Soy orgullosa… Lo sé y estoy trabajando para cambiarlo. Nunca me ha gustado pedir ayuda porque lo asocio a debilidad. Desde siempre he sabido resolver mis problemas yo solita (no sé si de forma correcta siempre) y en el embarazo no tuve ninguna duda de que podría con todo.
Sin embargo, nunca me sentí tan vulnerable como cuando nació mi hijo. Estaba debil física y mentalmente. Los primeros días en el hospital fueron difíciles porque tardé en recuperarme después de la cesárea. Además, que no fuera parto vaginal fue una derrota para mí… Ahora, desde la distancia, no entiendo porqué pensé eso.
Necesité ayuda de todos y eso me puso de muy mal humor. Además, sentía que al resto les despertaba una sensación de fragilidad. Quizá no fue así, pero yo misma me fabriqué esa idea. Un poco egocéntrica ahora que lo pienso…
¿Por qué nos juzgamos?
Cuando llegué a casa, tomé las riendas y pensé, equivocadamente, que si quería que el resto me viera como una BUENA MADRE (qué mal suena), debía acotar, limitar e imponer… Así que, literalmente, fueron días de cargarme con todo para demostrame a mí misma que lo estaba haciendo bien. Fue una lucha mental, hormonal y física contra mí misma. Un poco absurdo, sí.
Ahora, cuando hablo con amigas embarazadas, les digo que se mentalicen de que van a necesitar ayuda. Que no es negativo y que creerse SUPERwoman lo único que trae es mucho sueño, dolor de espalda, mala leche y no estar al 100% en algunos momentos.
Solo es una pequeña reflexión… ¿Os sentís identificadas? ¿Por qué nos cuesta pedir ayuda?
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