Revista Comunicación

Por qué no hay aprendizaje sin fricción

Publicado el 02 marzo 2018 por Jmbolivar @jmbolivar

Por qué no hay aprendizaje sin fricciónEste post está inspirado en un post del maestro David Criado (@vorpalina), publicado hace ya algún tiempo y titulado 11 lecciones de un sabio para comprender el cambio. De entre estas 11 grandes lecciones, hubo una que me llamó particularmente la atención, por estar estrechamente relacionada con algo que compruebo casi a diario en mi actividad profesional: no hay aprendizaje sin fricción.

La frase concreta que compartía David es: «La fricción es necesaria, sin ella no habría movimiento». Algo aparentemente obvio, pero que a menudo, yo diría que cada vez con más frecuencia, parece olvidarse cuando se aborda el tema del aprendizaje.

Uno de los principales retos a los que me enfrento como formador de GTD® es que algunos conceptos de la metodología se definen con palabras de uso común, lo que reduce la fricción, aumentando así la dificultad de su aprendizaje.

Nuestro cerebro, y más concretamente lo que Kahneman llama «Sistema 2», es esencialmente vago. Esto hace que el que habitualmente controle la situación sea el «Sistema 1», un auténtico experto en el pensamiento supositorio.

Desde el punto de vista del objetivo que persigue el Sistema 1 (ahorrar energía), esto tiene todo el sentido. Si pensar consume tanta energía, y la energía es un recurso escaso indispensable para la supervivencia, para qué esforzarnos en pensar, con lo fácil y económico que resulta suponer 🙂

El problema de suponer es que la tasa de fallos de este mecanismo puede ser considerable. Por lo general, suponemos a partir de fragmentos aislados e incompletos de información, que a menudo distan mucho de ser los más relevantes. Esto da lugar a una lista realmente impresionante de sesgos cognitivos, los cuales influyen de manera muy significativa en la forma en que percibimos e interpretamos la información.

Volviendo al ejemplo de GTD®, y especialmente en su traducción al español, esta metodología emplea numerosos conceptos que son ya conocidos y utilizados por muchas personas en su vida cotidiana. El problema es que, en GTD®, estos conceptos tienen un significado completamente distinto al habitual. Algunos de estos conceptos son «proyecto», «agenda», «lista», «delegar», «aplazar», «ejecutar» o la expresión «a la espera».

Esta «familiaridad» con los conceptos es un serio obstáculo para el aprendizaje, puesto que reduce la fricción. Al tratarse de palabras conocidas, no despiertan interés, lo que significa que un porcentaje muy alto de las personas «pasan por encima» su explicación, basándose en la «creencia» de que ya saben qué significan.

La consecuencia de esta falta de atención es que, al ignorarse el significado real de los conceptos, la metodología pierde su coherencia y se percibe como compleja, precisamente por esta falta de coherencia. Por eso, cuando se explica GTD® a jóvenes sin experiencia profesional, como aún desconocen muchos de los conceptos antes mencionados, el aprendizaje de la metodología les resulta muy sencillo.

Por otra parte, este fenómeno de dar injustificadamente por sabido el significado de los conceptos tiene lugar igualmente cuando las personas intentan aprender la metodología de forma autodidacta, leyendo un libro, por ejemplo.

Yo también he sido víctima de estos sesgos cognitivos cuando comencé a dar mis primeros pasos con GTD®. Cada nueva lectura del libro, al hacerla con más interés que la anterior, me revelaba información nueva, que a pesar de estar ahí desde el principio, me había pasado desapercibida en lecturas previas, precisamente por darla por sabida.

La conclusión a la que nos lleva todo esto es que, si todos los conceptos que necesitamos aprender nos son desconocidos, es decir, si se llega a ellos por primera vez, generan fricción y, con ella, interés. En otras palabras, la fricción derivada del desconocimiento provoca una reacción ante ellos completamente distinta.

Por eso, diseñar una formación para que resulte artificialmente «fácil» es lo mismo que diseñarla para que resulte «inútil». Evidentemente hay que evitar «sobrecomplicar» las cosas, pero también hay que evitar «sobresimplificarlas». Lo correcto es transmitir la información de la manera más sencilla posible, pero no más. Dicho de otro modo, lo correcto es transmitir la información con la cantidad de fricción adecuada.

En el caso de la traducción al español de GTD®, en OPTIMA LAB hemos trabajado a fondo para neutralizar el efecto de la pérdida de fricción, y a día de hoy estamos realmente satisfechos con los resultados obtenidos en nuestros cursos de formación GTD® oficial. Creemos además que este es otro elemento más que nos sitúa a mucha distancia de cualquier alternativa «garrafón».

Las técnicas que utilizamos son diversas. Por ejemplo, empezar haciendo preguntas sobre cuál creen que es el significado del concepto en la metodología y/o en qué se diferencia del significado que ya conocen. También con numerosos ejercicios prácticos, que ayudan a interiorizar los nuevos significados de los conceptos. Otra alternativa es con dinámicas en las que unas personas explican a otras los significados de los conceptos en GTD®.  Y, por supuesto, la práctica definitiva es que cada persona construya su sistema GTD® individual validado.

Al margen de lo anterior, lo ideal sería poder tener esto en cuenta antes de diseñar cualquier cosa cuyo aprendizaje conlleva cambios significativos. De hecho, cuanto mayor sea la magnitud del cambio, mayor fricción requerirá su aprendizaje para ser efectivo.

Este es el motivo por el que la metodología de efectividad personal OPTIMA3® utiliza el denominado «ruido conceptual» para aumentar intencionalmente la fricción y, con ello, facilitar su aprendizaje.

El motivo es que mejorar la efectividad es un proceso de cambio muy significativo. Como hemos visto, si no hay fricción, no hay movimiento y, sin movimiento, no hay cambio. Si aprender algo de manera efectiva implica cambiar, queda claro entonces por qué no hay aprendizaje sin fricción.


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