No sabemos por qué razón las grandes instituciones y poderes del Estado español no han querido librar a España del dañino, corrupto y destructor sanchismo. Ante los muchos ataques a España, a la democracia y a la Constitución, la Monarquía, la Justicia, las Fuerzas Armadas y otros poderes y grandes instituciones deberían haber denunciado al menos al sanchismo, haciéndole ver a los ciudadanos que están destruyendo la patria común y poniendo en peligro nuestro futuro. Pero, a pesar de que los datos demuestran que la España de Sánchez retrocede en riqueza, democracia, libertades, derechos, confianza, justicia y prestigio, no han hecho nada y con esa pasividad cómplice, se han contagiado de corrupción, indignidad y bajeza moral. Los ciudadanos estamos siendo empujados hacia la pobreza, la división y el odio y nos encontramos solos frente a los que se han apropiado del Estado y están utilizándolo contra la democracia, el pueblo, las libertades, los derechos, la prosperidad y la convivencia. Las redes sociales están llenas de denuncias sobre un fraude electoral en marcha. La palabra "pucherazo" se pone de moda y son miles las denuncias de que el sanchismo prepara uno para mantenerse en el poder, aunque sea derrotado. Se habla del derecho a votar por los ausentes, sin su consentimiento, de que los votos por correo no son fiables, de que se están nacionalizando a decenas de miles de extranjeros para que puedan votar y de cambios sospechosos en los circuito claves para el recuento de votos, como las empresas INDRA y CORREOS. La decisión del pueblo pesa poco en la actual política mundial, dominada por las élites. Son ellos y no los pueblos los que quietan o penen gobiernos, sobre todo en los países más corrompidos y con sus democracia despedazadas, como es el caso de España. Si las élites quieren que Sánchez siga, habrá pucherazo, pero si quieren sustituirlo, será humillado en las urnas. España es un hervidero de sospechas y acusaciones que reflejan una inmensa desconfianza de los ciudadanos en el gobierno, lo que constituye un impedimento crucial para que exista la democracia. En la situación actual, le regeneración de la política española, destrozada y corrompida hasta niveles insospechados, se ha tornado urgente porque así no se puede continuar. Pero el problema es que además de un cambio profundo se necesita una catarsis, una salida que dignifique a la ciudadanía y purgue la vida política. En estas circunstancias, para salvarse del colapso y seguir existiendo como sociedad libre, España necesita dos cosas: recuperar el consenso de 1978 y sentar al sanchismo ante los tribunales de Justicia. Francisco Rubiales