ruptura radical que representa la extinción física, aportándonos un cabo de luz parpadeante que nos ayude a seguir la claro-oscura senda de la existencia, sin necesidad de agarrarnos a potentes certezas -como aquella que colocaba a la tierra en el centro del universo- y trabajar por un mundo humano lleno de sentido, mejor que por un mundo quimérico basado en verdades absolutas.
La senda que sigue el masón en medio del paisaje exuberante y suscitador que constituyen el ritual y el simbolismo, se convierte en un camino de búsqueda de sentido, de interpretación de este mundo con lo bueno y malo que tiene, de encuentro con uno mismo, con los demás y con la existencia tal cual es. Esta búsqueda permanente de sentido, es una de las palancas más potentes del método masónico que permite la unión dinámica -el encuentro- de los Hombres, es decir, de los interpretadores; la unión de las diferencias. Por eso decimos que la Masonería es el Centro de la Unión.
Porque cultiva la tolerancia, la mediación y el encuentro, y facilita la convivencia plural
En una sociedad tan compleja como la nuestra, en la que el ser humano se ve sometido a todo tipo de disciplinas e imposiciones sociales, laborales, políticas, de mercado y afectivas para tratar de integrarse y sobrevivir y, por otra parte, teniendo muchas de estas disciplinas un marcado carácter expropiador y separador de los demás, es preciso, es imprescindible, es urgente, cultivar la tolerancia, la mediación y el encuentro, porque no podemos prescindir del otro por muy distinto que sea de nosotros, y no podemos imponernos al otro. Al considerar una sola Humanidad, o nos ponemos de acuerdo y nos salvamos todos, o renegamos de nuestra humanidad y aquí no se salva nadie.
Con la tolerancia, reconocemos un único nosotros; con la mediación, gestionamos las inevitables diferencias y conflictos que se producen en el seno de ese nosotros; con el encuentro, se suturan las heridas de la confrontación de diferencias.
En lo ideológico (en sentido amplio: pensamiento, religión, política... ), la Masonería propugna un ejercicio de tolerancia que permite diferenciar entre dos categorías fundamentales: de una parte, la creación de un espacio donde cualquier ideología defendida por medios lícitos tiene garantizado un lugar; de otra, la plena libertad de elección y conciencia para abrazar aquella ideología con la que nos sintamos identificados. Porque la tolerancia no equipara las ideologías como si tuvieran idéntico valor, como no equipara todas las religiones, sino que se compromete con su libre expresión y convivencia dentro del orden establecido, respetando que puedan ocupar un lugar en el espacio público, pero deja al libre arbitrio de los individuos el participar y sumarse a una u otra dándoles, en función del apoyo democrático que reciban, el reconocimiento de una mayor o menor presencia en la sociedad.
La práctica de la tolerancia nos hace activos defensores del espacio público de convivencia como un espacio ideológicamente neutral, en el cual se aparcan las marcas que nos diferencian para dar prioridad a aquellas que nos hacen iguales ante el proyecto de convivencia en común, especialmente al método, al procedimiento, al esquema, al comportamiento ético, que permite esa convivencia en la diferencia.
En plena sintonía con la tolerancia, otro gran valor identitario de la Masonería, que hoy sólo ha sido desarrollado en parte, es la universalidad y el ideal de una Humanidad unida, como ya expusiera Krause al plantear el proyecto de la Alianza de la Humanidad.
La primera ideología para la Masonería es, por tanto, metodológica: el ejercicio activo, consciente y comprometido del juego democrático para la confrontación civilizada de las distintas ideologías que se dan cita en el espacio de convivencia común, bajo la luz de la tolerancia y la universalidad.
Porque promueve el desarrollo personal y la felicidad de la Humanidad
Nuestro método tiene una gran capacidad para actuar en cada uno de nosotros, en distintos niveles según la persona; aflorando en cada individuo su desnuda humanidad para conocernos mejor y tomar posesión de nosotros mismos, aplicando una higiene a nuestra personalidad y nuestros pensamientos, permitiéndonos indagar en nosotros mismos así como adquirir renovados compromisos de mejora personal, y preparándonos mejor para ser en el mundo y para salir al mundo.
En el reconocimiento de las diferencias, en el manejo de una realidad oscura y luminosa como es la humana, en la gestión constructiva de la microfísica del poder expuesta por Michel Foucault, en el perfeccionamiento y cumplimiento de las reglas de juego democráticas para contener las derivas del egoísmo humano, en la búsqueda de las mejores condiciones para que el amor entre los Hombres triunfe, ahí, encuentra el masón algunos de los grandes retos para su desarrollo personal.
La Masonería es un camino posible para alcanzar la felicidad personal, siempre y cuando reconozcamos que para recorrerlo hemos de trabajar fieles a nuestra vocación universal y buscar la felicidad de toda la Humanidad.
Fernando de Yzaguirre García Simb.·. Krause ExGran Maestro Adjunto de la G.·.L.·.S.·.E.·. MM.·. R.·.L.·. Arte Real nº 44Fuente: El masón aprendiz