Por. Sr. T.
Hablar del consumo de drogas ilegales resulta ser un asunto sumamente complejo, su amplia extensión por prácticamente todos los países del mundo lo convierten en uno de los temas comunes a toda la humanidad y su análisis, requiere de aproximarse desde varios ángulos que van de lo económico a lo social pasando por el aspecto psicológico y la moral.
La cruda realidad nos demuestra que haber mantenido fuera del amparo de la ley al negocio de las drogas es algo que jamás debió ocurrir. Al criminalizar la actividad, lejos de detener el consumo de sustancias nocivas para la salud, se incentivó el aumento de los márgenes de ganancia invitando a un mayor número dejugadores a participar del jugoso negocio. Obligadas a mantener la clandestinidad de la actividad, las organizaciones criminales tomaron el control en los únicos términos posibles; “la ley del más fuerte”.
Resulta lógico que al tratarse de un mundo al margen de la ley, las condiciones que imperan al interior son violentas y reguladas exclusivamente por los pactos y códigos establecidos por los mismos grupos delincuenciales.
Para entender mejor la evolución del fenómeno resulta interesante revisar un evento histórico crucial para el negocio de las drogas, que se remonta en el tiempo hasta las Guerras del Opio ocurridas entre el Imperio Británico y China, durante el período comprendido entre 1830 y 1860. El conflicto fue iniciado por la Gran Bretaña para obligar a China a comprar el opio que producía en la India a través de la East Indian Company, que desde el año de 1757 operaba en las posesiones británicas de las llamadas Indias Orientales. Ante la negativa de China para comerciar el opio británico, el imperio europeo escaló el asunto hasta llegar al enfrentamiento bélico entre los años de 1839 y 1842, que a la postre ganó y tras el cual, sometió al gobierno chino en sus términos. La única finalidad de proceder con ésta guerra, fue la de compensar la balanza comercial contraria al gobierno británico en la relación económica con China, es decir, Only Business.
Fue éste el primer evento documentado de la historia moderna en el que una potencia mundial deliberadamente, tomó el control del comercio de estupefacientes que dicho sea de paso, constituía una actividad ilegal tanto en Gran Bretaña como en China, para obtener beneficios económicos pasando por alto cualquier barrera legal, ética o moral que pudiese existir, convirtiendo al imperio británico, en el primer gobierno protector de cárteles del narcotráfico con alcance mundial.
Desde aquel primer evento en el que los enormes flujos económicos del mercado ilegal, compensaron con creces las pérdidas del comercio lícito, el interés de las grandes potencias por controlar y beneficiarse del mercado de los estupefacientes no se ha visto disminuido. Uno de los ejemplos recientes más sólidos de tal afirmación, se verifica en el reporte emitido en el 2011 por la UNODC (Oficina de las Naciones Unidas para las Drogas y el Crimen por sus siglas en inglés), en el que refiere que la crisis económica iniciada en el 2008 en los Estados Unidos, fue resuelta gracias al dinero proveniente del narcotráfico. La misma dependencia reportó que los bancos norteamericanos, lavaron en el año 2009 aproximadamente 580 mil millones de dólares, lo que podría explicar la razón por la que los Estados Unidos, lograron salir tan pronto de la crisis cuando fueron ellos mismos quienes la provocaron y de la que varios países, aún hoy en día, siguen pagando sus consecuencias.
Es evidente que desde las Guerras del Opio, el negocio ilegal de las drogas obtiene cada vez mayores beneficios. Así lo reporta la misma UNODC en su informe del año 2015 en el que indica que aproximadamente el 5.3% de la población mundial, es decir, casi 387 millones de personas mayores de 18 años, consumió algún tipo de droga prohibida, representando el segundo mayor negocio ilícito a nivel mundial, pero el número 1 en cuanto al margen de ganancias.
La ilegalidad del mercado de las drogas además de ofrecer las inmensas ganancias libres de cargas fiscales, genera otros negocios colaterales igualmente productivos como el de la venta de armas, destinadas a mantener las guerras en contra de los cárteles del narcotráfico que bien pueden estar dirigidas por los gobiernos, o surgir de entre los mismos grupos de delincuentes en disputa de una mayor tajada del negocio. Según la UNODC al finalizar 2012, el negocio de las armas superó los 31 mil millones de dólares tan sólo en los Estados Unidos.
El gobierno británico es sin dudarlo, pionero en traficar con una mercancía que era ilegal tanto en el lugar de origen como en el destino, justificando su acción inmoral y contraria a su propia ley simplemente por beneficios económicos a los que no ha renunciado hasta el día de hoy, sirviendo de ejemplo a otras naciones que convenientemente se le han adherido.
