El pelo rojizo o anaranjado es una característica distintiva para bien o para mal. Solo un pequeño porcentaje de la población lo posee naturalmente y esa diferencia se hace notar. Como otras minorías, este atributo recibió cualidades que definieron a sus portadores como traicioneros, apasionados o, directamente, malvados. ¿Dónde está el origen de esta desconfianza?
Una de las fuentes de discordia es la religión. Judas Iscariote, Jezabel, Lilith, Caín o el mismísimo diablo lucen pelo rojo, a pesar de que la Biblia no los describe. Esto no fue siempre así. Inicialmente, ni Jesús ni sus apóstoles se diferenciaban en las imágenes. Con los siglos, los artistas añadieron cualidades que permitían identificarlos. En Judas Iscariote, la clave podía estar en su fisiognomía, sea con la piel oscura, sus rasgos faciales grotescos, su nariz ganchuda, boca ancha o labios oscuros, en referencia al beso traicionero. Frente al resto del grupo, podían delatarlo su baja estatura, su túnica amarilla, su halo oscuro o ausente, sus gestos sigilosos o torpes, pudiendo llevar en la mano izquierda un pez robado o una bolsa con las 30 monedas de plata. Los demonios o sapos saliéndole de la boca o un perro a su lado revelaban su naturaleza.
Arquetipos bíblicos
No obstante, en la Biblia hay otros personajes pelirrojos de naturaleza mezquina. En Génesis 25:25, se menciona que Esaú, hermano de Jacob e hijo de Isaac y Rebeca, nació cubierto de pelo rojo, razón por la que recibe ese nombre. Esaú vendió su primogenitura a su hermano a cambio de un plato de lentejas rojas, razón por la que fue llamado Edom ("rojo"). Cuando Jacob, incitado por su madre, engaña a su padre ciego y recibe la bendición de primogenitura que correspondía a Esaú, este se enfurece y amenaza con matarlo cuando muriera su padre. No obstante, cuando pasan los años, se reconcilian. Otros personajes como Saul, primer rey de Israel, o Caifás, sumo sacerdote del sanedrín que juzgó a Jesús, son presentados como pelirrojos. El único pelirrojo (en algunas traducciones es rubio) que pudo llevar una vida mayormente recta fue el rey David, aunque se dejó llevar por sus pasiones con Betsabé.
Rechazo pagano
En Biblioteca histórica, Diódoro Sículo decía que en el sepulcro de Osiris se hacían sacrificios de pelirrojos y bueyes rojos porque Tifón era, incluyendo su pelo, de este color. Esta era una afirmación compartida por Plutarco en Sobre Isis y Osiris, aunque ya sabemos que la veracidad de las palabras de este autor siempre están en entredicho. En realidad, ambos estaban equiparando a Tifón con Set, dios despreciado en la época romana y asociado con el rojo. Para griegos y romanos, el pelo rojo era una característica distintiva de los germanos y celtas. A pesar de ello, había personajes míticos como el rey Menelao, esposo de Helena de Troya, descritos con este cabello. Esto no quita que pudiera ser un insulto, como lo usa Marcial en sus Epigramas: "Cabellos rojos, rostro negro, una pierna más corta, un ojo perdido: gran cosa haces, Zoilo, si eres bueno".
El desdén hacia el pelo rojo no fue un caso aislado. Desde el siglo XI, las cruzadas ampliaron el contacto con los sarracenos, lo que significaba conocer de cerca a personas que no compartían religión, rasgos físicos ni costumbres con los habitantes del centro de Europa. Como enemigos de la fe cristiana, sus atributos se asociaron con malos hábitos, razón por la que Judas Iscariote acabó con la piel oscura o los labios gruesos. Aunque algunos eruditos musulmanes, como Averroes, podían ser retratados sin apenas diferencias a los centroeuropeos, lo hacían en una situación de clara inferioridad. Además, el avance del imperio mongol en los siglos XIII-XIV propició que monjes franciscanos, como Juan de Plano Carpini o Rubruquis, que habían regresado de Mongolia, dieran detalladas descripciones para identificar a los prisioneros de guerra mongoles. Simultáneamente, la expansión de los tratados griegos a mediados del siglo XIII reavivaron las teorías humorales y climáticas. La suma de estos factores incitó el interés por la fisiognomía para explicar la importancia del clima en el aspecto de los humanos y, a través de ello, calificar sus cualidades.
Aunque entonces no conocían la genética, ya demonizaban a las poblaciones por su aspecto. Por ejemplo, a los africanos no les hacía falta un gen supuestamente defectuoso con el que nacer, sino que el calor tostaba su piel, los hacía pequeños y se les escapaba la valentía por los poros. En cambio, los pálidos hombres del norte eran todo lo contrario. Los pelirrojos eran calificados de ridículos, crueles, hipócritas, viciosos, mentirosos y traicioneros como el zorro, con el que compartían el color de su pelaje. Grupos como los irlandeses, agotes o judios fueron discirminados por estas cualidades. Incluso después de siglos de dominación musulmana, se mantuvo el supuesto libertinaje del sur de Europa, como se observa en los relatos sobre el cinturón de castidad.
El rechazo del rojo también se experimentó en la moda.. Especialmente entre los protestantes, se rechazó el lujo de , donde el color de las ropas siguió una tendencia hacia tonos apagados y menos suntuosas, especialmente entre protestantes, asociándose el rojo, así como sus tonos más cercanos al marrón y al amarillo, con las llamas del infierno, el pecado original y la lujuria. Incluso en juegos como el ajedrez, el rojo fue sustituido por el negro.
El siglo XIX seguía sin ser una buena época para los pelirrojos. El color de sus cabellos seguía asociándose con Judas, con todo lo que ello implicaba, y, además, la fisiognomía y frenología estaban en auge. Como consecuencia, la tendencia medieval de justificar los prejuicios mediante razonamientos aparentemente lógicos ahora se apoyaba en estudios supuestamente científicos. Una muestra de la persistencia de estos tópicos es Fagin, el avaro judío pelirrojo de Oliver Twist de Charles Dickens. Mientras tanto, los artistas prerrafaelitas se aprovecharon para atraer la atención añadiendo personajes pelirrojos en sus cuadros, como el Cristo de John Everett Millais, que causó gran polémica. En muchos de estos cuadros, el personaje principal reflejaba con su pelo rojo su espíritu seductor, apasionado y desenfrenado. Casualmente, la relación tormentosa entre el pintor prerrafaelita Dante Gabriel Rosetti y su esposa y modelo Elizabeth Sidal, ambos pelirrojos, materializaba esta naturaleza escandalosa. Rosetti siguió usando esta característica con sus otras amantes y modelos, Fanny Cornforth y Jane Morris, aunque eran rubia y morena, respectivamente. Junto con el pelo moreno y, especialmente, despeinado, el pelo rojo indicaba rebeldía. En mujeres, tendía a señalar mujeres descarriadas o incontrolables, como Medea o Pandora, tanto en el arte como en la literatura. En contraste, las mujeres rubias eran quienes se ajustaban al ideal femenino, siendo incapaces de ningún mal.
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