El peñón de Gibraltar es una reivindicación del gobierno español desde que Felipe V, en razón de los Tratados de Utrecht ( ver Catalan Bay o los catalanes que tomaron Gibraltar), decidió cederlo a los ingleses para ser confirmado rey por la comunidad internacional. Los ingleses, dada la posición estratégica de la plaza (controlando la entrada del estrecho homónimo), no están dispuestos a devolverla fácilmente -para desgracia de los españoles- y han usado todas las triquiñuelas posibles para no hacerlo. Tal es el (interesado) apego a esta roca que no han dudado a seguir a pies juntillas, y a nivel oficial, la superstición según la cual Gibraltar dejará de ser británico cuando muera el último mono que allí habita.
Una de las grandes atracciones turísticas del Peñón, a parte del tabaco sin aranceles, ha sido durante mucho tiempo la población de macacos que habitan en las partes altas de la montaña. La principal característica de las monas de Gibraltar o monas de Berbería ( Macaca sylvanus) es que son el único primate -a excepción del hombre- que puede encontrarse en libertad en suelo europeo, aunque son relativamente fáciles de encontrar en los bosques del norte de África, ya que están adaptadas a la perfección al clima mediterráneo en el cual viven.
El origen de estos animales en Gibraltar es desconocido. Unas teorías dicen que son restos de las poblaciones que existieron en la península durante la última glaciación -cosa harto improbable dado que no se han encontrado ningún tipo de fósil que lo demuestre-, otras, más fantasiosas, atribuyen su llegada a la existencia de una gruta subterránea que, por debajo del mar, conectaría con las montañas de Marruecos donde viven habitualmente. La realidad es más prosaica, y según parece fueron introducidas por los musulmanes durante la ocupación de la península entre el siglo VIII y el siglo XV, ya que según estudios genéticos efectuados, las poblaciones actuales provienen de dos lineas separadas de Marruecos y Argelia. Los ingleses por su parte, no dudan en atribuirse el origen de la introducción a ellos mismos -con el dudoso honor de ser dianas con patas para sus prácticas de tiro-, ignorando que hay documentos anteriores a la ocupación inglesa que ya los citan.
Sea como sea, las poblaciones de dichos monos nunca han sido demasiado altas, ya que la falta de recursos naturales en una zona tan reducida, así como la existencia de águilas en el roquedo, que depredaban las crías, no lo hicieron posible. Ello, junto a la interesada superstición de los ingleses, hicieron que el asunto de las monas se convirtiera en asunto de estado, quedando el cuidado de la población de macacos desde 1710 hasta 1991 en manos del Ejército de Su Majestad. Cuerpo armado el cual, cada cierto tiempo, tenía que transmitir un informe a Londres con un censo que incluyera el nombre -a cada uno se le ponía un nombre- y sexo de cada uno de los individuos de la colonia de micos.
Tal era el celo por dichas monas, que en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial y en plena batalla de Arnheim, y en viendo que la población de monas era peligrosamente bajo (entre 4 y 7, aunque las fuentes no se ponen de acuerdo), el mismísimo Sir Winston Churchill envió una orden según la cual la cantidad de monos tenía que aumentar hasta 24, instando a tomar las medidas que fueran necesarias para conseguirlo. Se trajeron monos desde Marruecos para aumentar la población, y a fe cierta que lo consiguieron.
Actualmente la población de monas de Gibraltar ha aumentado hasta casi 300 individuos gracias a los turistas (quienes les dan continuamente de comer a pesar de que está penado con multas de hasta 500 libras si lo hacen) lo que ha provocado que una población tan grande en un espacio tan pequeño -menos de 7 km2- no haga más que dar problemas. Si tenemos en cuenta los hábitos pícaros, cleptomaníacos, e incluso violentos de estos inteligentes animales (ver El macaco japonés, el eslabón perdido de la inteligencia humana) que los convierte en una molestia tanto para los turistas como para los propios habitantes del Peñón, resulta normal que se hayan planteado controlar la población, aunque a algunos " llanitos" no les haga mucha gracia una reducción de sus efectivos.
Los monos de Gibraltar, a pesar de todo, parece que tienen la existencia asegurada para mucho tiempo, e incluso su exceso de población podría ayudar a aumentar sus poblaciones en el norte de África donde está declinando debido a la desaparición del bosque mediterráneo. Visto lo visto y si de las monas depende, mucho nos tememos que, desgraciadamente para los nacionalistas españoles, Gibraltar tardará mucho tiempo en dejar de ser británica.