Es la globalización (de los mercados financieros y de productos), impulsada vigorosamente muy en especial por los gobiernos británico y estadounidense desde mediados del siglo XX y en particular desde la década de los 80s, uno de los elementos esenciales que explican el inmenso crecimiento y fortalecimiento de los negocios ilegales en el mundo. Las nuevas tecnologías facilitan la aparición de los muchos paraísos fiscales alrededor del orbe, que resultan muy útiles para ocultar los recursos económicos tanto como la identidad de los participantes del negocio. Según Lynnley Browning de la agencia Bloomberg de noticias, la lista de los paraísos fiscales del mundo la encabeza Suiza, seguida de los Estados Unidos, Gran Bretaña (a través de las Islas Caimán y Hong Kong), inclusive Alemania figura en el séptimo lugar de la lista. Es decir, las jugosas ganancias del comercio ilegal (no solo drogas), cruza por las estructuras financieras controladas por las grandes potencias mundiales encabezadas por los Estados Unidos y la Gran Bretaña. La extensa red de bancos con sede en los países más poderosos que como telarañas se han diseminado alrededor del mundo, constituyen el mecanismo perfecto para recibir, transportar y ocultar el dinero de los negocios ilegales.
Así como en el siglo XVIII al imperio británico no le importó que miles y miles de chinos destruyeran su vida e incluso murieran como consecuencia de la adicción al opio, de igual manera los dirigentes del negocio de las drogas modernos, son sordos al clamor social de hoy en día, con la diferencia de que ahora, incluso embisten contra sus propias poblaciones.
Atendiendo al número de muertes por consumo de drogas reportadas por la UNODC en 2017, existen tres grupos de países que encabezan la lista.
- Grupo uno: Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y Australia.
- Grupo dos: Rusia, Ucrania, Lituania y Estonia.
- Grupo tres: Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca.
A diferencia de lo que podría pensarse, prácticamente todos éstos países forman parte del llamado primer mundo en los que se goza de sistemas democráticos y de economías sólidas.
Un dato a resaltar es que salvo los países del grupo tres, el resto estuvieron involucrados en las Guerras del Opio o se encontraron bajo el influjo de los ganadores: Irlanda y Australia como extensión del imperio británico, mientras que Ucrania, Lituania y Estonia como parte de la extinta Unión Soviética.
Son precisamente las ciudades de las principales potencias económicas del mundo, el lugar donde se asientan los más importantes mercados de estupefacientes que para ser surtidos, requieren de indispensables redes clandestinas a las que se les permita operar más o menos libremente, de modo que no se vea limitado el flujo de las drogas pero sobre todo, de las ingentes ganancias que se harán circular por los mecanismos financieros que los mismos gobiernos controlan y que son al final de cuentas, el objetivo primordial de la actividad. ¿Recuerdan? … Is Only Business.
Históricamente (aunque esto va cambiando a través del tiempo[1]), han sido ciertos países pobres o en vías de desarrollo, los encargados de producir las drogas. Inicialmente todos los estupefacientes provenían de productos naturales que requerían ser cultivados a escala industrial y por ello, los países con abundante población campesina y pobre, resultaron ideales para producir a bajo costo las materias primas necesarias para abastecer los mercados del primer mundo. Esto puede constatarse en el Resumen Ejecutivo del Informe Mundial sobre las Drogas del 2016 publicado por la UNOCD en el que dice:
“La relación entre el desarrollo económico y las drogas es particularmente evidente en el caso del cultivo ilícito para la producción de drogas. En las zonas rurales, algunos problemas socioeconómicos como la pobreza y la falta de medios de vida sostenibles son factores de riesgo importantes que llevan a los agricultores a dedicarse a esos cultivos”.
Si revisamos la lista negra de los veintidós países con mayor producción de drogas según la
administración Obama, que en orden alfabético son:
+ Afganistán+ Costa Rica+ India+ Panamá+ Bahamas+ Ecuador+ Jamaica+ Perú+ Belice+ El Salvador+ Laos+ República Dominicana y+ Birmania+ Guatemala+ México+ Venezuela+ Bolivia+ Haití+ Nicaragua
+ Colombia+ Honduras+ Pakistán
Notaremos que todos los países incluidos, cuentan con algunos de los índices más altos de personas pobres en el mundo de modo que el negocio ilegal de las drogas, constituye un motivo más para que dichas economías, se mantengan deprimidas a toda costa de modo que los mercados no sufran por falta de mercancía.
