Las palomitas están tan asociadas al cine que apenas suelen verse por separado. Es difícil olvidar el aroma que embriaga las salas, la orquesta mascadora durante los diálogos y la pegajosa alfombra amarillenta al acabar la proyección. Pero, ¿qué permitió que nos habituaramos a palomitas en el cine en vez de, por ejemplo, a alimentos como el cocido o una bolsa de mejillones?
El maíz fue durante milenios exclusivo del continente americano, hasta que se exportó a Europa en el siglo XVII. La variedad que tenía la humedad y almidón justos para crear palomitas se extendió desde América central al norte y al sur. En 1848, ya había llegado a la costa oeste de los Estados Unidos y era un producto popular, especialmente en circos y ferias. Los vendedores callejeros se aprovechaban de su aroma para atraer a la clientela, algo que no podían hacer con todos los alimentos. Aún así, no estaban permitidos en los auditorios.
Los cines intentaban imitar a los teatros con sus alfombras, que se estropearían con las palomitas, y el ruido que molestaría a su público objetivo: los intelectuales. En 1927, con la incorporación del sonido, el cine se abrió a un mayor público, ya que el analfabetismo dejaba de ser un obstáculo. La asistencia aumentó enormemente, creando beneficios adicionales potenciales que se aprovecharon con las palomitas, que quedaban enmudecidas con el sonido de la película.
Su popularización en el cine
En la Gran Depresión, las palomitas resultaban un aperitivo asequible para los clientes y duradero para los vendedores. Si los propios cines no vendían palomitas, ya lo harían los vendedores callejeros. Los cines más antiguos no tenían donde alojar las máquinas de palomitas y carecían de ventilación, pero conforme crecía el negocio de las palomitas, permitieron a los vendedores continuar su negocio en los vestíbulos de los cines a cambio de una cuota diaria. De esta manera, los vendedores podían obtener beneficios tanto de los espectadores como de los transeuntes. Sin embargo, en la década de 1930, los cines aumentaron sus beneficios eliminando al intermediario y vendiendo directamente las palomitas y otros aperitivos. Como si fuera un proceso evolutivo, los cines que evitaban las palomitas porque se enfocaban en un público más selecto se vieron en los números rojos, mientras que los demás superaban la crisis.Durante la Segunda Guerra Mundial, los caramelos y los refrescos sufrieron la escasez de azúcar en los Estados Unidos, dejando sin rivales a las palomitas. En 1945, más de la mitad de las palomitas producidas en el país se consumían en los cines. Los trailers, que llevan ese nombre porque se mostraban al terminar la película, se mostraban antes para que el público tuviera más tiempo para comprar aperitivos.
Decadencia en los cines
En la década de 1960, los beneficios de las palomitas disminuyeron por culpa de la televisión. Hacerlas en casa requería de maíz, aceite, sal y mantequilla, entre otros ingredientes, por lo que su consumo doméstico no estaba tan extendido. Entonces se comenzaron a vender máquinas para hacer palomitas en el domicilio. En la década siguiente, los microondas permitieron prepararlas fácilmente en cuestión de minutos. Aún así, la asociación entre las películas y las palomitas persistió y fue reforzada por los anuncios.
Cambios de variedades
Antes del boom tras la crisis del 29, la variedad más vendida era la blanca, ya que el maíz amarillo era más caro y no tenía tanta distribución. Sin embargo, los vendedores optaron por el maíz amarillo que se expandía más y le daba una coloración amarillenta que recordaba a una cubierta de mantequilla. El público se acostumbró a esta variedad y rechazó la blanca. Actualmente, solo el 10% del maíz producido comercialmente es blanco, el resto es mayoritariamente amarillo.
Fuente: Smithsonianmag
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