tengo la permanente necesidad de estar haciendo algo productivo, o me siento mal, culpable de perder el tiempo, de desaprovecharlo. ahora mismo, bien pasada la medianoche de un día entre semana, escribo esto, mientras escucho un podcast a doble velocidad.
¿por qué no puedo parar?
según he leído escuchado bastante al respecto, y podría estar padeciendo síndromes varios: ociofobia, «la enfermedad de la prisa», «el síndrome de la vida ocupada«. no enfermedades en sí, pero sí estados vitales a revisar.
todos ellos apuntan a que tienes una especie de horror vacuii a ti misma, aquello de no quiero parar porque entonces me pondré a pensar. pero no es mi caso, porque también dedico tiempo a rumiar, y no es algo que me asuste a día de hoy, ya conozco mis luces y mis sombras.
tampoco es por competitividad, porque ésa no es una característica que me defina. debo ser de las pocas personas que realmente disfruta con participar….
y el caso es que, el hecho de no poder parar no me impide disfrutar. me gusta hacer todo lo que voy metiendo en mi agenda, que cada vez tiene menos huecos.
pero entonces, ¿por qué no puedo parar?
pues creo que lo tengo. ¡albricias, eureka! habemus conclusión: no puedo parar porque no me gusta mi trabajo. hale, ya lo he dicho.
sea este un ejemplo vivo de por qué escribo, pues ha sido sobre la marcha, según le daba a la tecla, cuando he visto la luz. abarcando cada vez más actividades adicionales a mis obligaciones, trato de demostrarme a mi misma y/o al mundo (esto no lo tengo muy claro), que mi día a día no solo se compone de hacer muchas horas algo que ha dejado de interesarme (mi profesión) y otras tantas cosas que «tengo que hacer» (véase, la colada), sino todo lo contrario. cada día hago un montón de cosas que me gustan, me aportan, me enriquecen, me divierten, cosas que he elegido yo. sobre todo, esto último.
me da que estoy intentando compensar mi hastío laboral (y, a veces, vital) con una ración extra o dos de autocuidado. lo cual está muy bien en parte, porque ahora es verdad que tengo una vida personal mucho más rica que hace un par de años (ya no solo soy «mama»), pero también tengo que tener cuidado.
sea como sea, tengo que aprender a parar un poco, porque soy consciente de que me va a acabar afectando a mi calidad de vida y, por ende, a mi salud.
escribía yo misma hace tiempo que una de las formas de entrenar el cerebro es procurar tener, de forma consciente, períodos de «no hacer nada» cada día, pero casa del herrero…
y también lo dice Valentín Fuster, que de esto sabe un poquito más que yo, que para tener calidad de vida «Encuentre 15 minutos al día para usted. Y piense dónde está y a dónde va. Empiece por su cerebro».
al final, voy a tener que hacer otro huequito en mi agenda para meter ese cuartito de hora de reflexión cada día, y empezar a dibujar un nuevo rumbo, antes de que la vida me lleve a la deriva.
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