Como en cualquier otra actividad comercial, la distribución constituye un factor crucial para el éxito del negocio. Evidentemente que por tratarse de un comercio ilegal la delincuencia no puede transportar sus mercancías a la vista de todos y sin embargo, utiliza los mismos medios y cruza por los mismos sitios por donde la mercadería legal lo hace pues no existen otros. Recordemos que los mayores mercados, se sitúan en las principales ciudades de importantes países del primer mundo y es hasta allí, que las drogas deben llegar. Para ello habrá que recorrer cientos de miles de kilómetros, por tierra y mar principalmente, y atravesar decenas de controles aduanales de varios países hasta llegar al destino final. Una vez dentro del territorio del país destino, hay que hacer que las drogas lleguen a las principales ciudades lo que obliga a que la mercancía, recorra el territorio de norte a sur y de este a oeste. Resulta muy difícil de creer que a lo largo de semejante recorrido, ninguna autoridad logre detectar las miles de toneladas que diariamente atraviesan por las aduanas, así como resulta inverosímil que con la tecnología moderna (capaz de localizarnos en un mapa en cualquier parte del mundo a través de nuestro pequeño teléfono móvil), no puedan ser detectados y destruidos los enormes cultivos de amapola, cannabis, hoja de coca, etc. Para que las drogas lleguen del punto A al punto B sin problemas, es necesaria la participación de las aduanas que en todos los casos, son representantes de la autoridad fiscal y legal de los gobiernos del país al que pertenecen y por lo tanto, forman parte del gobierno en ejercicio del poder. Sin importar que los gobiernos sean de izquierda o de derecha, hayan sido electos por mayoría popular o constituyan una dictadura, las drogas nunca detienen su marcha y las enormes fortunas que generan tampoco lo hacen. En este punto, todos los gobiernos son aliados y defensores de los principios del mercado.
Desde la perspectiva doméstica, las autoridades federales, estatales y locales según corresponda, han sido incapaces de detener el tránsito de las ingentes cantidades de drogas ilegales en el interior de sus respectivas demarcaciones lo que solo se puede explicar, a través de la complicidad con los delincuentes.
Según el informe emitido por la UNODC en 2017, el tráfico general de drogas aumentó desde el 2015 alrededor de un 30% a nivel mundial, es decir, existen más cultivos, más laboratorios, más tránsito de mercancías, más consumidores y un mayor flujo de dinero alimentando un negocio que viene practicándose bajo un esquema similar, al menos desde los años cincuenta del siglo XX y que los gobiernos del mundo entero pese a sus “enormes esfuerzos” por eliminar, solo han sido capaces de hacer prosperar.
Tomando las cifras del informe emitido por el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza en 2013 y las publicadas por el diario El Economista el 30 de julio del 2018, extraídas del reporte emitido por la UNODC para ese mismo año, las ganancias de las drogas se reparten de la siguiente manera:
Si consideramos ciertas las cifras se puede observar sin lugar a dudas, que la mayor parte de las ganancias provenientes del mercado ilegal de estupefacientes, se queda en los países consumidores, es decir, en las economías más robustas desde donde se transfieren los recursos (infinitamente menores), a las economías productoras mucho más débiles. Como el dinero manda, es fácil identificar en donde opera el control del negocio de las drogas ilegales en el mundo.
Mantener la ilegalidad del comercio de las drogas es una forma muy efectiva de conservar y fortalecer la impresión de participar de un negocio peligroso, en el que el riesgo de perderlo todo inclusive la propia vida es enorme y por, ello los altos precios del producto están más que justificados. También permite a los gobiernos en control, mantener o eliminar discrecionalmente bajo el amparo de la ley a los jugadores según le convenga. Si consideramos el número de adictos, notaremos que existen más de 386 millones de consumidores que saben directamente, a quien acudir para conseguir algún tipo de droga ilegal. A ésta cifra habrá que agregar el número de personas que sin ser consumidores también lo saben en forma indirecta con lo cual, fácilmente alcanzaremos los 500 millones de personas comunes, que sin ningún tipo de labor de inteligencia, fueron capaces de detectar al menos uno de los eslabones de la intrincada y larga cadena de suministro. Resulta igualmente inverosímil que las autoridades de las mayores potencias mundiales, dotadas de la más sofisticada tecnología y del personal mejor capacitado posible, sean incapaces de desarticular un negocio normalmente operado, según nos han hecho creer, por campesinos luchando por no morir de hambre y gente pobre y sin educación que habitan las zonas marginales urbanas.
Ahora bien, tratándose como se trata de una actividad clandestina a la que no se le puede permitir actuar en completa libertad, en un manifiesto ejercicio de una evidente doble moral, los gobiernos dominantes imponen a otros más débiles, el combate frontal contra el narcotráfico que en sus propios países no aplican.
