El debate de ayer entre tres de los candidatos a la alcaldía no fue tal, como era de esperar, sino la superposición en el mismo plano de tres discursos hechos a sí mismos por cada uno de los participantes. Tres monólogos en busca de un público que, en ocasiones, se convertían en dos.
Se trataba de llegar al plató, tomar acomodo y soltar cada uno su mensaje, sin importar apenas lo que el contrincante acababa de decir, ni debatir a fondo las propuestas de cada uno, ni nada que se le pareciese.
La prueba más evidente es lo cada vez más ligeros de documentación de apoyo que acuden los políticos a este tipo de eventos. Zoido se limitó a mostrar un cuaderno al que popularizó por sus tapas brillantes y que, supuestamente, contenía su programa electoral. Espadas un par de folios con alguna fotografía y Torrijos ni siquiera eso, sólo se acompañó con el compás de sus manos durante las exposiciones. Estaba claro desde un principio que debate, lo que se dice debate, no iba a ver.
Así las cosas, el falso debate se quedó en una exposición simultánea de mensajes precocinados para la ocasión, poco ágil y con escasas novedades. Espadas y Torrijos se emplearon a fondo en sacar de su guión a Zoido, como en un dos contra uno, pero no lo consiguieron tantas veces como hubieran deseado.
El popular se mostró fallón en algunas ocasiones, incluso se equivocó en una de sus especialidades, el conocimiento palmo a palmo de los barrios de Sevilla. Pero en general, mantuvo el tipo y no lograron que abandonara el eje primordial de su discurso. El “ustedes son más de lo mismo” fue el recurso recurrente y las alusiones a los mandatos de Monteseirín constantes. Zoido intentó dejar fijada la idea de que sus oponentes son los herederos de los errores del actual alcalde y que tienen un programa común. A pesar de ello, en algún momento le fallaron los nervios.
Espadas, en la línea de sus últimas apariciones públicas, estuvo solvente en la utilización de los tiempos, lanzando las propuestas de manera concisa y sin ambages, sin apenas criticar a Torrijos, que le lanzó un par de perlas a lo largo del debate, y focalizando su discurso en su principal oponente, el candidato popular. Fue el que menos abusó de la duración de los turnos, lo que puede suponer un contratiempo, pero también transmite una mayor sensación de seguridad. Para qué emplear más tiempo si lo que pretendes decir lo puedes hacer breve y directo. En ese aspecto, acertó.
Torrijos, sentado entre sus dos oponentes, desplegó su discurso habitual, con carga de profundidad ideológica incluida. Despachó para Zoido, pero también para Espadas y enumeró, como viene siendo habitual, la retahíla de logros conseguidos en el último mandato, que sin el impulso de Izquierda Unida hubiesen sido imposibles. Es sin duda el que más se esfuerza en poner en valor lo conseguido por el actual equipo de gobierno, a pesar de que es la parte minoritaria del pacto.
En resumidas cuentas, unos soliloquios que poco esclarecieron a quienes aún dudan qué papeleta han de introducir en la urna. Algo que con este tipo de formato ya viene siendo reiterativo y cansino y que aporta poco o nada a la hora de que la opinión pública tenga un conocimiento razonable de lo que proponen los candidatos. De seguir así, mejor que los trasladen directamente al plató del Club de la Comedia.