“Bendice a aquel que crees que te ha ofendido porque te está mostrando que tú no te respetas”. Enric Corbera.
Es simple, pero no es fácil, todo es una suposición
Las palabras duelen sólo por la forma en que las interpretamos.
Las personas muchas veces nos sentimos ofendidas por lo que alguien hizo. Lo sorprendente es que nadie nos ha ofendido. En todo caso preguntémonos qué es lo que nos refleja esa persona que hace que nos sintamos tan mal.
Muchas veces son nuestras expectativas o lo que esperábamos de esas personas, las que nos hieren. Y las expectativas son imaginarias, no son reales. Todo es una suposición.
El hábito de sentirnos ofendidos por lo que nos hacen (nadie nos “hace” nada) desaparece cuando conocemos la fuente de las “ofensas”. Y ésta es: la suposición. La cual, basada en nuestro punto de vista, nace de nuestras creencias.
Nuestras propias ideas son las que nos lastiman
Si por ejemplo, esperaba que mis padres me dieran más amor y no me lo dieron, no tengo por qué sentirme ofendida, yo nunca sabré si ellos hicieron lo que creían que tenían que hacer…
Si esperaba que mi pareja reaccionara de una forma y no lo hizo… él no me hizo nada. Es la diferencia entre las atenciones que esperaba que tuviera conmigo y las que realmente tuvo, las que me hieren. Eso está en mi imaginación y forma parte de mis creencias.
¿Enojados con Dios?
A veces sentimos que Dios no nos quiere o nos ofende porque “nos manda” una situación terrible: una enfermedad, un caos financiero, un abandono… otra vez son mis creencias sobre lo que debería hacer Dios, las que me lastiman. Dios jamás ofende ni daña a nadie.
Cuando nacemos no enjuiciamos. Poco a poco nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros padres, la sociedad y los medios de comunicación nos enseñan. Se crea una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de nuestra vida y de cómo deberían actuar los demás.
Esta novela no tiene nada que ver con la realidad.
Las experiencias negativas dejan huellas más profundas que las positivas
Cuando una persona es maltratada por alguien, deja esa experiencia en su “inventario”. Y cuando conoce a alguien, tiene miedo porque trata de ver si la nueva persona repetirá las mismas actitudes que la que la hirió. Saca una experiencia de su inventario negativo. Se pone los lentes de esa experiencia y ve a las nuevas personas y vivencias con esos lentes.
¿Resultado? repetimos los mismos problemas y experiencias negativas. El inventario negativo sigue creciendo. Lo que hace es estorbar. No nos deja ser felices. El inventario negativo aumenta año tras año porque solo vemos el pasado y sacamos experiencias de allí ante cualquier circunstancia en el presente.
Una de las mayores fuentes de ofensas es la de tratar de imponer nuestro punto de vista a otra persona y guiar su vida. Cuando le decimos lo que debe hacer y nos dice “no”, creamos resentimientos por partida doble (se forma un círculo vicioso):
- Hacia nosotros porque vemos que la otra persona no hace lo que queremos.
- La otra persona se resiente y ofende porque no la aceptamos como es.
Nada nos pertenece en este mundo de ilusiones
Ni la naturaleza, los padres, hijos, amigos o parejas nos pertenecen. No los podemos atrapar. No son nuestros. Ni las tierras, las aguas, ni el aire, las mascotas a las cuales también mucha gente se apega. Sólo podemos meter las manos, sentir el correr del agua, y dejarla seguir. Podemos disfrutarlo, no podemos retenerlo.
Cualquier intento de atrapar a cualquier persona la va a lastimar igual que si alguien lo intenta con nosotros. Tan sólo disfrutemos el momento presente de expresar amor, disfrutar, abrazar, correr, caminar, contemplar un paisaje y respirar profundo.
12 maneras de perdonar a quiénes creemos que nos han hecho daño
- Comprendamos que nadie nos ha ofendido. Son nuestras ideas sobre cómo deberían actuar las personas y hasta Dios, las que nos hieren. Estas ideas son producto de una historia personal que hemos aprendido desde la infancia de forma inconsciente.
- Reconozcamos que la mayoría de las personas nunca va a cuadrar con las ideas que tenemos. Ellos tienen las suyas.
- Dejemos a las personas SER. Que cada quien guíe su vida como mejor le plazca. Es su libre albedrío y su derecho divino. Demos consejos si nos lo piden, pero permitamos que tomen sus decisiones.
- Nadie nos pertenece: ni padres, amigos, o parejas. Todos formamos parte de un engranaje.
- No pensemos ni analicemos mucho. Abrámonos a la posibilidad de nuevas experiencias. Observemos el fluir de la vida. Nuestra visión cambia cuando nos quitamos “los lentes oscuros”, el resultado es la limpieza mental que se traduce en una nueva percepción.
- La perfección no existe, ni el padre, amigo, o pareja perfectos. Es sólo un concepto pero en realidad NO EXISTE. Es algo imaginario. Entonces la frustración y la decepción no tienen sentido.
- Aceptemos y amemos a las personas como son y no como queremos que sean.
- Disfrutemos de la vida. La vida real es a veces más divertida que cualquier idea que tenemos. Algún día me complacerá decirlo por experiencia propia.
- Imaginemos que esa persona que nos ofendió está sentada con nosotros. Preguntémosle por qué nos ofendió. Escuchemos su explicación y perdonémosla. Aprovechemos para decirle si la queremos. Si se trata de un ser querido que no está en este mundo, utilicemos esta misma dinámica y despidámonos amorosamente. Sentiremos mucha paz.
- Sólo tenemos tiempo para vivir, disfrutar y ser felices. Tomemos consciencia de lo inútil que es gastar tiempo en pensar en que otros sólo quieren ofendernos. Cada quien tiene sus ocupaciones propias.
- Es natural pasar un periodo de duelo al perdonar, dejemos sanar la herida.
- Aprendamos a reconocer los errores que cometimos, corrijámoslos y volvamos a elegir que hacer.
¡Feliz vida!
Namasté