Diariamente y leyendo la prensa, uno puede constatar que la violencia sigue siendo el problema principal en los asuntos humanos. Ningún otro asunto puede encontrar solución mientras la lógica arraigada de la agresión siga siendo la regla base de las relaciones humanas.
Actualmente, hablar de una sociedad pacífica, para algunos parece una idea añeja de hippie; para otros suena a utopía y fantasía; y para otros tantos a algo ya existente -claro mientras la violencia no se hace patente directamente-. Lo cierto es que la agresión como método de acción parece estar aún muy está presente en esferas diversas de la vida cotidiana, en las escuelas, en los deportes, en la política, en las relaciones interpersonales, en las calles, los medios de transporte, en la prensa rosa, en todo. En este sentido, la disposición a la violencia es más latente de lo que uno piensa a veces y entonces surge la pregunta ¿Hemos avanzado realmente hacia un mundo más pacífico o no? Algunos dirán sí, porque las guerras han disminuido -aunque los datos dicen lo contrario, porque la guerra cambia como camaleón pero es violencia igual- o la violencia política es menor, o la delincuencia baja, etc. Pero ¿Podemos decir lo mismo si miramos en las escuelas, en las familias o en los medios de transporte?Algunos podrán decir que en realidad la violencia en esos ámbitos es similar al pasado -y que por tanto no hay aumento-. No obstante, con o sin estadísticas, números más o menos, la violencia está y nuestra pregunta sigue sin respuesta. Muchos pensadores han planteado que el hombre es violento y pacífico a la vez -también lo creo- no obstante, por lo mismo planteaban la necesidad de anteponer o desarrollar la razón -no en su sentido constructivista- como el medio para equilibrar tal dualidad, con el fin de establecer principios para una sociedad pacífica. Uno de ellos es el axioma de no agresión. En general, la mayoría de los individuos adultos desconoce el axioma de no agresión, y sobre todo su base -la auto posesión-. Tampoco lo conocen adolescentes y menos aún niños más pequeños. El axioma de no agresión no se enseña en ningún lado. Es decir, tenemos un gran número de individuos, miembros de nuestra sociedad, que consideran agredir a otros por diversos motivos o diferencias -más allá de la legítima defensa- como algo lógico y razonable.¿Dónde aplican constantemente ese criterio estos individuos? En sus relaciones de pareja y en sus familias. Es decir, inculcan la violencia como base de acción, a sus hijos y nietos, que luego lo reproducen en las escuelas y en su vida adulta. Y entonces surge otra pregunta ¿Cuánto de no violencia se enseña en las escuelas, más allá de el simple acto de reprimir la violencia una vez ejecutada para fomentar una sociedad pacífica? Me atrevo a decir que nada. Por eso es irrisorio establecer leyes contra la violencia escolar o intra familiar, mientras los individuos insertos en esa legalidad desconocen principios éticos básicos para establecer una convivencia pacífica y sobre los cuales deberían descansar tales leyes.