Lo primero que llega es el vértigo. Una sensación de inestabilidad que sacude al cuerpo y lo deja en estado de falsa levitación. Es un instante etéreo de desconcierto físico; un mecanismo que se activa en el cerebro y produce extrañeza total. Cuando pasa, viene el recuerdo. Y con él, el escalofrío, porque eso que acaba de pasar es sospechosamente familiar. Es algo que ya pasó. ¿Pasó? Sí, o creemos que pasó. La mente, tramposa, nos dice que eso que acabamos de ver/escuchar/sentir ya sucedió en algún momento de nuestra vida. Es un vistazo a algo conocido, una frase que escuchamos y que por alguna razón ya sabíamos que la íbamos a escuchar en ese momento, en ese lugar. Es un vaso que se rompe y que ya sabíamos que se iba a romper. Una ventana que se cierra y que estábamos esperando que se cerrara. Caemos en la cuenta, en ese momento, de que ya sabíamos.
Sin embargo, de manera superpuesta llega otro tipo de entendimiento, uno que nos advierte que el cerebro está jugando con nosotros. “Cuidado, no te creas todo”, avisa. Perdidos entre los recovecos y misterios de una psique que jamás llegaremos a entender del todo, nos damos cuenta de que lo que sucede, sin embargo, está clarísimo. Saberlo no nos tranquiliza, y encima nos desnuda a las puertas de un concepto que asusta e incómoda. Con el déjà vu llega la noción de que el control real sobre la concepción del tiempo es casi nulo, y que la cabeza puede reorganizar sus niveles y presentar nuevos episodios como viejos recuerdos sin que nos demos cuenta. Y eso nos pone muy nerviosos.
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Pero nada de esto es nuevo. El déjà vu –en todas sus variantes– es un fenómeno que está presente en la conciencia colectiva desde los primeros destellos de inteligencia del ser humano. Hoy, con experimentos comprobados, se sabe que es un fenómeno normal que procede de y se genera exclusivamente en el cerebro, pero sus causas y consecuencias siguen sorprendiendo y generando ensayos, escritos y toda clase de debates.
El rastro
A pesar de la normalidad con la que aceptamos ese pequeño “viaje en el tiempo” que aparece de vez en cuando, en internet hay muy poco material disponible sobre el fenómeno del déjà vu. Menos de lo que uno podría esperar de Google, la fuente del saber del siglo XXI. Escarbando por allí, en español apenas se encuentra una página no muy extensa de Wikipedia, algunos papers y estudios en inglés y la clásica nota reproducida por infinidad de portales alrededor del mundo: “¿Qué produce un déjà vu?”
Y, ya que estamos, ¿qué produce un déjà vu?
En pocas líneas: lo que se conoce normalmente como déjà vu es una especie de paramnesia del reconocimiento que crea experiencias que sentimos que ya vivimos en algún momento. Este fenómeno tiene tres tipos diferentes y cada uno difiere del otro en aspectos, más que nada, técnicos. Lo más normal es sentir el déjà vécu, que alude a pequeños vistazos de algo que nos parece haber vivido. Los otros dos, el déjà sentí y el déjà visité, implican sentir algo “ya sentido” y la sensación de conocer un lugar que nunca antes se visitó, respectivamente.
El déjà vu es una especie de paramnesia del reconocimiento
“Por más de un siglo, la experiencia del déjà vu se ha examinado bajo estudios retrospectivos, encuestas y experimentos. Cerca del 60% de la población asegura que experimentó un déjà vu y la frecuencia cae con la edad. Parece estar relacionado con el estrés y la fatiga, y muestra una relación positiva con el nivel socioeconómico y la educación”, explica en un artículo Alan S. Brown, del departamento de psicología de la Universidad Metodista de Dallas.
La primera vez que el término apareció escrito fue en 1876, cuando el filósofo francés Émile Boirac lo mencionó en una carta a la revista Revue philosophique. En ella, el hombre se refería a una carta en la que un lector mencionaba haber vivido algo “ya conocido”. “A mí también me ha ocurrido”, menciona Boirac, “tener esa impresión de repente y pensar de mí mismo: ya he visto lo que veo”. En francés, J’ai déjà vu ce que je vois. Déjà vu.
