Revista Religión
ABC.es | El último estudio de la Fundación Thomson Reuters sobre el mundo árabe ha situado a Egipto como el país más inhóspito para la mujer, por delante de Irak y de Arabia Saudí. El trabajo subraya el aumento de los casos de violencia callejera y de acoso sexual contra la mujer en el antiguo coto del dictador Mubarak, pese al programa liberal que enarbolaron los promotores de la Primavera Árabe hace dos años.
Polémico por sus resultados, el estudio utiliza además una metodología que se presta a la confusión. La inestabilidad política y social en Egipto lo convierte, probablemente, en un lugar hoy más peligroso para la mujer occidental, aunque goce de una de las legislaciones más igualitarias para ambos sexos en el mundo árabe.
No hay en cambio encuestas en Occidente sobre el problema, más extendido y sutil, de la violencia doméstica en las sociedades islámicas más tradicionales, donde se justifica que el marido golpee a la mujer, y en cambio está prohibido, por razones religiosas, que la mujer utilice ningún género de violencia contra el esposo.
En el capítulo del Corán dedicado a las mujeres, se afirma de modo expreso la obediencia de la esposa al marido -por expresa voluntad de Alá- y el derecho del esposo a golpear a su mujer. La interpretación común de los juristas islámicos ha establecido tres grados de castigo: la exhortación con palabras, la privación de sexo conyugal y los golpes corporales. Alguna traducción moderna y moderada del término usado por Mahoma opta por el mero «alejarse» de la esposa, que no tiene fundamento filológico y ha sido rechazada por la inmensa mayoría de los traductores y doctores del islam.
Sin dejar marca
Sí ha triunfado, en cambio, la interpretación de los textos coránicos como la exhortación a un correctivo físico «suave» para las esposas indisciplinadas o halladas en falta. En concreto, los autores más seguidos y reconocidos en el islam, como el egipcio Yusef Al-Qaradawi, el bahreiní Aal Mahmud, y el saudí Al-Uthaimin, aconsejan golpear a la esposa con la mano, y nunca en el rostro.
Otras condiciones enumeradas por los juristas limitan el número de golpes a «no más de diez», y establecen que no se hagan en presencia de los hijos y no causen «sangre ni dejen marcas en el cuerpo».