Recuerdo con nostalgia lo inocente que fui al no saber reconocer a las personas con malas intenciones en mi entorno más cercano, siempre confié más allá de lo posible, más allá de lo permisible.
Lo conocí por medio de mi trabajo y una amistad en común, el tiempo transcurrió de lo más normal hasta que nos hicimos “pareja”, este fue mi primer error, pensar que yo era su “media mitad”.
Nunca fui su prioridad, nunca compartió los mismos intereses que yo, y eso debió llamar mi atención, pero no fue así, simplemente lo dejé pasar como muchas otras cosas.
Abrí los ojos para encontrarme con una realidad alterna, de esas que no quieres ver pero que siempre han estado allí esperando por tu atención, de esas que todos saben pero que nadie menciona; pero ¿Qué encontré?
Encontré que no era suficiente para su altura (estatus le dicen), encontré que ningún hombre necesita una mujer independiente a su lado, eso los impulsa a humillar, vejar y mancillar. También encontré que la aparente distancia sobre “mis asuntos y prioridades” era un mensaje claro de su falta de interés, y en consecuencia pasó lo que tenía que pasar: el distanciamiento definitivo. No hubo una palabra, no hubo despedida, no hubo un mensaje o llamada. Todo quedó como un papel en blanco.
El tiempo comenzó a desatar estragos sobre mí, miles de interrogantes en mi cabeza: ¿qué pasó?, ¿qué hice mal?, ¿por qué lo hizo?, etc., etc., etc.
En consecuencia, mi autoestima llegó al sub-suelo, me llené de años que no tenía, el mundo se hizo pesado (y quería bajarme del planeta, ya estaba mareada), lo mejor vino cuando desperté ante una realidad evidente.
Me desperté un día tratando de encontrar en el espejo el rostro de una persona que ya no existía, no había ni rastros de mi antiguo “Yo”, ni física ni emocionalmente, tal vez pasó lo peor y esto resultó ser lo mejor.
Renacer entre las cenizas no es fácil, pero ha resultado gratificante, y entretanto siempre repaso algunos detalles del pasado (la mente de una mujer no olvida y es muy insistente), observando nuevos hallazgos: ¡cuando la mujer se supera a sí misma, ésta resulta incontrolable y difícil de dominar – este era el problema- eureka…!
Me recuerdo indomable, intelectual, instruida, profesional de la ingeniería, nada ingenua para algunas cosas y muy ingenua para otras, con buenos ingresos económicos e independiente; esto pesa mucho para un hombre común y este ridículo “mar de virtudes naturales” se convirtió en mi supuesto error.
Lo peor ya pasó, ahora en etapa de reconstrucción veo la otra cara de la moneda, conservo mucho de mi esencia anterior, sigo siendo yo, con otra edad con otras perspectivas sobre la vida y mi entorno, anteriormente puse mi felicidad en manos de una persona –un hombre- y esto me costó 10 años de reconocimiento y reconstrucción.
Diez años tardé en abrir los ojos ante algo tan simple y evidente, la felicidad no está en manos de otra persona, no está en manos de la media naranja. La felicidad la encuentras en el reconcilio contigo mismo, la aceptación de tu perfil y esencia.
La mencionada reconstrucción me condujo a conocerme a profundidad, me llevó a identificar en mi nuevos gustos y placeres, comencé a aceptar que los años no envejecen ni pesan, solo da una idea relativa de la línea espacio-tiempo y hasta me atrevo a decir que la edad es una condición mental porque sigo conservando y despertando energías en reserva, mente joven, alma esbelta y espíritu indomable o lo que ahora llamo – soy una jovencita de 42 años- (sin caer en lo ridículo).
Cada día antes de dormir y al despertar, encuentro en el espejo a una hermosa morena de ojos claros con mucha calma en la mirada y mucho calor en la sangre, con ganas de comerse el mundo y sobre todo con el autoestima reconstruida y fortalecida.
Conocerme, estar sola conmigo misma y mis pensamientos, adoptar la soledad como estilo de vida saludable (sin estorbos ni complicaciones), llevarme a mí misma de viaje o de paseo, me mostró una cara de la felicidad que pocos han explorado peor que alguna vez debe ser explorada y disfrutada.
La felicidad siempre estuvo en mis manos…!