
Título: Por si las voces vuelvenDe: Ángel MartínFormato: AudiolibroNarrado por: Ángel MartínEspañol (Castellano)Duración: 4 horas y 18 minsSinopsis:Hace unos años me rompí por completo. Tanto como para que tuvieran que atarme a la cama de un hospital psiquiátrico para evitar que pudiera hacerme daño.No tengo ni idea de cuándo empezó a formarse mi locura.A lo mejor nací genéticamente predispuesto.A lo mejor fui macerando una depresión al callarme ciertas cosas por no preocupar a los demás.O a lo mejor simplemente hay cerebros que de la noche a la mañana hacen crec y se acabó.Si algo he descubierto en todo este tiempo es que cuando cuentas abiertamente que se te ha pirado la cabeza la gente enseguida le pone el sello de tabú. Aunque este libro lo he escrito para mí, por si las voces vuelven, es para cualquiera que haya pasado o esté pasando por algo parecido, y así romper de una vez por todas el estigma de las enfermedades mentales. Pero si simplemente te apetece jugar a ver el mundo como yo lo vi mientras perdí el contacto con la realidad, este libro también es para ti. Si escuchas bien las voces, descubrirás cosas fascinantes como esta:NO NECESITAS LLEGAR A TOCAR FONDO PARA RECONSTRUIRTE DESDE CERO¿Empezamos?Opinión:Impresión: Sincero.
Son las seis de la tarde y estoy sola en casa.
De la calle, se oye el rugir ocasional de los coches, voces amortiguadas de gente que va y viene, el correteo de unos niños. Una silla rechina al otro lado de la pared y alguien tose. La casa, vieja como el tiempo, se sacude el polvo y las vigas se estremecen. Ante el silencio de la estática, restriego los dedos nerviosa y, con el movimiento, la mesa cruje. A mi lado, el televisor encapotado solo emite mi reflejo y el móvil resta mudo.
Nadie me llama, nadie me habla, nadie me escribe. No veré a mi familia hoy, mis amigos están ocupados y mi pareja no llegará hasta tarde. Cierro los ojos y la noche oculta tras mis párpados me recuerda a ese instante ingrávido, de absoluta calma, justo antes del sueño. Al abrirlos, mi mirada se pierde en la pared vacía; como siempre, sueño despierta y me pierdo en reflexiones estériles. De tanto en cuando, mis labios esbozan una sonrisa ante el recuerdo fugaz de un pasaje especialmente divertido de mi última lectura. Entre pausa y pausa, mis dedos escriben este monólogo que ansía convertirse en diálogo.
Son las seis y media de la tarde y estoy sola, pero no me siento sola, porque sé que en cualquier momento podría llamar a mi madre y charlar con ella, que podría escuchar los amigables mensajes que esperan pacientemente una respuesta, que por la noche vendrá G, a quien le contaré qué tal mi día. Lo que importa es que sé que hay gente que me quiere, que abraza mis defectos, que estará ahí para sostenerme cuando haga falta.
No siempre fue así. Hubo un tiempo en el que los libros se convirtieron en un refugio contra la soledad y el silencio. Hubo un tiempo en el que sonreía por fuera y lloraba por dentro. Hubo un tiempo en el que me escudé tras un personaje que representaba quién quería ser y no lo que era. Pero no puedes huir para siempre: aunque los demás no pueden hacerte daño cuando te lo guardas todo dentro, tú te rompes poco a poco, porque las palabras que no se dicen envenenan nuestros pensamientos hasta que terminan por consumirnos.
Aparentar es fácil, porque desde detrás de una pantalla no se ven nuestros ojos tristes ni cómo las risas no llenan nuestra boca. Además, la gente ni siquiera te pregunta en serio si estás bien, seguramente porque no sabrían cómo lidiar con una negativa. En cambio, exponerse es todo un reto, porque al mostrar a los demás cómo te sientes, no solo te arriesgas al rechazo, sino que les das poder sobre ti (a partir de ese momento pueden golpear donde más te duele), pero también les das la oportunidad de entenderte y de que te ayuden a sanar. Es muy difícil confiar, y más cuando te han herido tantas veces que ya no hay espacio para más puntos de sutura, pero es la única forma de seguir adelante. Si no haces algo, llegará un momento en el que tu cabeza hará clic y te romperás por completo.
