La crisis de los misiles en Cuba durante octubre de 1962 fue, sin duda alguna, el momento de mayor tensión durante la Guerra Fría y, seguramente también, el que más interés ha despertado. Cincuenta años después, y encontrándonos en el inicio de la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, sigue habiendo infinidad de preguntas que resolver sobre el suceso que marcó un antes y después en el transcurso de la carrera de hegemonía bipolar entre las dos potencias.
Aunque el episodio de escalada de tensión nuclear ha sido ampliamente estudiado, el análisis de la política exterior se ha centrado en el papel de los Estados Unidos, dejando de lado el estudio de las motivaciones y la acción del bando soviético. Así pues, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿qué llevó a la Unión Soviética a desplegar misiles en Cuba?
Antecedentes de la crisis
El análisis histórico de la crisis de los misiles en Cuba debe iniciarse dando cuenta del cambio de doctrina de Jrushchov tras la guerra de Corea de 1953, la cual suponía un acercamiento más pacífico entre las dos potencias. A la carrera armamentística se le añade la carrera espacial, que acrecentó las tensiones en la medida en la que la tecnología aérea avanzaba a pasos agigantados y situaciones como el conflicto U-2 sobre el espionaje americano en territorio soviético empezaron a ser habituales, lo cual terminó pisando aquello conseguido mediante la diplomacia y el soft-power. Además de esto, también fue fundamental la victoria de Kennedy, con un programa de apertura hacia América pero con una política efectiva distinta en el desembarco de Bahía de Cochinos, además del creciente interés soviético en la zona. En la tercera semana de octubre del 62 se inició el bloqueo estadounidense a la isla, justificado en base a la vulneración de la seguridad americana que suponía el traslado de misiles a la isla por parte de la URSS, del cual fueron informados por la inteligencia aérea desplegada. Como dijo John Reed, esos trece días estremecieron al mundo al tiempo que se ponía en juego la estabilidad del sistema bipolar y la seguridad mundial.
En este ‘huracán cubano’, quedan muchas preguntas por resolver. Una de esas dudas tiene que ver con los motivos que llevarían a la Unión Soviética, y en concreto a Jrushchov, a enviar misiles tan lejos del país. Una explicación sería la intención de romper la resistencia occidental en el Berlín oriental; otra se entiende en términos de equilibrios de poder y de afianzamiento de Jrushchov dentro de su propio partido. Incluso algunas explicaciones han seguido la narrativa de los modelos de actor individual y las aproximaciones psicológicas, mediante el análisis de las biografías de los líderes y entienden que las capacidades personales de estos mandatarios generan un modo de actuar específico que van a influir en sus decisiones de política exterior.
Jrushchov, tal y como aseguran algunos de sus biógrafos, era un líder con una personalidad impulsiva, que le llevaba a tratar de buscar constantemente un remedio para los desastres tanto de su política externa como de la doméstica. Sus motivaciones personales, además, le hacían tener siempre como objetivo final la victoria del comunismo, lo cual pasaba por proteger a Cuba de la agresión americana. Así, la explicación podría ser que no es que la Unión Soviética quisiera solamente sacar ventaja a los Estados Unidos en términos geopolíticos, sino sobre todo constreñir el imperialismo de Occidente, facilitar la descolonización y, en último lugar, promover el comunismo a lo largo y ancho del globo. En cuanto a lo primero, el reequilibrio de poder geopolítico, el despliegue americano de los misiles Minuteman y Titan jugó un papel fundamental, pues constituían una declaración de fuerza americana debido a la calidad intrínseca de los mismos (tecnológicamente superiores y producidos en grandes cantidades) y a su estratégica localización (formando un cerco a la Unión Soviética).
Análisis de la decisión política: la definición de la herramienta
El análisis de la acción gubernamental en términos de objetivos nos permite darnos cuenta de que el gobierno de la Unión Soviética tomó la decisión de desplegar misiles en Cuba con el fin de hacer notar al enemigo la potencial capacidad militar propia, y es el producto de una situación de autopercepción de una relativa inferioridad y de miedo a un potencial peligro. Las acciones soviéticas en base a sus objetivos se podrían dividir en dos de la siguiente manera: en primer lugar, consideramos que el objetivo de la URSS en último término es, como cualquier estado, asegurar su soberanía e integridad. En consecuencia, para asegurar su capacidad de garantizar la seguridad y unidad de su territorio y población es necesario que las amenazas sean minimizadas.
Para ello, habría varias posibilidades: un recorte de la diferencia de capacidad militar y balística entre EEUU y la URSS, o bien la implantación de lanzaderas en territorio cercano a la Unión Soviética (en concreto, Turquía), así como el aumento de la influencia soviética sobre Berlín, zona estratégica.
Ante la imposibilidad de eliminar las lanzaderas estadounidenses en suelo turco (derivada del alto coste en forma de una potencial mayor amenaza para su seguridad) y de la improbabilidad de recortar la diferencia militar a tan corto plazo, se decide instalar del mismo modo misiles en el territorio de un país aliado, en este caso Cuba, con el fin de justificar sus eventuales actuaciones en Berlín.
Alcance de los misiles desplegados por la URSS en Cuba.
Imagen de Holt, Rinehart and Winston.
Análisis de la decisión política: el esquema de racionalidad
Una vez definida la política, la estrategia óptima es la de desplegar misiles, independientemente de si EEUU los descubre o no, debido a que si no los desplegara estaría en inferioridad respecto a los EEUU por su despliegue de misiles en Turquía, algo equivalente en términos de seguridad a la posible inestabilidad que resultaría de desplegar los misiles en Cuba y que EEUU los descubriese. Implantar los misiles era la decisión racional.