Más allá de lo que dice Boirac, en la literatura la “sensación” no era nueva. Ya en 1849, en la novela David Copperfield, Charles Dickens define ese tipo de episodios de la siguiente manera: “Todos tenemos alguna experiencia de la sensación, que nos viene ocasionalmente, de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias; de que sabemos perfectamente lo que diremos a continuación, ¡como si de pronto lo recordásemos!”
Si bien en la historia hay casos extremos de pacientes psiquiátricos que vivían en un déjà vu permanente, experimentar de vez en cuando uno de ellos es sinónimo de que su mente está sana y que se encuentra reconfigurando y repasando su historial. “Es la conciencia de que la aparente familiaridad es incorrecta lo que define el déjà vu, así que quienes no son conscientes no experimentan” lo que usualmente conocemos por ese término, asegura Christine Wells, neurocientífica de la Universidad de Sheffield Hallam en Reino Unido, en un artículo de la revista Journal of Medical Case Reports.
Experimentar de vez en cuando un déjà vu es sinónimo de que su mente está sana y que se encuentra reconfigurando y repasando su historial
En resumen, experimentos recientes afirman que el déjà vu aparece cuando la memoria asocia recuerdos similares a una situación en concreto y los repasa en ese instante, de manera que se tiene la sensación de que lo que está pasando ya se vivió. Es un mecanismo de consolidación de la memoria que el cerebro, al parecer, necesita activar de vez en cuando para sentirse saludable.
Más allá de la ciencia
A pesar de los aspectos científicos, el déjà vu sigue siendo un elemento asociado recurrentemente a la parapsicología y a la posibilidad de “adelantarse” a sucesos venideros. Y, también, a una supuesta falla en la “matriz” en la que vivimos.
Esa idea está presente de manera explícita en Matrix, una de las películas de ciencia ficción más relevantes del cine reciente. En un momento del filme, Neo (Keanu Reeves) ve un gato negro pasando por una puerta y maullando. Dos segundos después, ve al mismo gato pasando por la misma puerta, maullando de la misma forma. “Qué raro, tuve un déjà vu”, dice. Y entonces todos paran las antenas, porque eso significa que la Matrix no responde como debería hacerlo y su misión está en problemas.
Pero la película de las –ahora– hermanas Lana y Lilly Wachowski no es la única expresión cultural reciente que se aferró al déjà vu para explotar sus intereses semánticos. Hay, por ejemplo, infinidad de películas y capítulos de series con el título “Déjà vu”, y una rápida búsqueda en el sitio IMDB lo confirma. Entre ellas aparece una mediocre película de acción con Denzel Washington, una comedia soviética/polaca de 1990 y una comedia china de 2015.
Y en la música, la lista se alarga todavía más. Gustavo Cerati, por ejemplo, canta que a cada paso siente otro déjà vu, y Eminem dice que ya estuvo en esa parte del camino antes. A ellos se le suman Beyoncé, J. Cole, Post Malone, Prince Royce con Shakira, Katy Perry, Yeah Yeah Yeah, Mike Posner, Iron Maiden y Crosby, Still, Nash & Young.
Más allá de todo lo que se ha escrito, publicado, gritado, filmado y cantado, la sensación de que nos adelantamos y que vivimos algo que ya habíamos vivido antes sigue permaneciendo intacta como uno de los acontecimientos psíquicos más extraño y reconocibles que hay. Y sigue dejando estupefactos a quienes lo padecen a pesar de que se conocen sus síntomas desde hace tiempo. El vértigo que lo precede lo anuncia, el desconcierto lo confirma. El entendimiento asusta un poco.
Es inevitable –y puede hacer la prueba cuando lo experimente– que cuando suceda usted no pueda dejar de anunciarlo. Va a seguir pasando, la matrix va a seguir fallando y va a ser cuando menos se lo espere. Y será imposible aguantar la extrañeza y las ganas de contarle al mundo, sorprendido, que usted también lo sintió. Que en ese momento todo se repite de nuevo. Que tuvo un déjà vu.
(FUENTE: elobservador.com.uy)