Poco después de los atentados del 11M que mataron a 191 personas e hirieron a 1.991, José María Aznar llamó a los directores de los principales medios españoles y extranjeros y a las cancillerías del mundo para asegurarles que “ETA lo había conseguido”.
En aquellos momentos un medio árabe de Londres publicaba un comunicado de Al-Qaeda que se atribuía la autoría, pero podía ser una bravata, y el Gobiern seguía culpando a los terroristas vascos.
Gran parte de la opinión pública se dejó vencer por el terror, como demostró en las elecciones generales de tres días después,y además de dejar de creer en el Gobierno lo acusó de las muertes y apoyó que el PSOE incitara al acoso de los militantes del PP.
Uno de los mayores fracasos de los gobiernos conservadores es que explican mal tanto sus verdades como sus mentiras: la derecha siempre es observada con desconfianza, al contrario que la izquierda, que sabe ilusionar aunque ofrezca cuentas de cristal.
Así resultó con la detención en Barcelona de unos islamistas con un cargamento de fosfatos, que sirven para fabricar tanto detergentes como bombas.
El ingenioso periodista Miguel Ángel Aguilar bautizó como “Comando Dixán” este caso. No, los islamistas no eran peligrosos en la España de entonces.
La autoría etarra del 11M era creíble porque dos meses y dos semanas antes, en Navidades, la policía había abortado unos atentados en trenes muy parecidos a los islamistas.
En Nochebuena el terrorista Garikoitz Arruarte había dejado en el Intercity Irún-Madrid una mochila con 25 kilos de Titadine que debería estallar en Chamartín, mientras Gorka Lora fue detenido cuando preparaba otra carga viajera similar y otros etarras hacían estallar al menos una bomba en la línea Zaragoza-Barcelona.
Sí, era muy creíble que ETA lo hubiera conseguido.
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