El segundo cuadro muestra cómo en caso de desplegar los misiles, y entendiendo que los objetos de negociación serían los despliegues de ambos países en zonas vulnerables del enemigos, la estrategia dominante a priori para cada país es la de no retirar los misiles, siempre en la medida en la que el contrario los retire. Si EEUU no hubiera retirado los misiles de Turquía y la URSS sí, la seguridad estadounidense aumenta y viceversa. No obstante, el riesgo de no retirar los misiles es alto, pues el coste de una eventual guerra nuclear es potencialmente mucho mayor que el beneficio de mejorar la seguridad mutua (suma cero). La estrategia óptima era la de retirar los misiles.
El comportamiento soviético, como veremos más adelante, conjugó los objetivos con los medios y los fines, muy probablemente teniendo en cuenta los posibles escenarios derivados de sus acciones, con el fin de maximizar sus funciones de utilidad.
La importancia del proceso deliberativo
Más allá de los cálculos estratégicos dentro de los núcleos de toma de decisión, el proceso deliberativo de los dos principales protagonistas del conflicto, Nikita Jrushchov y J. F. Kennedy, tuvo también un papel central. En el caso del mandatario soviético el proceso tuvo lugar mediante la deliberación de un muy reducido grupo de miembros del Presidium del Soviet Supremo. Esto podría ser, quizás, una de las razones por las cuales las decisiones tomadas por el líder soviético fueran ejecutadas con cierta rapidez, respondiendo al anuncio de Kennedy en un plazo relativamente corto teniendo en cuenta el poco margen de previsión y maniobra del que disponía Jrushchov. En el bando estadounidense, en cambio, las matizaciones, cambios de opinión y innumerables propuestas que iban apareciendo en el seno del ExComm eran múltiples, y las aportaciones del Secretario de Estado Dean Rusk, McNamara en Defensa o McGeorge como asesor, entre otros, son parte de la explicación de la decisión final de bloqueo de armas hacia Cuba firmado a las siete de la tarde del 23 de octubre en el Despacho Oval: un proceso más complejo y en el que la interacción entre actores fue clave.
Además, aunque ambos gobiernos tenían información bastante veraz, esta no fue siempre completa. A modo de ejemplo conviene recordar el hecho de que Kennedy pensaba que la razón por la cual se instalaron misiles en Cuba ea una demostración de fuerza, mientras que McNamara respondió que no podía ser así dado que, entre otros motivos, la Unión Soviética no hubiera escogido tal emplazamiento en una zona en la cual, precisamente, su desventaja militar era demasiado grande como para siquiera defenderlos. Estas diferencias en el análisis de la situación fueron constantes y condicionaron sin duda las decisiones tomadas.
El resultado político
La estrategia pasó por el despliegue de misiles en una isla que cobraba especial importancia en la medida en la que no solamente estaba a las puertas de los Estados Unidos, sino que además formaba parte de la zona de influencia más vital de la potencia americana. La inteligencia estadounidense no descubrió en un primer momento la operación soviética, así como tampoco reconoció en su totalidad la efectiva intrínseca provocación de la política estadounidense en Cuba, tal vez porque jamás se les ocurrió al plantearlas que la Unión Soviética iba a desplegar misiles fuera de sus fronteras. El error de cálculo americano no fue menos que el soviético, que consistió en pensar que la respuesta americana pasaría por intentar solucionar el conflicto a través de la discreta diplomacia. La respuesta, al contrario, cobró relevancia pública rápidamente.
El proceso deliberativo en el Kremlin fue, como ya hemos comentado, dilatado e intenso, y las consecuencias y acciones desplegar no quedaban claras: ¿si no se usaban las armas, se podía perder Cuba? ¿Si se usaban, podría desarrollarse una guerra termonuclear a gran escala? El resultado, en primera instancia, fue el ofrecimiento soviético en el 27 de octubre de 1962 de retirar los misiles en Cuba a cambio de que los EEUU hicieran lo mismo en Turquía, al tiempo que proponía instar al Consejo de Seguridad respetar la integridad de Turquía y Cuba de forma conjunta entre los dos países. El acuerdo final, formulado la noche de ese mismo día entre Dobrynin y Kennedy, eliminaba la cuestión del Consejo de Seguridad y la sustituía por una declaración pública de no invasión por parte del gobierno estadounidense, a la vez que la cláusula sobre Turquía se mantenía secreta.
El acuerdo, no obstante, no llegaría hasta el día siguiente y no exento de complicaciones. Ese día, un operador soviético en territorio cubano derribó un avión espía U-2 americano, sobre lo cual Jrushchov pensó que se debía a una orden de Castro. Al ser informado por el departamento de inteligencia de que Kennedy tenía previsto transmitir un mensaje a la nación, el dirigente soviético se temió lo peor. Temeroso, aceptó las cláusulas ya mencionadas, sin saber que, en realidad, solamente se iba a retransmitir el discurso de cuarentena ya formulado anteriormente. El discurso oficial soviético, no obstante, dio a entender la crisis de los misiles en Cuba como un conflicto que benefició a los intereses del país comunista y no como la derrota que Cuba y China entendió. La lectura de Jrushchov fue la de que su decisión política detuvo un supuesto ataque de EEUU a Cuba, afianzó la posición de la URSS en el tablero internacional y demostró su buen juicio como líder soviético en el escenario de tensión nuclear.