Tenía un profesor que decía que las energías alternativas eran maravillosas mientras eran un proyecto, pero que caían en desgracia cuando empezaban a ser rentables. Y no le faltaba razón.Las centrales de ciclo combinado venían como panacea para sustituir al carbón, hasta que empezaron a imponerse y se dieron cuenta de que usaban combustible fósil; la energía solar cambiaría el mundo, hasta que fue mínimamente rentable, se masificó y se dieron cuenta de que atentaba contra el paisaje; y la eólica, tres cuartos de lo mismo: que destroza el paisaje, que mata a las aves y cuando no provoca ni lo uno ni lo otro con las instalaciones mar adentro, algunos países la prohíben, como España, sin saber muy bien porque narices lo hacen.
Precisamente en el campo de la energía eólica surgió hace un tiempo un proyecto que puede acabar con los inconvenientes de los molinos tradicionales, pero que, no sé porque razón, no acaba de despegar. Igual, si no gastasen tanto dinero en comisiones parlamentarias contra el “cambio climático”, masivas asistencias a las inútiles “cumbres del clima” y desmesuradas subvenciones a algunos (muchos) grupos ecologistas de salón, tendrían fondos para promover verdaderas innovaciones que ayuden a mejorar el planeta y a los que en él vivimos.
El proyecto al que me refiero es la turbina eólica sin aspas, un cilindro que vibra cuando entra en resonancia produciendo energía, rebautizado como” Skybrator, el vibrador del cielo” por el prestigioso periódico inglés The Guardian. Intentaremos explicar, grosso modo, su funcionamiento.
Imaginen un cilindro que, de pronto, se pone a vibrar cuando entra en resonancia. El viento, al igual que el agua, genera remolinos en contacto con un cuerpo redondeado. Mitigar ese fenómeno, conocido como “vibración inducida por desprendimiento de vórtices” (VIV, por sus siglas en inglés) siempre ha sido un problema para la ingeniería. David Yáñez, ingeniero fundador de la empresa Vortex Bladeless, pensó durante varios años cómo maximizar esa inestabilidad aerodinámica para capturar la energía contenida en ella. Y lo consiguió.
Para explicarlo, Yáñez recurre al ejemplo de la soprano que ajusta el tono de voz a la frecuencia de resonancia de una copa de cristal hasta que ésta empieza a vibrar (y se rompe si continúa, como hemos visto en infinidad de películas). De la misma forma, el aerogenerador sin palas de Vortex Bladeless entra en resonancia con el viento y comienza a oscilar.
La estructura del cilindro está construida con resina reforzada con fibra de carbono. Pero su secreto está en el interior que está diseñado para convertir la energía mecánica de la oscilación en energía eléctrica a través de un sistema de alternadores (con bobinas e imanes y sin engranajes, ejes o desplazamientos).
Las aplicaciones de esta nueva forma de generar energía abarcan un amplio abanico, tanto para uso particular como industrial. Así, la compañía ha preparado varios modelos, desde el más pequeño de 85 centímetros para usos que requieran poca energía, hasta el Vortex Goliath, de 140 metros de altura y un megavatio de potencia, pasando por el de 2,75 metros indicado para tejados y el de 9 metros y dos kilovatios para soluciones industriales intermedias.
Con los modelos más pequeños, la empresa aspira a sustituir a las placas solares o a complementarlas ya que, a diferencia de éstas, pueden funcionar de noche, con lo que esto puede suponer a la hora de recargar las baterías del coche eléctrico. A su favor, la capacidad de aprovechar el viento en las ciudades con el menor impacto visual y ambiental posible.
En cuanto a los modelos mayores, Yáñez reconoce que nunca podrán competir en potencia con los gigantescos molinos eólicos que llegan a generar hasta 12 megavatios, pero juegan con algunas ventajas como el abaratamiento de los costes, tanto de instalación como de mantenimiento, que no generan prácticamente ruido, que no suponen ningún riesgo para el vuelo de las aves migratorias y que, al no tener aspas, no están limitados por el “efecto estela”, pudiendo colocar una mayor densidad de cilindros en el espacio donde apenas cabrían un par de molinos tradicionales.
Aunque todavía está en fase de desarrollo y gestionando el farragoso trámite de las certificaciones, esperemos que pronto se popularice esta nueva tecnología y no acabe, como otras muchas alternativas, en un olvidado cajón por culpa de oscuros intereses políticos y empresariales.