Yanis Varoufakis / EFE, Orestis Panagiotou
El lunes nos despertamos con un dramón: a pesar de la aplastante victoria del NO en el referéndum griego, Yanis Varoufakis, el ministro de Economía más rockero del viejo continente, dimitía. Había prometido hacerlo si ganaba el SÍ, porque prefería cortarse la mano antes de firmar un acuerdo sobre el tercer rescate griego que en su opinión era inviable. Pero aún así lo hizo, ¿por qué?
Oficialmente, porque no quería ser un obstáculo a la negociación del gobierno del primer ministro Alexis Tsipras. “algunos participantes en el Eurogrupo y varios ‘socios’ tenían cierta preferencia por mi ausencia en sus reuniones”, decía ladinamente en su blog. Añadía que Tsipras estaba de acuerdo con la idea, porque creía que le ayudaría a conseguir un acuerdo. “Y por esta razón, dejo el ministerio de Finanzas”. El ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble, se frotaba las manos. Y probablemente también el propio Varoufakis, que ha admitido en varias entrevistas haber tomado el camino de la política por obligación. El caso es que la troika -Comisión Europea, BCE y FMI- se sale con la suya a medias: antes tumbaba gobiernos, hoy sólo ministros.
Más allá de una versión oficial auténtica -Varoufakis no iba a mentirnos-, existen otras razones para su marcha, que ha explicado Paul Manson, periodista de la inglesa Channel 4, quien conoce al exministro de cerca. Manson considera que aunque Varoufakis viniera del centro izquierda, había terminado en una línea más dura que otros miembros del gobierno, en cuanto a la resistencia y el aguante que debería tener Grecia si Alemania rechazaba el acuerdo para el tercer rescate.
Viñeta de Eneko
Después, añade que el exministro es economista, no político. Y profundiza: toda su carrera se ha construido sobre tres creencias: “que la austeridad no funciona, que la Eurozona colapsará si no se convierte en una unión que redirija la cantidad de impuestos que pagan los países ricos en beneficio de los pobres y que Grecia es insolvente y hay que cancelar sus deudas“. Y claro, bajo esos supuestos, cualquier acuerdo que el Estado heleno pudiera llegar a firmar en esta semana nunca cumpliría con lo que él considera necesario para salir del hoyo.
En vez de seguir y traicionarse, algo que otros muchos líderes han hecho desde que Europa es Crisis, Varoufakis vio mejor marcharse. Su cabeza ya la pedían desde hace tiempo. Manson destaca su honestidad, tanto pública como privada –Christine Lagarde llegó a saludarle diciendo “aquí está la jefa de la banda criminal”, por sus acusaciones al FMI-, que ha revolucionado hasta a los periodistas de Bruselas, a los que les daba documentos que normalmente se filtran de manera taimada. Y una última razón: no gustaba a sus acreedores porque hablaba su idioma, los entendía perfectamente y logró convencerles “de que Tsipras era el Tony Blair griego”.
Antes de saber en qué acaba la figura del primer ministro, si en Kennedy, Blair o Schuman, Varoufakis pasará a la historia por su lenguaje cercano que llegaba a todos los públicos, su transparencia y su apuesta personal a cualquier precio. Su marcha, de momento, parece facilitar el acuerdo para un tercer rescate que incluya una reestructuración de la deuda.
Pero efectivamente, Tsipras ha acabado proponiendo a sus socios europeos un acuerdo que se parece al previo a la convocatoria del referéndum más de lo que le gustaría, y al que los griegos dijeron NO. Un acuerdo que Bruselas empieza a ver con buenos ojos y que Varoufakis nunca habría firmado. Porque todavía mandan los de siempre, aunque haya estado a punto de cambiar Europa. ¿A punto?
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