Revista Viajes

Por tierras de León, la cueva de Valporquero y la justa medieval de Hospital de Orbigo

Por Inshalatravel @inshalablog

León siempre me pillaba en medio, desde pequeño he viajado mucho a Galicia y a Asturias, y se me hacía interminable esta provincia. A veces intentaba imaginar qué lugares de interés podría tener.
Hace poco me enteré de que en un pueblecito cercano a la capital leonesa, Hospital de Órbigo, se celebraba una Justa Medieval.
Salimos el viernes a media tarde en nuestra furgoneta camper hacia la ciudad de .

En la hoja de ruta sólo habían tres puntos a recorrer por tierras de León: el barrio Húmedo de León para cenar y tomar algo el viernes, la Justa de Hospital y la Cueva de Valporquero

, recomendada por una trotamundos impenitente que la comparaba con las del Drac en Mallorca.

Llegamos a León al anochecer y tuvimos la buena suerte de encontrar aparcamiento cerca de la Plaza de Santo Domingo, la entrada al Casco Antiguo. Con la noche por delante nos adentramos en el Barrio Húmedo por la calle Alhóndiga. Las calles estaban limpias y despejadas salvo por terracitas que se abrían generosas, las tapas fueron abundantes y ricas, pero andábamos buscando un lugar donde probar los ahumados embutidos del lugar, ya casi a media noche. Cerca de la Calle de Cervantes se abre una plazuela encantadora llena de terrazas donde disfrutamos del prometido y excelente embutido, tapas cuyo ingrediente básico era una fresca trucha libre de espinas y más vino, que no desmejoraba de un sitio a otro. Nos sorprendió la amabilidad de la gente y el más que módico precio de las consumiciones. La Cueva de Valporquero se encuentra a unos cuarenta minutos de León por carreteras secundarias,
sencillas de circular, pero según uno se va acercando empieza la belleza de roca y agua. Gargantas con carreteras bordeadas de gente con arneses y neoprenos nos avisan de lo especial del lugar, de las vistas tan escarpadas y salvajes. La subida a Valporquero se ralentiza en una serpenteante carretera casi de montaña, pero a cada curva el paisaje se va abriendo en perspectiva y la sensación espacial es preciosa. Ya en el parking suena agua cayendo, uno levanta la vista y encuentra agua cayendo en cascada de una piedra enorme encima de un promontorio ¿un milagro de la naturaleza?

El acceso a la cueva se realiza en grupo y hay dos recorridos, de dos y tres kilómetros, que duran cincuenta minutos u hora y cuarto. La temperatura es fresquita y húmeda, así que conviene llevar al menos calzado que cubra los dedos de los pies, que mi acompañante no lo hizo y tuvo serios problemas de humedad y frío. El interior es mágico, con una cúpula de decenas de metros desde la que las estalactitas bajan en agujas asemejando dientes. Está muy bien señalizado el camino para la visita y la iluminación del entorno produce unos efectos asombrosos. Las explicaciones del guía en ciertas paradas del camino te ayudan a comprender realmente la majestuosidad de esta cueva, un entorno en el que el agua y la cal dan vida a las formas que caen y se elevan, creciendo gota a gota... y la luz artificial creando a su vez manchitas verdes en su proximidad como muestra del sepulcro natural profanado.


Hospital de Órbigo es un pueblecito con un puente milenario sobre el río Órbigo en el que hace más de quinientos años se realizó una Justa llamada el Paso Honroso. Suero de Quiñones se propuso retar a todo caballero que se pasara por allí para mostrar su valor a una dama. Se propuso romper 300 lanzas y, según cuenta la leyenda, lo consiguió. Ahora se rememora esta hazaña bajo el mismo puente en un enclave que destila historia con caballos, gentes ataviadas con túnicas de época y juegos para pequeños y mayores. El punto álgido llega a última hora del sábado y del domingo cuando la lucha a caballo con lanza, espada, hacha y demás armas acaparan la mirada de todos los presentes.

La aglomeración en el césped para ver la Justa era tal que decidimos salir antes de tiempo para no entrar en el colapso de esa marabunta abandonando el lugar. El camino de vuelta siempre es más silencioso que el de ida y en el ambiente quedaba un gusto a lugar de paso en el que nos quedamos quizá un poco más de la cuenta.

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