Transcribo, a grandes rasgos, cómo fue el otro día una conversación entre mi hijo de tres años y su abuela:
Niño: Iaia, ¿por qué los gatos tienen cuatro patas?Abuela: Porque son animalesN: Iaia, ¿por qué son animales?A: Porque... cada ser vivo es una cosa distintaN: Iaia, ¿por qué es un ser vivo distinto?A: Venga, ¡vamos a merendar! Se acabó la hora del por quéN: Iaia, ¿por qué se acabó la hora del por qué?
Este tipo de conversación surrealista la llevamos teniendo desde hace bastante tiempo. Al principio hace gracia, un poco más tarde pone nerviosa, después tienes el deseo de mandar callar al niño, hasta que, finalmente, te das cuenta que es una etapa más de su aprendizaje y que no hay que reprimirla.
Cuando el ser humano empieza a preguntar es porque, en cierto modo, empieza a pensar. Durante mucho tiempo, el bebé va observando su entorno y cuando es capaz de articular una frase, empieza el torbellino de preguntas. Eso, aunque a los padres nos pueda parecer agotador, es un signo de que los niños están desarrollándose según lo previsto, por decirlo de algún modo.
¿Por qué preguntan tanto?Cuando se sucede una situación como la que os indicaba al principio en la que se entra en una espiral de preguntas y respuestas que pueden parecer absurdas es porque el niño no se queda satisfecho con la respuesta. Que los niños empiecen a hablar y preguntar no significa que sean capaces de entender todo lo que dicen ni todo lo que oyen. Aún no son capaces de entender muchos conceptos genéricos, abstractos. Entienden lo que ven. Mi hijo podía entender qué era un animal pero lo de ser vivo ya era demasiado. Por eso siguen preguntando, porque la respuesta no les satifasce, y en su afán por aprender, quieren llegar al fondo de la cuestión.
¿Qué les respondemos?Pues muy sencillo, lo que buenamente creamos que el niño puede entender. Y si no, pues les decimos que no lo sabemos, que lo intentaremos buscar en algún libro y que se lo explicaremos en otro momento. Cualquier respuesta respetuosa con su pregunta es correcta; cualquier cosa menos Cállate niño o decirles una mentira.
La fase del por qué es una más en su aprendizaje como empezar a caminar. Y del mismo modo que no los sentamos en una silla cuando están intentando dar sus primeros pasitos, tampoco hemos de cerrarles la boca cuando empiezan a preguntar.
Pequeños Sherlock HolmesPara mí, los niños son como pequeños detectives que buscan pruebas, analizan, observan. Es genial ver como mi hija de poco más de un año mira con ojos de erudita una cuchara; sólo le falta la lupa. O ver a mi hijo mayor como se entusiasma con un libro de animales y me pide que se lo lea una y otra vez. Esa capacidad de observación, lejos de frenarla, la hemos de potenciar y, por supuesto, aplaudir.