Sin duda España posee un buen repertorio de conocimiento, sentimientos y belleza sobre el papel. En nuestra biblioteca de clásicos de la literatura española es inevitable soplar fuerte para desempolvar las estanterías. Nuestros autores de último siglo han peleado duro por un hueco en la ya abarrotada biblioteca de gigantes.
A la cabeza encontramos un verdadero creador de gigantes. Miguel de Cervantes ha cautivado a lectores de todo el mundo. Pero en su hogar el cuarto centenario de su muerte (1616) pasó sin pena ni gloria (2006). Ha tenido que ser un director extranjero (Terry Gilliam El hombre que mató a Don Quijote) el que se animara con un clásico tan temible, aunque fuera con una versión inspirada. Pocos países tratan tan mal a sus viejas glorias, están dispuestos a hincharlas pero jamás a desmerecerlas. ¿Por qué? Tal vez la solución es sencilla. Tal vez solo hace falta leerlos como es debido durante los largos años pre-universitarios.Que levante la mano el que en literatura de bachillerato solo copió fechas de nacimiento y obras de cada autor como teoría. Leamos extractos también en primaria, en vez de enseñar dibujos de cómo especular en el mercado. Amor y muerte es lo que nos mueve. Ellos te lo explicaran mejor que nadie. Con football esto se hace. Con lo que te enseña a pensar y sentir no. Nuestra estantería coge cada vez más polvo. Nuestras palabras más. Muchos chavales enamorados no sabrán argumentar la razón de su fiebre, pero si filosofaran sobre los altibajos del partido de ayer. Esto no es por falta de autores, pero si por falta de manos hambrientas, unas que dibujen surcos en el polvo de las estantería al arramplar con ejemplares. ¿Por qué habría de comprar libros como Don Quijote de la Mancha? Solo es una novela sobre la que reposan miles y miles de argumentos de todo el mundo. ¡El libro pesa y el vocabulario no lo entiende ni su madre! Y así sin paciencia esta acelerada sociedad sigue perdiendo recompensas.
Con tiempo y cariño Cervantes nos promete El Dorado. Caballero de la Triste figura, ahora más que nunca nos haces falta.
- Él devora novelas de caballería.
- Nosotros, mundos virtuales.
Ambos nos arrancan del presente y nos desconectan al conectarnos. Tenemos mucho en común con Don Quijote. La fantasía supera su realidad, se la come. Él es un caballero armado, preparado para el combate. Nosotros somos nuestros propios Marketing Managers sin haber firmado un contrato. A través de la tecnología creamos mundos y personalidades deformadas, fantasías sin amor propio para idealizar nuestro Yo. Nos publicitamos y manipulamos nuestra vida sin ser del todo conscientes. Somos nuestras pequeñas empresas sin Recursos Humanos. Por lo menos Don Quijote vive aventuras de carne y hueso. Con su famélico rocín y un Sancho dispuesto a dar la vida por él, cabalga bajo un cielo vivo. Nosotros bajo una cámara o frente a ella, vivimos una parálisis cerebral bajo ningún cielo.
Otro clásico a desempolvar es La vida es sueño de Calderón de la Barca, y este sí que hay que sacudirlo bien. El teatro es un género moribundo en España. Es otro huérfano del estado que ha perdido profundidad y público. Es difícil ganarle la carrera a una noche de Marvel contra una del coñazo de Calderón, ese que di en Bachillerato y que escribía raro. Pocos quedan amantes del verso, pero no se tarta de hacer adeptos, sino simplemente valientes que se atrevan. Si el actor sabe lo que hace, el espectador entenderá sin necesidad de subtítulos, la verdad y la empatía con lenguajes universal. Tras Marvel serás prácticamente el mismo, tras la La vida es sueño puede que te plantees ,por unos segundos, hasta que punto eres dueño de tu vida y de tus actos. El teatro tiene mala fama o ninguna, y los “coñazos” del Siglo de Oro más. ¿Nuestro fatum es la celda de la ignorancia? Segismundo creyó que no saldría de la suya, pero la libertad a veces es una carrera de fondo. Como Calderón nos dice en su obra, tú decides.