Aunque cada vez son menos tabú, aún hay mucho desconocimiento acerca de las enfermedades mentales, porque creemos que son cosas que les pasan a otros, a gente que abusa de las drogas o que nació con algo que no funcionaba bien en su cerebro. Nada más lejos de la verdad: si no te cuidas, si no gestionas tus emociones, si no dejas que los demás te ayuden, a la larga, tu mente pagará la factura. Y no será barata.
Eso fue lo que le sucedió a Ángel Martín, el autor de Por si las voces vuelven (el libro que pretendo reseñar hoy, aunque no lo parezca). Esta obra no es una novela, sino el relato de lo que sufrió el autor en 2017 cuando se volvió loco y tuvo que ser ingresado por un brote psicótico. ¿Y eso qué es? Las personas con psicosis pierden el contacto con la realidad, tienen delirios (creencias que no se basan en la realidad) y alucinaciones (ven, escuchan y sienten cosas que no existen). En el caso de Ángel, para empezar, creía que el Universo le enviaba señales que guiaban sus pasos:

Dejar toda tu vida en manos de señales que se ha inventado tu cerebro puede parecer una locura, pero, ¿acaso nunca habéis decidido algo a raíz de "una señal" completamente desligada del problema? ¿No confiáis irracionalmente en un número de la suerte o en un objeto muy querido? ¿No tenéis un ritual para aseguraros de que todo salga bien (cómo que gane vuestro equipo favorito)? No hay nada de malo en dejar algunas decisiones menores al azar o en tener alguna creencia irracional; el problema surge cuando tienes una fe ciega en ello y dejas que la irracionalidad rija toda tu vida, cuando para ti, esas relaciones entre elementos son perfectamente lógicas:



Ante esta sarta de disparates, el lector no puede dejar de pensar, ¿cómo alguien puede dejarse engañar? Por eso, el autor no solo nos expone todas estas tramas de las que se creía protagonista, sino que además las va desgranando poco a poco, para que entendamos cómo su mente fue jugando con él y atrapándolo en las redes de la locura. Es cierto que su caso es muy extremo y que hay varias ocasiones en las que se le fue mucho la cabeza (aunque por suerte, nadie, ni siquiera él mismo, resultó herido), pero la forma en que lo cuenta hace que te percates de que esos delirios no son tan ridículos. ¿Vosotros no habéis creído alguna vez que podíais comunicaros con los animales? ¿O que podíais prever el futuro tras acertar algo casi imposible? ¿No habéis dudado nunca de la imagen que os devuelve el espejo? En el caso de los cuerdos, estos pensamientos suelen ser puntuales y se desvanecen enseguida, cuando los confrontamos con la realidad; en el caso de aquellos que padecen una enfermedad mental, creen firmemente estas cosas porque su cerebro utiliza toda clase de estrategias para justificar los delirios:











Como veis, Por si las voces vuelven es una obra que me ha calado hondo y, aun así, soy capaz de ver que no es perfecta. Por una parte, he notado cierto caos en la narración, porque a veces pasa de un tema a otro sin ton ni son, mientras que en otras cambia el rumbo de la narración cronológica. El libro está ordenado en capítulos que no son del todo cronológicos ni están del todo centrados (es lo que tiene ir hilando un tema con otro). En consecuencia, uno puede sentirse algo perdido y le puede resultar difícil recordar el orden de algunos acontecimientos o anécdotas.
