¿Por qué continuamente revolvemos en éxtasis con
los dedos en el exterior de la basura y no sabemos observar lo hermoso de
nuestro interior en compañía de un
espejo?
¿Por qué creemos en las especuladas mentiras aceptadas
sin rebeldía de los suyos y despellejamos sin compasión las manías o rarezas que, sin peligro, emanan de los nuestros?
¿Por qué no miramos de frente a la muerte y,
sin embargo, vivimos como ciegos e inmortales conejillos prestos a pisar a lo
que forma parte de lo nuestro, a quien nos dio la vida, a quien no juzga sino
ayuda sin sacar ningún provecho?
¿Por qué emulamos la dictadura de la miseria
de la condición humana, sin preguntarnos por qué necesitamos que nos sirvan y
adulen como esclavos sino entendemos ni necesitamos la mitad de lo que ansían
las colosales compañías en nuestro nombre?
¿Por qué hemos perdido la partida sin haber
mostrado frente ni lucha? ¿Qué nos separa, inmoviliza e impide unirnos por la
vida, acabar con las amnesias y desviudar a la democracia de líderes y
políticos que por fin den la talla?
¿Por qué son los árboles inmóviles quienes nos
dan una vez más toda una lección de civismo y de identidad en pos de una única
patria, bandera de una misma tierra sin importar el color ni la textura sino el
sol que nos calienta, la lluvia que nos riega y el viento fresco de la libertad
que nos guíe al volar con las alas extendidas de pensar por nosotros mismos?
¿Por qué por el contrario lo que nos golpea es
una divinidad desconocida semienterrada en la arena, tras dunas de expolios oculta por el oscurantismo y un pasado
semiremoto con eco de auténtica leyenda y en la que unos u otros, asesinados con contundencia, son
marionetas pero pocos verdaderamente lo saben, aquellos que llevan sus propias riendas?
Porque se llama Χρῆματα (riqueza, propiedad, dinero) cuando debería llamarse κρείσσων Χρηματων
(incorruptible).
Chema García