Revista Cultura y Ocio

Por tierras de Alba

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Por tierras de AlbaPedro Paricio Aucejo

Después de Ávila, pocos lugares pueden alardear de haber poseído una relación especial con santa Teresa de Jesús como Alba de Tormes, la villa que en el siglo XVI, por residir en ella los duques de tal nombre, pasó a ser la segunda Corte Española. En esa época era la populosa localidad plasmada en 1570 por Anton van den Wyngaerde, dibujante paisajista flamenco que reflejó la más antigua panorámica de aquella población: el río Tormes en primer plano –barrera natural que la defiende, abraza y fecunda–, el emblemático puente que vadea sus aguas de una a otra orilla, el majestuoso castillo-palacio de los duques de Alba, el caserío que a sus pies se extiende y la “vega grande y espaciosa, / verde en el medio del invierno frío, / en el otoño verde y primavera, / verde en la fuerza del ardiente estío”, cantada por Garcilaso, el poeta y militar español del Siglo de Oro.

Tres coyunturas –documentadas por las Fundaciones y el epistolario teresiano– propiciaron la visita de la monja castellana a esta población salmantina: la familiar, la amistosa y la religiosa¹.

La primera estuvo motivada por la boda en 1553 de su hermana menor, Juana de Ahumada, con el caballero albense Juan de Ovalle. A partir de este momento, en que su hermana se asienta en Alba, comenzaron los viajes familiares y la presencia de la Santa en la villa ducal, que se incrementaron en razón de su estrecha relación con doña María Enríquez de Toledo, esposa del Gran Duque de Alba, don Fernando.

Esta íntima amistad –cultivada durante muchos años– debió empezar ya en la etapa teresiana de la Encarnación, favorecida muy posiblemente por la rama abulense de los Álvarez de Toledo, los marqueses de Velada, que mantuvieron relaciones con Teresa de Ahumada.

Pero fue desde finales de 1570 cuando la presencia de la descalza universal en Alba de Tormes se intensificó a raíz de establecer allí –acompañada de san Juan de la Cruz– su octava fundación conventual, llevada a cabo en 1571. Para ello contó con la protección de los duques, si bien serían Francisco Velázquez y su mujer Teresa de Layz, hacendados ecónomos de la Casa Ducal, quienes abordaran la empresa con una entrega que les llevó a donar los terrenos en los que estaba su propia residencia. Este matrimonio sin hijos acometió el proyecto desde su fase inicial hasta la ubicación definitiva del monasterio, con vistas al río Tormes que tanto gustaba a la Santa.

Sin embargo, esta amplia conexión sentimental y espiritual de Teresa de Ahumada con Alba llegaría al culmen con su fallecimiento en dicha villa, para lo que fue determinante su profunda relación con la casa de Alba. Tal circunstancia se produjo cuando, al sentir ya cercano el momento de su muerte y disponiéndose a partir desde Valladolid a Ávila, fue reclamada por la duquesa para asistir e interceder en el buen desenlace del parto de su nuera María, esposa de don Fadrique. Pero la agotada carmelita llegó a Alba el 20 de septiembre de 1582, una vez ya había nacido el niño, sucesor del título ducal.

En el monasterio de esta población pasaría los últimos quince días de su vida, llegándole la muerte en su celda durante la noche del 4 de octubre, cuando el reloj daba las nueve campanadas. Al instaurarse ese mismo día un nuevo calendario –reformado por el papa Gregorio XIII–, su fecha de fallecimiento pasó a ser automáticamente el 15 de octubre, día en que, a las 10 de la mañana, se celebró su funeral en la iglesia recién concluida, donde también se depositaron sus restos. Desde entonces, y sobre todo a partir de la beatificación y canonización de la mística castellana, la vida de Alba de Tormes ha estado ligada históricamente a la de santa Teresa hasta el punto de convertirse en lugar de peregrinaje mundial.

¹Cf. DIEGO SÁNCHEZ, Manuel, “Teresa de Jesús y Alba de Tormes: una relación cordial e ininterrumpida”, en CASAS HERNÁNDEZ, Mariano (Coordinador), Vítor Teresa. Teresa de Jesús, doctora honoris causa de la Universidad de Salamanca [Catálogo de exposición], Salamanca, Ediciones de la Diputación de Salamanca (serie Catálogos, nº 213), 2018, pp. 119-148.

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