El género gramatical puede parecer un absurdo. Mientras puede ser lógico que "hombre" sea masculino y "mujer" femenino, aparentemente no tiene sentido que "coche" sea masculino y la "barbacoa" femenino. Lo que es peor, en lenguas romances como el francés, voiture (coche) es femenino y barbacue (barbacoa) masculino. Por eso lanzo la pregunta, ¿qué sentido tiene suponer una masculinidad, feminidad o neutralidad a objetos e ideas?
Se trata de una forma de clasificación de los nombres y pronombres que se refleja en los elementos relacionados sintácticamente, como determinantes, adjetivos y participios pasivos. El género puede llegar a indicar el sexo (p.ej. hombres y mujeres), pero no siempre, como cuando no se usa en humanos o algunos animales (p.ej. mar). En ocasiones, el artículo no concuerda con el género de nombre (p.ej. agua, aula, hambre, hada), apareciendo con género opuesto o apocopado. Además, como bien sabéis, en algunas palabras el masculino puede englobar al femenino (p.ej. humano). Por ello, el uso de un género u otro puede cambiar el significado implícito de una frase (p.ej. "Su segundo/a hijo/a es una niña").
Normalmente, el género masculino es señalado con la terminación -o y el femenino con -a, pero no siempre es el caso. Por ejemplo, "poeta" o "soprano" son invariables en ambos casos, "clavel" es masculino y ni siquiera acaba en vocal, "libido" es femenino y termina en -o, mientras "problema" es masculino y termina en -a. En otros casos, como "cura", puede tener género y significado distintos según las palabras que lo acompañen. E incluso otras como "manzano/a" cambian de género, pero se refiere a objetos distintos aunque relacionados.
Las lenguas romances deben los géneros gramaticales al latín, pero este no los inventó, sino que se originaron en el protoindoeuropeo. Sin embargo, estos géneros no surgieron por la personificación de los objetos, sino que probablemente fueron categorías en las que se agrupaban los artículos, nombres y adjetivos que no tenían nada que ver con lo que en ciencias sociales se denomina con el mismo término. Este sistema habría sustituido uno anterior que distinguía entre lo animado e inanimado con los géneros masculino y neutro.
En latín, las palabras tuvieron tres géneros gramaticales (masculino, femenino y neutro). El neutro se usaba para nombrar clases o categorías, funciones consideradas pasivas (p.ej. órganos internos) o productos (p.ej. la fruta, generada de los árboles considerados femeninos). Aunque Marco Terencio Varrón en Di lingua latina llamó sexo al género gramatical, palabras como mensa (mesa, femenino), poculum (copa, neutro) u oculus (ojo, masculino) denotaban que esa denominación no era correcta. Con el tiempo, el neutro entró en desuso, razón por la que las lenguas romances solo mantuvieron dos géneros. En español, a diferencia de idiomas como el francés, mantuvo una distinción sencilla con las terminaciones -o y -a, aunque no siempre se aplique.
Al igual que los verbos pueden clasificarse en tres grupos que comparten conjugaciones, con sus respectivas excepciones, es decir, los verbos irregulares, los nombres pueden agruparse en masculino o femenino según su terminación. De la misma manera, este sistema tiene excepciones, pero permite clasificar en grupos reconocibles y crear concordancia entre los elementos relacionados de la oración. Por ello, aunque el sexo del elemento descrito pueda determinar el género, el género no determina el sexo. Dicho de otra manera, aunque haya palabras como niño o niña cuyo género coincide con el sexo, el género no otorga un sexo a otros elementos como, por ejemplo, mesa, águila, piedad, circunloquio, etc.
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