La razón vital de Ortega observa las cosas como acontecimientos vitales o históricos, es decir, como efectos que transcurren entre un porqué y un para qué; o dicho de otra manera: que “progresan” desde un porqué hacia un para qué. La mentalidad esencialista ha considerado que el “progreso” es un acontecimiento que tiene realidad por sí mismo, es decir, que estamos determinados a progresar, queramos o no. Para el raciovitalismo de Ortega, las cosas van construyéndose históricamente, pero no necesariamente (no a la manera esencialista): el progreso depende de quienes tenemos que progresar, es una responsabilidad nuestra, y para llevarlo a cabo, hemos de tener claro el porqué y el para qué… cosa que hoy no está en absoluto garantizada.