La frustración forma parte del desarrollo infantil igual que aprender a leer o montar en bici. Sin embargo, hoy vemos con mucha frecuencia que los niños “estallan por cualquier cosa”, “se vienen abajo enseguida” o “no toleran un no”. Y no es que los niños hayan cambiado… es que el contexto en el que crecen sus cerebros sí lo ha hecho, y mucho.
Viven rodeados de inmediatez, pantallas, agendas llenas y estímulos constantes. Y ese entorno no siempre favorece que aprendan a esperar, a aburrirse, a negociar o a manejar la decepción cuando algo no sale como esperaban.
Además, la corteza prefrontal que es la zona del cerebro que regula la impulsividad, la espera y la toma de decisiones, tarda más de dos décadas en madurar. A un niño no le “sale solo” esperar su turno, aceptar un límite o manejar un enfado. Necesita tiempo, repetición y adultos que acompañen.
La frustración no es un fallo: es un entrenamiento. Y cuanto más la evitamos, más difícil le resulta aprender a gestionarla.
Hoy se frustran más porque están acostumbrados a recompensas inmediatas, tienen menos espacios dejuego libre, donde aprender a perder, negociar o esperar y porque viven más cansados
emocionalmente. Entre colegio, actividades, prisa, pocos ratos de pausa, los niños llegan al límite más rápido. Y los adultos, muchas veces con la mejor intención, evitamos conflictos para ahorrar tiempo o discusiones…pero eso les deja menos oportunidades para entrenar la espera y la tolerancia.
La buena noticia es que todo esto se puede entrenar. La frustración, acompañada con presencia y límites claros, construye fortaleza, autoestima y resiliencia. No se trata de evitarles el malestar, sino de enseñarles a transitarlo sin miedo.
Claves para acompañar la frustración en casa.
- Nombra lo que siente sin juzgar: poner palabras, calma al cerebro emocional. “Veo que te has enfadado porque querías seguir jugando.” “Te ha dado mucha rabia perder, lo entiendo.” Validar no es dar la razón: es ayudarles a entenderse.
- Mantén el límite: la firmeza calmada es más efectiva que la rigidez o la permisividad. “Puedes estar enfadado, pero la pantalla se apaga igualmente.” El mensaje es: “te sostengo, incluso cuando no te gusta lo que toca.”
- Enséñale pequeñas esperas: es un músculo que se entrena: turnos, juegos de mesa, tiempos breves de pausa.
- Permite que se equivoquen: la frustración aparece cuando algo no sale bien. Y es exactamente ahí donde aprenden: en el error, en el intento, en la repetición.
- Cuida los tiempos y el cansancio: un niño hambriento, saturado o con sueño tolera menos cualquierlímite. A veces no es un problema de conducta, sino de energía.
Acompañar la frustración no es fácil, sobre todo cuando a nosotros también nos falta tiempo, calma o energía. Pero cada pequeño gesto cuenta: una mirada que contiene, una frase que valida, un límite claro con cariño. El objetivo no es que no se frustren, sino que descubran que pueden seguir adelante incluso cuando algo no sale como esperaban.
La tolerancia a la frustración no se construye en un día, ni en un mes. Se construye en la convivencia cotidiana, en los “no” que educan, en los errores que enseñan y en esos momentos en los que los adultos decidimos respirar antes de reaccionar.
El mensaje que necesitan escuchar es sencillo y profundo: “no siempre vas a conseguir lo que quieres… pero sí puedes aprender a manejar lo que sientes.” Y ese aprendizaje, en casa, empieza con adultos presentes, calmados y disponibles.
Marta Lli
Directora del Dpto. de Psicología y Orientación Escolar
La entrada (¿Por qué mi hijo se frustra tanto?), se publicó originalmente en Orientablog
