La Casa de la Acequia fue el punto de acceso de los comerciantes que venían a la Ciudad de México desde Coyoacán y Xochimilco. Gracias a ella, la comida prehispánica se combinó con la española para crear una exquisita gastronomía mestiza.
Seguramente te ha pasado en alguna ocasión que, mientras te diriges a tu destino diario, pasas por muchos lugares a los que nunca les habías prestado atención. En ocasiones anteriores te hemos ayudado a descubrir el Santuario de Jesús Nazareno en Atotonilco, México, así como el Museo de Pintura Metafísica de Ferrara, en Italia. Hoy, te tenemos otra novedad.
La imposibilidad de conocer la ciudad de México en su totalidad se convierte en un aspecto positivo cuando la sorpresa derriba a la rutina, al decidir observar con atención lo que antes sólo habías visto. Así, cada calle, cada colonia, puede esconder una historia dispuesta a ser descubierta por un turista curioso.
Ubicación de la Casa de la Acequia
Piensa en rincones olvidados donde el tiempo se detiene, y a los cuales sólo es posible acceder siendo un gran conocedor de algún pequeño barrio. La verdad es que, si bien hay miles de espacios como el que acabamos de describir, existen otros oasis de la Historia en sitios que nunca habías imaginado. Uno de ellos se encuentra en la transitada calle Isabel la Católica, cerca del Centro Histórico. En este camino ancestral podrás encontrar un edificio bastante particular, y DINKtravelers, tu guía de viajes internacional, te lleva a conocerlo. No te dejes engañar por su fachada pues, aunque es bastante sencilla, resguarda una antigua historia que va desde el México prehispánico hasta nuestros días. Nos referimos a la Casa de la Acequia que se encuentra en el número 94 de la mencionada calle, en el recién revitalizado barrio de Regina.
¿Qué eran las acequias?
Este peculiar inmueble debe su nombre a la Acequia de Regina. Antes de hablarte de ella, te diremos qué es una acequia, pues hoy en día esta palabra no nos resulta tan familiar. En la época prehispánica, la ciudad de México era mucho más pequeña que hoy. La gran México-Tenochtitlán estaba situada en una pequeña isla dentro del inmenso lago de Texcoco. Como era natural, el agua era un elemento fundamental y ésta no sólo se encontraba alrededor de la ciudad, sino que se introducía en ella a través de pequeños canales. En aquella época estos canales eran utilizados para el abastecimiento de agua a los huertos domésticos, como vía de tránsito y, en ocasiones, como desagüe. Sin duda alguna, para los habitantes de la ciudad prehispánica las acequias fueron un elemento fundamental de su día a día.
Función de la Casa de la Acequia
Como cualquier vía de comunicación, las acequias contaban con una regulación de paso. De hecho, en traducciones del náhuatl al español eran llamadas “compuertas principales”. Dichos artefactos funcionaron durante la época prehispánica para evitar o permitir el tránsito en canoa o para cortar el flujo del agua. En ese sentido, la Casa de la Acequia puede considerarse la heredera de aquella función. En el sitio donde se encuentra actualmente había una compuerta prehispánica; es decir, una acequia cruzaba el predio en el que ahora podemos observar la casa. Además, en el predio no se encontraba la estructura actual, sino que era tan sólo un torreón que tenía como objetivo vigilar la que era la frontera de la ciudad. Su posición estratégica cobró mayor relevancia en el siglo XVI cuando, abandonada la necesidad de vigilancia, se cedió ante el aumento de la demanda comercial.
Importancia de la Acequia en el Comercio del México colonial
Desde la época prehispánica la producción alimentaria era insuficiente para abastecer a toda la población. La tributación de los pueblos del lago y algunos otros más lejanos era necesaria para el correcto funcionamiento de la gran máquina que era México-Tenochtitlán. Luego, en la época novohispana, la situación no cambió. Si bien las casas en algunas ocasiones contaban con huertos, la producción alimenticia de la ciudad no bastaba. Así, las acequias adquirieron una mayor importancia en la ciudad, pues eran la vía de acceso de todos aquellos productos a la Ciudad de México. Entre ellas, la Acequia de Regina se volvió el punto de acceso de los vendedores provenientes de Coyoacán y Xochimilco, entre otros.
