Según lo que voy leyendo últimamente en varios medios como foros, entrevistas en periódicos digitales, blogs, libros, etc., parece que los padres estamos fallando en algo esencial en la educación de nuestros hijos, nos da miedo que se enfaden, que lloren, que nos monten una pataleta y para evitarlo hacemos lo que sea. Pero ¿ por qué tenemos tanto miedo a que nuestros hijos se enfaden? ¿Quién nos ha dicho que los niños no deben enfadarse, frustrarse o sentirse contrariados?
¿Tenemos miedo a que nuestros hijos se enfaden?Seguramente contestarás no a esta pregunta, no tenemos miedo, pero vamos a realizar una sencilla prueba. ¿Qué pasa cuando les pones la leche o la comida en ese vaso o plato que no les gusta? ¿Se lo cambiamos y le ponemos el que nos pide antes de que monte en cólera? Seguramente prefieres evitar el berrinche antes de decirle que no puede ser, probablemente accedes a cambiarle el plato o el vaso o lo que sea que le ha disgustado.
No te creas que a mi no me ha ocurrido lo mismo y también he actuado así, pero analizando el fondo de la situación creo que es un error.
Es así, parece que tenemos miedo a que nuestros hijos se enfaden y por eso reaccionamos como lo hacemos, ponemos la comida en sus platos favoritos, les ponemos los dibujos animados en el momento que nos lo piden, les compramos la chuchería en el súper para que no lloren e intentamos decir pocas veces no, no puede ser. ¡Error!
Sí, ya se que me dirás que es preferible no discutir por estas pequeñeces y que más vale invertir la energía en lo que realmente importa, pero estas pequeñeces también forman parte de la educación. ¿Qué le enseñamos cuando actuamos obedeciendo a sus caprichos? Y, lo más importante, piensa en la lección que le estás enseñando si le das todo lo que quiere sólo por ponerse a llorar.
Por poner un ejemplo, te diré que en casa los platos, vasos y cubiertos de color azul están castigados. Decir que ese es el color favorito de los dos. Así que, sí, castigué el plato, el vaso y los cubiertos azules hasta que mis hijos aprendieran a aceptar que sólo hay uno de ese color y que le tocaba a quien le tocaba, sin más. Como de momento ninguno de los dos está dispuesto a permitir que su hermano coma con el plato azul pues ninguno come con él. No hay discusión. ¿Es esta la mejor opción? No lo se, pero es una solución que como madre he instaurado, se trata de que vean que las normas, los límites, las pautas vienen desde los adultos y no son ellos quienes mediante el llanto, el berrinche o la pataleta cambian las situaciones a su antojo. Cuando aprendan a compartir ese plato sin que suponga un berrinche, entonces el plato dejará de estar castigado.
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