El independentismo catalán, liderado por una clase política inquietante y fanatizada, capaz de colocarse al margen de la ley y de conducir a su pueblo hasta el desastre, cuando ni siquiera representa a la mayoría de los ciudadanos, está causando honda preocupación en todo el mundo occidental, donde empiezan a sospechar que el poder, en esa región, ha caído en manos de gente peligrosa. Sin embargo, hay una respuesta clara que lo explica todo: "Muchos de los políticos que hoy gobiernan son auténticos enfermos mentales, necesitados urgentemente de tratamiento psiquiátrico intenso". Francisco Rubiales ---
Muchos nos sentimos sorprendidos y estupefactos ante la abundancia de mal y de estragos que se dan en la clase política, sin que esos terribles males y daños causados provoquen dolor ni arrepentimiento entre los políticos, que, en apariencia, son personas normales y muchos de los cuales hasta tienen ideas y principios religiosos.
El mal que causan los políticos y la falta de conciencia y arrepentimiento son un enigma aparentemente inexplicable, pero con dos explicaciones lógicas:
La primera es la que detecta la filósofa Hannah Arendt en su estudio “Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal”, en el que la autora se admira de que Eichmann no mostrara rastro alguno de arrepentimiento ni de antisemitismo y de que el responsable de la deportación y muerte de mas de cinco millones de judíos afirmara con frialdad que él se limitó a obedecer, ocultado el horror de sus actos bajo el maquillaje del lenguaje eufemístico. Nunca hablaron de "exterminar", "asesinar" o "masacrar", sino de la "solución final"."
La segunda es la que defiende el político y psiquiatra David Owen, que fue ministro de Sanidad y de Exteriores británico, que afirma que muchos de los que hoy nos gobiernan son peligrosos enfermos mentales. La enfermedad explicaría muchos de lo que al pueblo le resulta inexplicable, incluyendo las mentiras, los fracasos, los recortes de derechos básicos, los impuestos abusivos, las medidas contra el ciudadano, la inJusticia, el despilfarro, el endeudamiento enloquecido y otras medidas brutales que se adoptan frente a la crisis.
Owen no da cifras ni se atreve a especular sobre el número de políticos psicópatas que padecemos, pero hay algunos estudios que hablan del 80 por ciento, una cifra estremecedora. Lo que si hace el ex ministro británico es describir al político psicópata y lo hace con tanta precisión que rápidamente nuestra mente nos recuerda a líderes que conocemos y que salen en la televisión casi a diario, como si fueran héroes en lugar de locos peligrosos:
Cuando acceden al poder se creen dioses o sus enviados en la Tierra, propician el culto a la personalidad y muchas veces se tornan crueles. se sienten eufóricos, no tienen escrúpulos, no son conscientes de sus errores y fracasos y son capaces de dormir a pierna suelta sin que ni siquiera les afecte el rechazo masivo de los ciudadanos o su inmensa y aterradora cosecha de fracasos, dramas y carencias que, para cualquier persona con salud mental, resultarían insoportables. Su alienación es de tal envergadura que cometen un error tras otro, porque la capacidad de análisis no les funciona y sus decisiones y medidas son producto del desequilibrio, la soberbia y la confusión extrema.
Aunque la demencia del poder no afecta sólo a la clase política catalana, los políticos de esa región se están convirtiendo en el ejemplo mas inquietante de demencia política en el mundo actual. La clase política catalana parece un grupo suicida que será objeto de estudio en las universidades y escuelas de liderazgo de todo el mundo. Conducir a una sociedad hacia la independencia, sin contar con una mayoría sustancial de ciudadanos que les apoyen, provocando reacciones que podrían llevar a la violencia y enfrentándose a la Constitución y a las leyes sólo tiene una explicación: locura.
Un demonio sin corazón ni alma, un sinvergüenza que sonríe de manera cautivadora y que te saluda como si te conociera de siempre, que te halagará y te dirá "sí" a todo, mientras te clava la navaja. Es un tipo simpático y lleno de energía que no solo miente sin esfuerzo, sino que se cree sus propias mentiras. Es un narciso con complejo de estatua de bronce, que se cree amigo íntimo de Dios y un elegido para conducir el mundo. Es un manipulador, un trilero engañador que te fascinará y te usará, pero que, cuando ya no le sirvas, te tirará al basurero como si fueras un juguete roto. No se arrepienten jamas de nada, ni piden perdón, aunque se hayan convertido en maquinas de destrucción y de generar dolor. Y su privilegios, que no se toquen porque son suyos y es su derecho de elegidos.
Contemple usted los rostros de gente como Zapatero, causante de millones de desgracias en España por su ineptitud y torpeza, que condenaron al desempleo y a la pobreza a demasiados ciudadanos indefensos, un tipo que debería estar destrozado y escondido, pero que, inexplicablemente, sigue sonriendo, dando conferencias e interviniendo en política, sin darse cuenta que su sola presencia causa rabia, indignación y rechazo en cientos de miles de españoles. Contemple también los rostros de Rajoy, Montoro, Pujol, Mas, y otros muchos políticos, auténticos verdugos, probablemente inconscientes, pero verdugos al fin y al cabo, responsables finales del odio desatado contra España, de propagar la rapiña, de miles de desahucios, ruinas, cierres de empresas, estafas, desamparo de débiles y de gente condenada al desempleo, a la emigración y a la pobreza. Parecen tipos normales, felices y hasta orgullosos de haberse conocido. Nadie en su sano juicio puede entenderlo.
Sin embargo, en lo del "sano juicio" está la clave. Es probable que nos encontremos ante gente enferma mentalmente, desquiciada por la arrogancia, el complejo de superioridad, el espíritu mesiánico y otras patologías identificadas por David Owen, que describe al político como un mas que probable enfermo, incapaz de reconocer lo que hace, de arrepentirse o de tratar a los demás como iguales.
Y como afirma la sabia Hannah Arendt, cuando se ven acosados se refugian en el eufemismo y afirman cosas tan estúpidas como que "tenían que hacerlo", que "es así como funciona la política", que "todos somos corruptos en España", que "los políticos somos tan corruptos como es la sociedad", que "la política es así" o que "obedecíamos órdenes".
Las experiencias que describen Owen y Arendt deberían servir para introducir en la política la pieza que falta, probablemente la principal del sistema, que ha sido bloqueada siempre desde el poder: se trata de establecer exigencias y controles directos a los que quieran ocupar altos puestos, que deben ser examinados psiquica y moralmente y vigilados por comités y mecanismos infalibles para que no causen los estragos que hoy causan.
Una democracia donde a los políticos no se les exijan valores que garanticen que son gente preparada y decente es un suicidio incomprensible. El sistema tiene que controlar y examinar constantemente a sus dirigentes políticos. Países como España, que exigen mas valores y conocimientos a una secretaria de dirección que a un presidente de gobierno, nunca serán una democracia y fácilmente se convertirán en enormes pocilgas.