Revista Opinión

¿Por qué no oro?

Publicado el 18 julio 2018 por Carlosgu82

Escrito por: Yolaisi Dayamis. Sígueme en TWITTER : @yolaisi_d / INSTAGRAM: @yolaisi.d12

Todos piensan y tal vez sea lo bíblicamente correcto, que dejar de orar es porque hay pecado en el hombre. Pero por más que lo analizo y pienso, creo que Dios mismo me ha susurrado que no es así, y aclaro, aunque no me interesa aclarar, para callar sus bocas sino simplemente para hablar todo lo verdadero, honesto y real. No me refiero a un susurro audible, ni a alguna manifestación sobrenatural, simplemente me refiero a esa poderosa sensación dentro de mí, que me dice que estoy bien o mal.

Una noche, una de tantas, en la que me sentía miserablemente condenada y pecadora, la más pecadora de las pecadoras, ni la hoguera era suficiente castigo para alguien como yo, como siempre, me sentía tan sucia como para acercarme a Él, que simplemente no lo hacía.

Y entonces Él me susurró, de esa forma tan dulce y suave, dijo: Ven. Y fue todo, era lo único que necesitaba escuchar. Y me hizo entender que no importaba lo “sucia” que me sintiera, siempre con toda confianza, podía acercarme a Él y platicar.

Yo sé que hay miles de predicaciones y libros que hablan acerca de la “oración”, pero aquí estoy, escribiendo mi propia experiencia, algo me sugiere que escriba, pero no lo sugiere de una forma dulce y suave, es más bien un rugido dentro de mí que ya no soporto, tengo que escribir esto, tal vez alguien más en este mundo, necesite leerlo. Tal vez se sienta igual que yo me sentí y me siento aún de vez en cuando. No sé cuando acabará, pero aquí seguimos a pie de batalla el día de hoy, aunque sienta que la pierda, su Gracia de una manera que no entiendo me hace sonreír hoy. A veces no alcanza para más y realmente es todo lo que necesito en ese momento.

Una de mis oraciones favoritas es decirle a Dios, que quiero una historia propia, única y original con Él, no menosprecio las grandes vidas y ministerios, pero tú sabes, uno también quiere abrir mares, ver una zarza ardiendo, escuchar una Voz. Bueno, al menos yo pienso así, siempre. Para que querría vivir la historia de alguien más, la forma de orar o vivir de alguien más y no quiero menospreciar el recibir consejo o dirección acerca de orar de una u otra forma (incluso yo las aplico) pero la oración, pienso, es más que una formula, lo que a un “grande” le sirvió, tal vez no me sirva a mí, o a ti, o a aquel “hermanito” de “fulanita” iglesia pentecostal, bautista, metodista, etc.

Y claro, tenemos la Biblia, la mismísima Palabra viva y reluciente de Dios, ella nos guía y nos orienta en todos los asuntos de nuestra vida, incluyendo claro, el hábito de la oración. Y cuando escribo esto, me encuentro en un momento que podríamos juzgar según los criterios religiosos, nula en la oración, pero realmente, en lo personal, yo me juzgo en exploración.

Pruebo formas y métodos diversos de oración, a veces lloro, casi siempre ( soy muy chillona), otras veces me hinco, otras me tiro en el suelo boca arriba ( esa es mi favorita), otras de “panza”, otras de pie, algunas veces sentada en la cama y otras en el piso. Unas veces grito, otras veces hablo en lenguas, otras solo guardo silencio ( esa es la más difícil para mí, porque soy mujer y además hablo mucho) también río, unas agradezco y otras me quejo de todo y de todos, incluso de Él. Unas veces tengo mucha fe y creo que literalmente una montaña aparecerá frente a mí dispuesta a echarse al mar, solo por mi fe. Pero, otras, apenas y creo en Dios. Dejo de creer en sus Promesas muy a menudo, y soy la más incrédula de las incrédulas. Quisiera que me escucharan quejar, ( no entiendo como Dios puede soportar tanto berrinche, no me imagino, cómo aguanta el mío, el tuyo y el de todos y cada uno de sus Hijos y sus creaciones, desde el principio y hasta el fin) duro trabajo el de Dios, lo bueno que no soy Él. No me toca lidiar (me) . Me quejo de mí, de Él, de mi familia, de mi propósito, de sus Promesas, de la espera, de mis problemas, del pecado, del diablo, de las tentaciones, de mi fragilidad, de mis sueños, de mis capacidades, de mis responsabilidades, de las personas que me rodean, del día, de la rutina, de absolutamente todo.

