por Wooldy Edson Louidor
Con motivo del día mundial de la Asistencia Humanitaria, el pasado 19 de agosto de 2011, el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) invitó a todos los actores implicados en la intervención humanitaria en Haití a unirse para enfrentar uno de los principales retos del país, a saber: devolver la esperanza a la mayoría de las y los jóvenes haitianos.
Ahora es el momento de preguntarnos por qué esta mayoría de las y los jóvenes haitianos se desesperan.
La desesperación de los padres de familia
Al escuchar a varios jóvenes haitianos que huyen de Haití en busca de oportunidades hacia Sur América, uno se sorprende de las principales razones que ellos esgrimen para explicar su decisión de emigrar, fuertemente determinada por la imposibilidad de vivir con dignidad en su propio país.
En primer lugar, se impone una observación preliminar. En los flujos migratorios haitianos hacia Sur América llega una mayoría de jóvenes y de distintas categorías: desde los más pobres y los que saben apenas leer y escribir hasta los que provienen de familias de clase media y que han terminado su bachillerato, pasando por los que tienen alguna profesión… Por ejemplo, en un diagnóstico que el SJR acaba de realizar en Ecuador sobre los haitianos en dicho país, 46% de un total de 283 migrantes entrevistados (mayoritariamente jóvenes, entre 20 y 34 años) esperaba estudiar, mientras que 16% dijo que quería a la vez estudiar y trabajar.
Varios de los jóvenes que emigran a Sur América son apoyados económicamente por algunos de sus parientes que viven en los Estados Unidos de América y que están dispuestos a hacer grandes sacrificios para sacarlos de Haití y ayudarlos a encontrar un mejor futuro en el extranjero.
De hecho, la gran mayoría de jóvenes, engañados por traficantes que les prometieron becas de estudio, pagaron a los delincuentes entre 3 mil y 5 mil dólares americanos para que los llevaran a Sur América. Las familias se sacrificaron, vendiendo todo lo que les quedaba luego del terremoto e incluso hipotecando sus propiedades, para invertir en el futuro de sus hijos e hijas. Es decir: para sacar a sus progenituras de un país que no ofrece gran cosa, principalmente a los jóvenes, incluso a los que ya tienen una carrera profesional o técnica. En vez de dejar a sus hijos en este mar de incertidumbre, las familias prefieren tomar el riesgo de entregarlos a desconocidos con la esperanza de que ésos los lleven a una mejor destinación, aceptando pagar por la "ayuda” una gran suma de dinero.
Durante este año, las autoridades ecuatorianas arrestaron a uno de los traficantes que traía engañados a los jóvenes haitianos a este país suramericano, prometiéndoles becas de estudio e incluso oportunidades de empleo; pero luego de algunos meses, el delincuente los expulsaba de la casa donde los tenía mal alojados, sin cumplir con nada de lo prometido, después de haberles cobrado de 3 mil a 5 mil dólares americanos más los otros gastos de alimentación, alojamiento y transporte. Varios de los jóvenes víctimas de la estafa quisieron regresar a Haití; y cuando llegaron a su comunidad de origen, los padres de dichos jóvenes decían, desesperados: y ahora, ¿qué vamos a hacer? A esos parientes, les dolió no sólo el haber perdido el dinero invertido, sino la esperanza de poder brindar un mejor futuro a sus hijos.
La desesperación de los mismos jóvenes
Muchos de las y los jóvenes haitianos, que encontramos en Brasil, Ecuador o Chile, nos han expresado el cansancio y la desesperación que experimentan en su país de origen ante la falta de proyecciones para el futuro.
Luego del terremoto, los jóvenes y todo el país esperaban un cambio profundo a pesar de o, más bien, en medio del dolor y el sufrimiento que se vivía ante tantas muertes y pérdidas materiales y humanas.
A medida que el tiempo pasa, esta esperanza se ha ido desvaneciendo como un castillo de arena ya que, en palabras de los mismos jóvenes, "la ayuda humanitaria no ha servido para nada” sino para los intereses de las mismas organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales (ONG).
Los jóvenes critican también la falta de seriedad y de voluntad de la comunidad internacional para iniciar el proceso de la reconstrucción de Haití, a pesar de tantos foros internacionales y shows mediáticos. Además, se sienten excluidos de la planificación de la reconstrucción, ya que no se han tomado en cuenta ni su participación ni sus ideas y aportes en el mismo proceso.
Son muy críticos también con los políticos haitianos a quienes califican de "egoístas”, en el sentido de que los últimos defienden solamente sus intereses personales y los de sus grupos. Además, consideran que dichos políticos se han mostrado incapaces para dar orientaciones destinadas a brindar un mejor futuro al país. Los jóvenes traen como ejemplo la imposibilidad para el presidente Martelly y el parlamento de ponerse de acuerdo sobre el nombramiento de un primer ministro para dirigir el nuevo gobierno. Dos candidatos, Gérard Daniel Rouzier y Bernard Honorat Gousse, que habían sido designados anteriormente por el jefe de Estado fueron rechazados por el poder legislativo respectivamente el 21 de junio y el 2 agosto. Actualmente el jefe de Estado está dialogando y negociando- sin tener asegurada ninguna posibilidad de éxito,- con los parlamentarios para poder dotar al país de un Gobierno constitucional, después de cien días desde que se posesionó como presidente (el pasado 14 de mayo).
La necesidad de dotar Haití de un gobierno es cada vez más urgente ante la gravedad de los problemas socio-económicos que enfrenta el país tales como la falta de acceso a los derechos fundamentales de la población, la precariedad de sus condiciones de vida, su vulnerabilidad a los desastres naturales tales como los huracanes. Por ejemplo, en este momento el país está amenazado por el huracán Irene, por lo que las autoridades han declarado la alerta roja.
Otro ejemplo: la presidencia haitiana acaba de reportar hasta el próximo 3 de octubre la reapertura de las clases que había sido programada anteriormente para el 12 de septiembre. La razón de esta decisión es para "permitir a la Presidencia, a los financiadores y a todas las otras partes implicadas prepararse mejor para la reapertura de las clases, dada la situación política actual”, confiesa la misma presidencia en un comunicado de prensa.
La desesperación, tal vez la crisis más profunda de Haití
Tal vez la crisis más profunda que vive Haití en este momento sea esta desesperación expresada por los jóvenes haitianos, principalmente las y los que huyeron de su país de origen hacia Sur América. Y eso, más que el agravante de la crisis humanitaria luego del terremoto del 12 de enero de 2010, de la epidemia de cólera y de los desastres naturales, principalmente las intemperies y los huracanes que acarrea la temporada ciclónica cada año. Más que la crisis socio-política actual provocada por la pugna entre el poder ejecutivo y el parlamento, así como por el deterioro cada vez más profundo de los tejidos sociales y comunitarios definidos como "capital social”.
Definitivamente, ni las autoridades haitianas tanto durante la administración del ex presidente René Préval como la del actual jefe de estado Michel Martelly, ni la Comunidad internacional han logrado devolver a los jóvenes haitianos la esperanza de que el país se vaya a levantar luego del terremoto. He ahí una de las principales razones de la desesperación de la mayoría de los jóvenes.
Fuente: adital.com.br