Por otra parte, al ser una obra tan personal, esperaba que se profundizara mucho más en el autor. Con esto no quiero decir que esperase una biografía, ni mucho menos, pero sí que explorara más tanto sus emociones como su propia psique, porque la obra no aclara qué hace que alguien acabe así. Queda claro que el consumo de drogas tuvo que ver, pero también especifica que esa no fue la raíz del problema. Entiendo que hablar de ello supondría hablar de sus relaciones con su entorno (amistades, familiares, conocidos) y no quiere hacer pública una información que implica a terceros, pero me parece clave incidir en las causas para prevenirlas. Quizás en la segunda novela, Detrás del ruido, que ha publicado hace poco, ahonde en ello.
Tengo ambos libros en la estantería, y encima firmados, pese a que cuando lo empecé, no tenía ninguno. Mi primer acercamiento a esta obra fue un audiolibro de la biblioteca. Enseguida me di cuenta de que escucharlo era un error porque, no solo no podía prestarle la merecida atención (escucho los audiolibros al mismo tiempo que hago tareas mecánicas, como conducir), sino que, al tener las manos ocupadas, no podía marcar fragmentos. Quise pasarme a la versión en papel y mi amiga me prestó su ejemplar, pero una vez tuve la obra en mis manos, no me vi con fuerzas de abandonar el audiolibro: el narrador es el propio autor, quien tiene buena voz, habilidades comunicativas y transmite el tono de la obra mejor que el texto escrito, gracias a las inflexiones de voz, las pausas y el ritmo de lectura.
Compaginé la lectura en ambos formatos y eso hizo darme cuenta de que este audiolibro no es una lectura literal del libro, sino que adapta cosas (es consciente de que es un audiolibro y que lo estamos escuchando, no leyendo) y en los momentos de mayor emoción, el narrador-autor improvisa y añade frases o palabras que no están en la versión en papel, porque se ha dejado llevar por el momento y no ha querido repetir la grabación. Cuando hube terminado de llenar el libro de mi amiga con post-its, casualmente vino el autor a firmar a la ciudad mientras yo estaba por ahí, así que decidí comprar las dos obras. Me parece un libro que merece ser consumido en los dos formatos: el audiolibro te permite disfrutar de toda la emoción, mientras que la lectura textual, más sosegada, favorece la reflexión.
A riesgo de reproducir todo el libro, lo mejor será que vaya cerrando el chiringuito. Por si las voces vuelven es el relato de Ángel Martín sobre su relación con la locura. Para que podamos entender cómo ve el mundo alguien con un trastorno (un brote psicótico, en su caso), el autor nos cuenta cómo su estado mental fue empeorando. Ingresó en un hospital y, al salir, no se sentía bien, porque le corroían la apatía, el miedo y la inseguridad, pero poco a poco, se levantó de nuevo. Es un relato muy emocional que abandona la estructura tradicional de las novelas para adoptar una forma similar al podcast. Pese a la sinceridad de las palabras del autor, no se resarce en el drama, sino que ofrece su historia desde una óptica optimista con la que pretende normalizar estas enfermedades sin banalizarlas. El tono es humorístico, cercano y personal (muchas veces incluso interpela al lector), con lo que logra captar la complicidad del otro. No suelo fiarme de los libros escritos por famosos, pero con este me he llevado una muy grata sorpresa. Es un libro valioso, porque ayuda a romper los tabús relacionados con las enfermedades mentales, ofrece un apoyo a aquellos que lo están pasando mal y hace que cualquiera que lo lea se replantee el rumbo que sigue su vida.
Cosas que he aprendido...- Cómo se ve la realidad desde el filtro de la locura.
- Cómo alguien que está mal de la cabeza puede ocultarse a plena vista.
- El hospital te ayuda, pero no te cura del todo.
- Recursos útiles para cuando te sientas hundido.
- Comprender mejor a personas que han tenido un brote psicótico.
- Un brote psicótico no te vuelve violento.








Primeras Líneas...Enlace a un fragmento del audiolibro