Me siento un aprendiz en un mundo que cambia cada minuto. Escribo de aquello que me incita, lo que me sorprende. Veo como expira y resucita por momentos este mundo rural al que llevo escribiendo desde los veinte años. Fernando Martín Aduriz, bajo cuyo empeño y constancia resucita el Ateneo de Palencia, me llama para que presente su último libro en Bilbao. ¿Por qué se escribe? Una buena pregunta a la que procuro responder llamando a ese muro del recuerdo, cada vez más difícil de atravesar, donde se te confunden aquella primera ilusión de verte reflejado en el Diario y la actual necesidad de transmitir esa pregunta, hecha ya herida. ¿Quién pone su empeño de verdad para que los pequeños pueblos de nuestra comunidad no acaben finalmente abandonados, desarmados de todo lo necesario, donde si acaso en unos meses volverán a rebotar esa andanada de promesas, que ya verás que el río vuelve a su cauce, y los pájaros cantan, y las nubes se levantan...
Yo no sé por qué escriben los demás, por qué escriben los que tienen la suerte de triunfar aunque no digan nada, que ya sabemos que no solo hay que escribir bien para que suene bien lejos lo que escribes. Hay que tener suerte, que un editor se tropiece contigo y te lleve a su reino y apueste por tu apuesta y entienda lo que escribes, y lo lleve a la imprenta.
Eso sí, tenía claro que quería publicar con cierta asiduidad en este diario, que es nuestro desde que tenemos uso de razón, que atiende lo que pasa cerca, que expone lo que escriben los demás sin cortapisas. Me acostumbré a escribir en Valladolid, cuando me enviaron en nombre del colegio a un famoso concurso de Coca-Cola. Aquel incentivo me lleno de ilusión cuando tenía dieciseis años y a mi regreso al pueblo desde A Coruña, donde cumplí el Servicio Militar, se alinearon todos los planetas para que recitara sin descanso la historia de mi tierra. ¿Por qué se escribe? Esa es la pregunta que se hace Fernando Martín Aduriz en su último libro. Posiblemente cada escritor tenga una respuesta, como deduce Carlos Palomera en el prólogo. Personalmente creo que hay que llevar la vida con paciencia, como mejor se pueda. Los años nos van cayendo cada vez más deprisa, pero lo importante es lo que dejamos, lo que hemos escrito, que servirá, no tengo duda, de reflexión y encuentro para los que vienen detrás nuestro.
Aprovecho para desear un feliz año a todos mis lectores y amigos y que nos vayamos encontrando cada viernes, que no es poco.