Y claro, sigo yendo a la Iglesia, también sigo diciendo “amén” en las predicaciones cuando algo me “llega”, y sigo escuchando música “cristiana”, sigo hablando de Jesús, la “solución” a todo. Sigo sonriendo cuando pienso en Él, sigo creyendo que es mi Salvador, y que no hay nada mejor que Él, sigo expresando a los cuatro vientos que lo necesito para vivir. Sería más fácil, mucho más fácil, desistir. Pero eso no se hizo para mí, y estoy segura para ti tampoco.

A veces siento que mi oración rebota en el techo, otras que hablo con la pared y algunas otras veces se me olvida decir gracias.

Agradecer en la mañana “por un día más” no me gusta, ¿para qué quiero un día más? o sea, quiero un día maravilloso, no un simple “día más” ¿en serio?

Simplemente algunas veces siento que mi oración no resuelve nada, absolutamente nada.

Y la Palabra, bueno, ese es otro cantar, no nos metamos en ese asunto tan complejo en este momento.

Hay días en los que estoy increíblemente cansada, unas veces no es solo físicamente, sino mentalmente y otras emocionalmente. Algunas veces, me encuentro lo suficientemente cansada que aunque mi pecho arda por orar, no lo hago. Y prefiero dormir. Descansar.

Y ni se diga cuando estoy molesta con Dios, ¿ molesta con Dios? Claro, me enojo mucho, me molesto, le gritó, le hablo en tono arrogante y grosero (berrinchudo), como si yo lo supiese todo, y no lo sé. Ahí, me entra una indignación, no quiero nada, ni leer Su Palabra, ni entender sus razones, nada. Nada que me recuerde que “debo ser obediente a su Voz y dirección porque Él sabe lo que hace y tiene lo mejor para mi vida”, sí claro, Él lo sabe todo.

Y aun así, podemos tener la certeza y confianza que es así. Aunque en el momento se nos pongan calientes las orejas de la indignación y la impotencia ante El Ser Supremo, que amamos y adoramos. 

Alguna vez mi hermano, me dijo que ni siquiera Dios siendo PERFECTO, tiene una relación “perfecta” con sus Hijos. Y pienso que tiene toda la boca llena de razón. Lo he intentado todo, he hecho guerra espiritual, hablado en lenguas, comienzo con adoración y hago todo un ritual, prendo velas, apago el foco, me encierro en mi cuarto, pongo música a todo volumen para que se distorsione mi llanto o mis gritos, canto, aplaudo, brinco, a veces escribo, escribo poemas (me pongo romántica), o reflexiones como éstas, he compuesto canciones, leo salmos, invento coreografías, escribo ideas para mi ministerio, sueño, duermo y me despierto solo para acomodarme bien en la cama, si es que me quede hincada o “echada” en el suelo. Veo predicaciones, busco significados etimológicos y utilizo las palabras adecuadas al orar; otras veces ni sé que digo, ni como lo digo, hablo tan informalmente que llego a creer que Dios ni siquiera me está prestando atención. Aplico la Sangre, lo pido todo en Nombre de Jesús y otras veces solo puedo llorar. Unas veces lloro de tristeza, otras de alegría, otras de rabia e impotencia al no entender sus planes y propósito para mi vida.

