Unos datos que como dice Cayo Lara, chorrean sangre. Y sin embargo no movilizan a casi nadie.
Que hay mucho parados, muchas familias que están sufriendo esta plaga no me cabe la menor duda, que gran parte de la clase media ha pasado a ser clase baja y que de ésta muchos han pasado a la indigencia, tampoco. Y ¿cómo se aguanta tanto, sin hacer una revolución?
Las razones son varias, a mi modo de ver:
- Nos han ido inoculando en vena la complacencia ante situaciones más desfavorables, de tal forma que nos preparan para tiempos peores sin que nos demos cuenta. El miedo a empeorar más, es una de las causas. Ahí juegan un papel fundamental, los políticos, economistas e intelectuales que pertenecen al neoliberalismo y que están empeñados en que este país convierta a los trabajadores en esclavos.
- Otra es la complacencia, el pasotismo, la aceptación de la situación como algo inevitable y que al no tener solución, no vale la pena luchar por cambiarla. Totalmente falso.
- También juega un papel importante, la economía sumergida. Aquí, muchos profesionales liberales trabajan sin facturar y, sobre todo, la situación del mercado laboral hace que muchos trabajadores acepten empleos sin darse de alta y sigan figurando como parados. La responsabilidad de las empresas es total, porque la situación obliga a que los trabajadores traguen si quieren trabajar, ya que una exigencia de normalizar la coyuntura, en la mayoría de los casos, llevaría a que no fueran contratados.
- Y, otra razón importante es que la familia juega un papel protector fundamental. De tal forma que, muchos jóvenes, después de haberse independizado, ante su salida forzosa del mercado laboral, vuelven a su casa, donde sus padres les acogen y les ayudan a sobrellevar esta situación. Con lo que este trance grave se palía y disminuye el efecto negativo que debería provocar el desempleo.
Pero se está llegando al límite. Mientras esa confianza que decía Rajoy que iba a insuflar a Los Mercados ni se la ve ni se la espera, la situación empeora, y lo hace porque siguen empeñados en recortar el déficit por la parte débil (podrían hacerlo aumentando los ingresos con impuestos y tasas a los poderosos) o porque no se actúa con medidas que reactiven el mercado. Se tira el dinero para levantar bancos que han medio-quebrados sin exigirles su principal obligación, que ese dinero sirva, no para especular sino para hacer fluir el crédito a las medianas y pequeñas empresas que son las que generan el 80% de los puestos de trabajo, y para evitar que los clientes individuales sufran situaciones críticas.
Y ahora se echa la culpa a la “rigidez del mercado laboral”, parece que después de diversas reformas laborales, se trata de hacer otra más cuya razón fundamental sea poder despedir más barato, y no crear empleo.
Todo puede llegar a su límite, y da la impresión de que no queda mucho. Luego, cuando la situación sea insoportable vendrán los llantos y quebrantos y seguramente no habrá vuelta atrás.
Salud y República