La Acequia como alhóndiga
El constante flujo de vendedores en esta zona propició que la Casa de la Acequia también fuera ocupada como alhóndiga, es decir, un lugar en el que almacenaban granos. Era lo natural, pues el lugar se utilizaba para la carga, descarga y en ocasiones venta de los productos recién llegados a la ciudad.
La transformación de la Casa de la Acequia a El Beaterio de Belém
Posteriormente el inmueble fue adquirido por una familia perteneciente a la élite novohispana. Ésta decidió realizar una obra pía donando el mencionado inmueble para que fungiera como un beaterio. Esto significaba que en ese lugar iban a ingresar mujeres viudas, en algunas ocasiones solas y en otras con sus hijos, de manera que pudieran estar protegidas del mundo exterior, considerado impuro.
Ampliación de la Casa de la Acequia
Aunque en la Nueva España había una gran cantidad de beaterios, como el de Belém, la Casa de la Acequia estaba destinada solamente a mujeres pertenecientes a la aristocracia. Esto porque solamente ellas podían pagar las elevadas cuotas de ingreso al sitio. La fundación del beaterio y su alta demanda impulsaron la creación de más espacios en los que se pudieran hospedar las viudas. Por ello, se hizo una segunda ampliación, que trajo como consecuencia la absorción de la acequia por parte del inmueble. En otras palabras, el edificio se expandió a tal grado que la acequia tuvo que pasar por debajo del edificio para poder seguir su curso. Aún al día de hoy, en su interior se encuentran los vestigios de aquel paso subterráneo que cruzaba por el patio principal del edificio. Desafortunadamente, la casa fue cerrada de manera permanente, por lo que sólo podrás conocer su exterior.
El Puente de Manzanares en la Merced
Por fortuna, otro sitio en el que puedes encontrar ruinas de una acequia es en el Puente de Manzanares, ubicado en la Merced. Esto resulta curioso pues tanto la Casa de la Acequia como el Puente de Manzanares tenían la misma función dentro de la ciudad y, de hecho, ambos tenían un conexión más allá de sus funciones. Literalmente estaban unidos por las acequias ya que, a tan sólo unas calles del edificio, la Acequia de Regina se desviaba en un punto formando la Acequia de la Merced. Ésta, a su vez, llegaba a la famosa Plaza del Volador, donde actualmente se encuentra la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La intersección de estas dos acequias no es ninguna casualidad, ya que ambas se dirigían a uno de los mercados más importantes de la Ciudad de México. Esto respondía a la necesidad de comunicación entre ambas zonas comerciales, tanto para los vendedores como para los compradores.
La Casa de la Acequia como centro de expansión de la gastronomía mestiza
La introducción y distribución de los productos provenientes de los pueblos aledaños a la Ciudad de México impulsaron de manera positiva la gastronomía naciente. Entre los principales productos se encontraba el maíz, un alimento prehispánico básico que permanece hasta nuestros días. Para la población española el grano básico era el trigo. Sin embargo, los colonizadores tuvieron que adaptar sus costumbres al grano más abundante en la zona. Así, la dieta española se nutrió tanto con los productos como con los saberes de aquellos que los consumían desde tiempos ancestrales. De la misma manera adoptaron el chile, sin el cual la comida mexicana que conocemos no tendría el mismo encanto.
La casa de la Acequia no sólo fue un centro de expansión de recetas y productos, sino también la cuna de una nueva forma de cocinar y de entender la comida. Por ello, después de visitarla, te invitamos a conocer la Hostería la Bota, que se encuentra cruzando la calle. Ahí tendrás la oportunidad de degustar la gastronomía mestiza.
Visita este maravilloso espacio en el que desde hace 500 años se ha manifestado la historia de México. Aventúrate a conocer su entorno e imagina todo lo que ahí pudo venderse.