La pregunta en primera persona la he hecho conscientemente. ¿Y por qué? Pues porque no soy experta en el tema. Pero soy madre de dos niños desde hace poco más de tres años y después de observarlos he llegado a ciertas conclusiones que, sin llegar a sentar cátedra (nada más lejos de mi intención), espero que sirva como ejemplo.
A la conclusión que he llegado es que mis hijos lloran por varias razones:
El llanto del bebéEl famoso llanto del bebé que tanta angustia provoca en las madres sean primerizas o hayan tenido más de un hijo. Es cierto que llega un momento que consigues identificar distintos tipos de llantos en tu bebé según quieran comer, dormir, que les cojas. Pero también es cierto que muchas otras veces el llanto desconsolado es difícil de consolar, valga la redundancia.
Cuando tenía a mis hijos pequeños y se daba una de esas situaciones en las que nada les calmaba era realmente desesperante. Me imaginaba al pobre pensando que su madre era tonta de remate por ser incapaz de adivinar qué era lo que le pasa. En estos casos se hace lo que una buenamente puede, siempre que la solución no sea dejarlos llorar, claro está. Aunque siguieran llorando, siempre pensaba que en mis brazos o en los de su padre o algún ser querido, estaba mejor que en la cuna. Nunca olvidaré la frase que una comadrona me dijo en el hospital cuando nació Bebé gigante: Si llora, cógelo.
La frustación de no poder expresarseAhora que Pequeña Foquita empieza a comunicarse con palabras sueltas hemos creado un código secreto entre nosotras. Sólo yo y Bebé Gigante entendemos lo que dice. Pero a veces no. La cara de desesperación que pone cuando repite una y otra y otra vez la misma palabra o señala algo que yo no veo es de lo más frustante. Me doy cuenta que ella entiende mis palabras pero yo no consigo entender si pequeño vocabulario. Es normal que el llanto sea el siguiente paso.
Bebé Gigante también llora a causa de otro tipo de incomunicación: la expresión de los sentimientos. Ya sabe pedir agua, ir a baño, un gersey cuando tiene frío... pero cuando está triste, algo le preocupa o simplemente no sabe expresar lo que siente, se desespera y llora. Se abraza a mis piernas y llora desconsoladamente. En estos casos soy yo la que intento dirigir el diálogo y le hago preguntas para que tenga que responder simplemente sí o no. Aunque a veces tampoco funciona porque los conceptos abstractos, con 3 años y medio, aun no los tiene totalmente interiorizados.
Cuando estan cansadosEn casa somos los reyes de la rutina. Me gusta la rutina porque me hace sentir segura y a los niños también. El hecho de saber lo que va a suceder a continuación les permite concentrar todas las energías en otras cosas.
Yo creo que las rutinas no las he marcado yo, sino ellos. Sobretodo los momentos previos al descanso, los han ido definiendo mis hijos con sus llantos. La gente me tacha de estricta pero cuando mis hijos están cansados, necesitan parar y ellos a menudo no saben cómo hacerlo, su única respuesta es el berrinche. Estos días de buen tiempo pasamos toda la tarde desde que llegamos del colegio en el jardín de casa jugando con los demás niños de la comunidad. Dos intensas horas que terminan de rematarlos. Si a las 7 no los aviso de que hemos de ir a casa a ducharnos, cenar y dormir, empiezan a descontrolarse y el llanto se convierte en un auténtico espectáculo. A mí ya me gustaría estarme más tiempo tomando el fresco pero ellos necesitan parar, necesitan que yo les pare. Porque ellos aún no han definido ni sus límites ni saben qué es el autocontrol.
Cuandos no les haces casoMuchas veces lloran por mi culpa. Si algún día me levanto con el pie equivocado, alguna cosa me preocupa en exceso o estoy de bajo ánimo, al final, ellos acaban pagándolo. No me siento orgullosa cuando les veo que lloran porque yo no les hago el caso necesario ni les trato todo lo bien que debiera. Pero sí que entono el mea culpa para esforzarme para que la próxima vez mis problemas no interfieran en su felicidad.
Es cierto que el llanto es algo normal en los bebés y los niños, pero no porque sea normal se ha de ignorar. Lloran porque reclaman una comunicación que ellos no saben verbalizar ni materializar. Es importante que tengamos esto claro para esforzarnos día a día para que las lágrimas desaparezcan y sean sustituidas por palabras.