Los españoles y los indios fueron aliados muchas más veces de lo que se cree
Sin los indios americanos los españoles jamás se hubieran impuesto a las grandes culturas existentes en el Nuevo Mundo. La explicación es simple: la situación en la América precolombina era de guerra total y permanente, y por ello, muchos pueblos se aliaron con los recién llegados para sacudirse la tiranía de los más poderosos. Pero es que luego, cuando ya estaban en marcha los procesos de independencia, pueblos y caciques lucharon por la causa española, ya que vieron que los ‘libertadores’ no pensaban en los indios
Es casi un clásico: el presidente de México, López Obrador, trata de desviar la atención de los verdaderos problemas de su país (corrupción generalizada, narcotráfico, violencia extrema, pobreza, impunidad criminal…) poniendo el foco en hechos ocurridos hace quinientos años. Ahora es él quien pide perdón a los indios, los cuales le insisten en que se preocupe por los de hoy y no por los del pasado. Sea como sea, mirando la realidad histórica, fueron los propios amerindios los que hicieron posible la conquista y, en su momento, muchos apoyaron al ejército español en contra de los españoles independentistas..
Y es que desde el primer momento, desde que las carabelas tocaron tierra, cantidad de tribus de La Española, Cuba y Puerto Rico (entonces San Juan Bautista), se aliaron con los españoles. Es sabido que en México se les unieron casi de inmediato los tlaxcaltecas y totonacas, pues vieron en los recién llegados un aliado para liberarse del yugo del Imperio Azteca; luego se sumaron otros, como ochimilcos, otomíes, huejotzingos, cholusenses, chinantecos, chalqueños. Cortés, que muy pronto comprendió la situación, se dirigió a sus hombres antes del ataque a Tenochtitlán: ”… Ninguno hará violencia a mujeres, bajo pena de la vida. Ningún español tratará mal a los aliados americanos, antes al contrario, hará cuanto posible sea para mantenerse con ellos en buena armonía. Nadie se entregará al pillaje de casa particular…”. Es decir, se convenció de la conveniencia de estar a bien con sus aliados, por un lado porque sin ellos no tenía posibilidades de éxito, y por otro porque así lo decían las leyes promulgadas por el Emperador Carlos I.
Cuando Pizarro llegó a Perú, el imperio Inca vivía en plena guerra civil entre Huáscar y su hermano Atahualpa, que luchaban por el trono. Pero al igual que los aztecas, los incas tenían otros pueblos sometidos, como Huancas, Cañaris y Chachapoyas, que fueron los que antes se unieron a los españoles. De hecho, los huancas obtuvieron el reconocimiento de la Corona de España, pues Felipe II les concedió un blasón como símbolo de unión entre ambas naciones; más aún, los curacas y la nobleza huanca recuperaron sus privilegios, y el gobierno español prohibió el establecimiento de latifundios en territorio huanca mediante Real Cédula.
Siglos más tarde, cuando los españoles nacidos en América ya aspiraban y conspiraban para independizarse de España (con el fin de mandar ellos, claro), muchos pueblos y tribus se pusieron del lado español. Así, a lo largo del proceso de independencia del Perú, un numeroso contingente de indígenas integraba el ejército realista, y aquellos guerreros eran tenidos en gran consideración por los capitanes y generales españoles, como el general Pezuela, que los describía como “soldados dispuestos a hacerse matar en sus puestos”. Incluso se formó el llamado Regimiento de Nobles Patricios del Cuzco, cuyos mandos eran los descendientes de las trece casas de sangre Inca; en otras palabras, durante la guerra de independencia, los sucesores del imperio Inca mantenían su estatus de nobleza en la estructura social española, la cual respetaba tradiciones y culturas.
Merece la pena recordar que tras tres siglos de presencia española, apenas había indios aliados que hablaran español en Perú, expresándose sobre todo en quechua y aymara, lenguas protegidas por las leyes españolas; de este modo, a los oficiales hispanos no les quedó más remedio que aprenderlas si querían hacerse entender en batalla. Así han llegado hasta hoy.
Los indios Caquetios de Coro, Venezuela, lucharon ferozmente y con gran espíritu contra los que se intitulaban ‘libertadores’. Este pueblo se alió desde el primer momento con los españoles, y mantuvieron su lealtad demostrando una gran nobleza; combatieron contra los piratas ingleses y franceses durante los siglos XVI y XVII, y llegado el momento de la guerra de independencia (la de los criollos contra los peninsulares), se distinguieron por su lucha sin descanso contra las tropas de Francisco Miranda; los más resistentes fueron derrotados en 1823. Pero su lealtad fue muy duramente castigada: de los más de 8.000 caquetios que había en Coro, después de la guerra y la posterior represión quedaban poco más de 1.500.
En las tierras que hoy constituyen Chile muchísimas tribus se ofrecieron a la causa del Rey de España y, al empezar la guerra, mantuvieron fielmente su alianza. Así, en 1813 el cacique Villacurá se proclamó, junto a otros caciques y nobles, leal al Rey, poniendo todos sus recursos a disposición de sus ejércitos. Asimismo, el pueblo de los Araucanos (como llamaron los españoles a los Mapuches), que combatió duramente a los recién llegados, terminó por ponerse a su lado; sus guerreros, tenidos por bravos y temibles en combate, lucharon junto a los realistas con sus trajes de guerra tradicionales, pero con el tiempo, sus nobles, ascendidos a oficiales del ejército, optaron por vestir a la europea.
Siguiendo en Chile y la Patagonia argentina, hay que mencionar a los Pehuenches, que combatieron con verdadera inquina, a muerte, contra los ejércitos independentistas, y no fueron derrotados por estos hasta fecha tan tardía como 1832. También otras tribus, como los boroganos, lafkenches, reches, wenteches y otros de la nación Mapuche prefirieron aliarse con los españoles realistas antes que con los criollos independentistas.
Más al sur, en la región del Río de la Plata, a mediados del siglo XVI, el pueblo Guaraní se alió con los españoles para defenderse de los Guaykurúes del Chaco, sus enemigos, y también de los portugueses. Con el tiempo, los extremeños, castellanos, vascos, andaluces…, se adaptaron al sistema tradicional de este pueblo, basado en el intercambio de bienes y mujeres, integrándose así ambas culturas. No pocos españoles se casaron y tuvieron hijos con mujeres guaraníes, lo que supuso que se sellara una fuerte alianza entre ambas naciones. No hay que olvidar que las leyes españolas dispuestas por la Corona otorgaban a los amerindios el mismo estatus jurídico (hombres libres) que tenían los peninsulares (el problema es que, entonces como hoy, había delincuentes que quebrantaban la ley). Esta era la consideración de los guaraníes en el Virreinato del Perú.
Y así podía continuarse la enumeración de pueblos, tribus y naciones amerindias que comprobaron que las leyes y organismos españoles eran más beneficiosos y respetuosos con ellos que los criollos independentistas. De hecho, las mayores matanzas de indios se produjeron sin presencia española.
CARLOS DEL RIEGO