¿Por qué no nos dejan trabajar desde casa? Esta es la pregunta que se formula David Blay Tapia.
Y cuando explica por qué ha escrito este libro, la justificación es clara.
¿Cuántos estáis leyendo esto y trabajáis en vuestra oficina con un ordenador y un teléfono?
¿Y cuántos tenéis en casa un ordenador y un teléfono?
Pues eso.
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Hubo un tiempo, no hace demasiado, en el que estudiar una carrera era sinónimo de tener trabajo. Y, además, esa labor tenía que ver de forma directa con aquello que habías estudiado. Si, por alguna razón, no conseguías un empleo que te gustara o satisficiera, siempre podías optar a otros menos apasionantes pero mejor remunerada.
Antes no era necesaria una altísima cualificación para afrontar según qué tareas. Pero muchas personas presentaban currículos brillantes, por encima de las exigencias del puesto requerido. Y esto no se veía como un problema, sino como una virtud: la de poder contar con un trabajador inteligente
que además de hacer bien su labor podía darte ideas para mejorar tu rendimiento empresarial.
Hoy, sin embargo, TODO ha cambiado. El paro es muy alto prácticamente en todo el mundo. Para trabajar como camarero exigen un buen nivel de idiomas (algo lógico si la mayoría del turismo es extranjero). Y hasta personas con carrera y algún máster no son capaces de encontrar su lugar.
Pero más problemática todavía es la situación de la gente de mediana edad, despedida recientemente y ubicada en un limbo laboral del que es casi imposible salir. Unas empresas no los quieren contratar por estar sobrecualificados. Y otras, por no ser capaces de adaptarse a los ‘nuevos tiempos’.
Aun así, en esos nuevos tiempos (y éste es el objetivo de este libro) no están equivocados los trabajadores. Quienes erran son las empresas. Lo demuestra el número creciente de fracasos en la apertura de ‘nuevos’ negocios que en realidad se basan en los ‘viejos tiempos’. Y en el hecho de
seguir considerando que trabajar más horas es sinónimo de trabajar mejor. Un error fatal para la mayoría de ellas.
Un amigo me pasó un artículo hace muy poco tiempo, cuyo titular era ‘El 75% de las profesiones serán nuevas en los próximos 10 años’. ¿Esto significa que no habrá sitio para los fresadores, los mecánicos, los libreros o los redactores de periódicos en papel? Sí lo habrá. Pero no supondrán, como hasta hace una década, el motor de cualquier economía.
Hoy existen Interim Managers que entran en una empresa con problemas, la reflotan y cuando acaban el trabajo se van a casa. Community Managers que crean conversaciones en redes sociales con clientes de cualquier marca. CEO de start-ups que te hacen la vida más fácil a través de una APP en el móvil. Y una fiebre del emprendimiento basada en un solo razonamiento: busca trabajo de lo que te guste, porque tienes las mismas posibilidades de encontrarlo que si buscas del que no te guste.
Internet y las redes sociales lo han cambiado todo. Pero todavía nos falta el paso definitivo: que nos permitan trabajar desde casa.
¿Cuántos estáis leyendo esto y trabajáis en vuestra oficina con un ordenador y un teléfono?
¿Y cuántos tenéis en casa un ordenador y un teléfono?
Pues eso.
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