Y luego, entra en juego Él, claro, hay que hablar de Él también, hay días que, siento que me invita gentil y dulcemente, unas me insiste desesperadamente y otras me seduce y me conquista, con el día, las circunstancias a mi favor, en fin, algo hace, que me seduce y tiene a sus Pies, otras veces me quebranta y me obliga a adorarlo “voluntariamente” ( esas veces en las que todo va mal, todo está mal y no te queda más que hincarte y clamar, a esas veces me refiero) otras veces es tierno, a veces funge de amigo, confidente, consejero, a veces no aconseja nada y solo escucha,( es paño de lagrimas) unas veces me hace reír o llorar de la felicidad, a veces es Padre, a veces es mi amor, mi único amor verdadero, la mayoría del tiempo creo y siento que me acompaña cuando como o tomo café, ya sea muy de mañana o a la medianoche, siempre está Él, listo para hablar o para callar, pero siempre, siempre está, no puedo quejarme de que se va, aunque hay días que realmente me siento en completo abandono; pero simplemente sé que está, porque lo prometió y es una de las dos promesas que me sostienen, puede caerse el mundo entero, puede no cumplir ninguna de sus otras “quinientas mil promesas” para mi vida, ( puede que no se cumplan ni uno solo de mis sueños y nunca presentarme al hombre de mi vida, estoy soltera, jajaja) pero que no dejen de cumplirse esas dos promesas, la primera que NADA, absolutamente NADA ni NADIE podrá separarme de Su Amor, ni siquiera yo y está complejidad suprema de la cual, también me quejo en ocasiones y otras tantas le agradezco, digo, si no, no creo que estuviera escribiendo esto. Y la segunda promesa, es que SIEMPRE ESTÁ ( hasta el fin del mundo) esas son mis dos columnas, las que me sostienen y me tienen aquí, aún, creyendo en Su Fiel Amor.

Y sí, hay días, que no oro, que no leo su Palabra y hay días que incluso lo hago a propósito, le pido “tiempo” como si fuésemos novios, porque siento que sus razones me asfixian. Y simplemente no las comprendo. Pero eso no me hace dejar de amarlo, como lo hago, ni dejar de creer en Él como creo o dejar de adorarlo. No me impide ir a la Iglesia, ni hacer mi célula, ni hablar de Él. Sigo diciendo que es el amor de mi vida, y que se acerquen a Él todos los que están cansados y cargados porque Él los hará descansar, aunque sienta este peso horrible en mis hombros.

Y no sé si después de sincerarme de esta manera, usted siga creyendo que soy cristiana, sinceramente a estas alturas cada vez me interesa menos lo que piensen los demás de mí, lo único que sé, es que realmente necesitaba expresar este pensamiento que rondaba por mi mente y corazón por meses y meses.

Lo increíble de todo, es que no importa como ore o platique con Dios, siempre, ya sea llorando de tristeza, molesta o con una sonrisa de alegría, siempre al final, mi corazón y todo mi ser respira profunda y pacíficamente. En plenitud y con nuevas fuerzas.

Y así, son las cosas por aquí, en mi vida y en mi corazón, en mi propio mundo, en mi propia historia con Él. ¿ Lo conozco? Espero que sí. Creo que sí. Solo que no diga que no me conoce.

Así que antes de que me den el simple argumento que no oro porque estoy en pecado ( y me manden al infierno) explíquenme todas estas variantes tan complejas, tal vez soy solo yo, o tal vez somos todos, pero casi nadie se atreve a aceptarlo. Creo que esta es la expresión de una relación VIVA y REAL con un DIOS VERDADERO, VIVO y REAL.

P,D Aquí les anexo uno de mis versículos favoritos, que realmente me llenan de esperanza. Tal vez lloremos por la noche, pero en la mañana estaremos felices.   Salmos 30:5

                                                                                                           

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¡BENDECIDA SEMANA! 


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