Por Alfredo Serrano Mancilla
“El problema es que Latinoamérica está sufriendo los efectos de un sistema económico en cuyo centro está el dios dinero, y entonces se cae en las políticas de exclusión. Hoy día Latinoamérica está sufriendo un fuerte embate de liberalismo económico”. Esto fue lo que dijo el papa Francisco recientemente en una entrevista en El País, el pasado 22 de enero.
Este tipo de frase ya ha dejado de sorprender a propios y extraños. El máximo representante de la Iglesia católica nos ha venido acostumbrando con cuestionamientos frontales al actual modelo económico capitalista. “Esta economía mata”. “Los sistemas liberales de no dar posibilidades de trabajo”. Así de contundente se expresa cada vez que expone sus ideas económicas ante sus feligreses. No duda ni un instante en responsabilizar al vigente orden económico dominante de la mayorías de problemas sociales que afecta a los pueblos latinoamericanos. Indudablemente el papa Francisco, en estos años, se ha convertido en uno de los principales referentes ideológicos de la propuesta progresista latinoamericana en este tiempo de ofensiva restauradora.
Precisamente es en Ecuador el lugar donde está en juego la hipótesis del fin de ciclo que tanto alienta la derecha en la región. ¿Qué votaría el papa Francisco en este país? ¿Le daría su confianza a la propuesta progresista-humanista de Lenin Moreno para que siguiera adelante con la Revolución Ciudadana? O por el contrario, ¿apoyaría al binomio opositor Guillermo Lasso-Cinthia Viteri para que Ecuador vuelva al eje neoliberal latinoamericano?
El papa jamás votaría a ningún cipayo porque él está en contra de “aquel que vende la patria a la potencia extranjera que le pueda dar más beneficio”. Esto decanta claramente la balanza a favor de la única propuesta que ha demostrado en los últimos diez años haber recuperado la soberanía. Acabar con la base militar estadounidense en Manta es el mejor ejemplo de esta forma de hacer política. Ecuador, gracias a la gestión de Correa, ha sido capaz de recuperar soberanía en muchos frentes. En lo económico, el cambio ha sido irrefutable a pesar de tener que encarar actualmente una situación complicada. ¿Qué sería de Ecuador sin soberanía frente a una restricción externa tan asfixiante? Gracias a sus avances en soberanía tributaria: el país tiene mayor capacidad para sostener sus propias necesidades. Se ha mejorado y mucho en soberanía energética. Se inició la auditaría de los Tratados Bilaterales de Inversión firmados en el pasado a favor de las transnacionales. Ecuador es cada vez más independiente, con alianzas más diversas en este mundo multipolar, y eso le permite ser un país con voz propia que no pide permiso a nadie para opinar ni decidir.
Al otro lado, está la derecha ecuatoriana, con Lasso-Viteri, que se empecinan en “abrir Ecuador al mundo”. El objetivo es que vuelvan las carabelas. Suplican que vengan desde afuera a arreglar los problemas internos. No lo disimulan. Quieren un país subordinado. Dicho claramente: son cipayos. Y justamente es esa la razón por lo cual el papa no los votaría.
En lo social, aún cabe menos duda. Lenin Moreno propone un programa social ambicioso, Toda una vida, para garantizar los derechos sociales desde que se nace hasta los últimos días de vida. Esta propuesta está en la misma sintonía con las políticas públicas inclusivas que se han venido desarrollando por la Revolución Ciudadana. Enfrente de este paradigma, Lasso-Viteri cacarean el credo neoliberal: achicar Estado, privatizar, mercantilizar derechos sociales. Una suerte de sálvese quién pueda, generador de exclusión, por lo que el papa tampoco los votaría.
Se mire por donde se mire, el papa Francisco elegiría a la Revolución Ciudadana, encabezada por Lenin Moreno, para pilotear Ecuador por los próximos años. Jamás votaría a cipayos ni por el retorno del neoliberalismo económico. Jamás votaría a ninguna propuesta que condenara a la gente a vivir en condiciones de pobreza. Jamás votaría por un proyecto político que expulsará del país a sus ciudadanos tal como ocurrió en décadas pasadas. El papa no tendría dudas en votar por la continuidad por un proceso soberano de cambio en favor de las mayorías.
(Tomado de AucaenCayoHueso)
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