Nuestra esperanza de vida es relativamente larga en el reino animal. No podemos quejarnos de vivir entre setenta y ochenta años; después de todo superamos con creces la esperanza de vida de nuestros parientes más cercanos, los chimpancés, quienes viven no más de 50 años.
¿Pero por qué teniendo un 98% de correspondencia genética logramos los seres humanos vivir veinte o treinta años más que ellos? Aparentemente, la respuesta vuelve a estar en los genes según Caleb Finch, profesor de gerontología de la USC Davis School, quien publica en PNAS algunas interesantes conclusiones.
Finch atribuye nuestra larga esperanza de vida a la evolución de nuestros genes, la cual nos ha permitido adaptarnos a una dieta riesgosa de carnes crudas infectadas, proveyendo a nuestro organismo la capacidad de responder a infecciones o inflamaciones, al contrario de lo que ocurre con los chimpancés. El gen es el ApoE3, único en seres humanos y toda una ventaja adaptativa. Su presencia regula los niveles de colesterol producidos por la grasa de la carne que comemos, y además regula la respuesta a la inflamación y otras enfermedades comunes asociadas al envejecimiento.
Finch sostiene que la expresión del ApoE4 es el resultado de una evolución genética que se tornó favorable hacia los seres humanos. Por ello podemos comer bastante carne, enterándonos de sus problemas cuando ya estamos en la tercera edad.
Fuente: OjoCientífico