El esquema general del negocio de las drogas ilegales ya ha quedado dibujado. Países pobres producen la materia prima necesaria y en algunos casos la procesan. Países ricos la consumen (aunque en la actualidad el consumo en los países pobres también es muy significativo). Los sistemas financieros mundiales reciben, lavan y devuelven a la economía formal el dinero producido por el narcotráfico, todo esto, con la participación y apoyo de las autoridades de los diferentes niveles a lo largo de toda la cadena.
En el año de 1999, se publicó una fotografía en la que aparecen abrazándose Richar Grasso, ex presidente de la bolsa de valores de Nueva York (Wall Street) y Raúl Reyes, uno de los líderes de las FARC en “la machaca” un caserío situado en la selva colombiana. Al señor Grasso lo acompañaban Alain Murban, vicepresidente de la bolsa de Nueva York y el asesor James Esposito.
¿Qué podrían tener de interesante las FARC para Wall Street como para reunir a semejantes personalidades?[1]
Debido a la clandestinidad de las operaciones, conocer el valor preciso del mercado es prácticamente imposible pero algunas fuentes, indican que podría ser hasta de 900 mil millones de dólares anuales. Ese dinero evidentemente no se transporta en carretas sino que se incorpora mediante el sistema bancario mundial a la economía formal.
El asunto es que el sistema bancario no está basado en el ahorro sino en la deuda, deuda que debe ser cubierta de algún modo con recursos líquidos para lo cual, el producto del comercio ilegal de todo tipo, pero en este caso el de las drogas, resulta fundamental para el sostenimiento del sistema. Si colapsan los bancos, colapsa el sistema financiero y con éste la economía juntamente con el Estado, por tal motivo, desestabilizar el mercado de las drogas producirá un caos generalizado del sistema económico mundial.
En el año de 1997, los grupos talibanes de Afganistán tomaron control del país y destruyeron los campos de amapola. El suministro de opio en el mundo se vio afectado y como consecuencia, las economías de Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas sufrieron un fuerte golpe que afectó también gravemente a Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Incluso las bolsas de Londres y Nueva York se vieron seriamente amenazadas.[2]
Con el pretexto de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York, los Estados Unidos en alianza con Inglaterra más una pequeña participación de
Canadá y Australia, decidieron invadir Afganistán en octubre del 2001. Para lograr su objetivo, el gobierno de George W. Bush estrechó lazos con lo que se llamó la Alianza del Norte cuyos líderes, no eran otros que aquellos que controlaban los escasos cultivos de amapola restantes en el territorio y quienes aportaron un buen contingente de tropas terrestres. Como resultado de la guerra de invasión, el nuevo gobierno impuesto por las potencias ocupantes, reasumieron el control de la producción del opio cultivando de nuevo los campos de amapola lo que favoreció que muy pronto, el sistema financiero recuperara los cuantiosos suministros de dinero en efectivo.[3]En el 2017, la producción de opio creció en 87% y las hectáreas cultivadas un 63%[4] lo que deja en claro, que la guerra contra el terrorismo que prometía de paso acabar con el mercado del opio proveniente de Afganistán no es solo un fracaso, sino una farsa.
Hemos hecho un somero recorrido desde las Guerras del Opio ocurridas en 1830, hasta la Invasión de Afganistán iniciada en 2001 que sigue vigente hasta nuestros días. Durante los 189 años transcurridos, las potencias a la cabeza del mercado ilegal de las drogas son las mismas y la codicia continúa siendo la razón principal para mantener la ilegalidad de los mercados de las drogas. Si acaso, los principales cambios los constituyen las modernas tecnologías capaces de gestionar en cuestión de segundos, increíbles cantidades de dinero, y la hegemonía impuesta por el capitalismo liberal que ha favorecido la internacionalización de las operaciones y el crecimiento de los mercados.
[1] Fuente: https://otralectura.com/2017/06/21/las-drogas-base-de-la-economia-mundial/ [2] Fuente: https://otralectura.com/2017/06/21/las-drogas-base-de-la-economia-mundial/ [3] Fuente: https://otralectura.com/2017/06/21/las-drogas-base-de-la-economia-mundial/ [4] Fuente: https://www.elindependiente.com/sociedad/2019/03/03/afganistan-el-jardin-del-opio/ [1] Los avances en el conocimiento para la elaboración de “drogas de diseño” a base de elementos químicos prescindiendo de los productos naturales, han provocado que países como Holanda, se erijan como el primer productor de anfetaminas a nivel mundial.