Esta mañana he intervenido, invitado por el PSOE de Andalucía, en un acto de presentación de su programa económico. Transcribo a continuación lo que he leído en mi intervención
POR UN GOBIERNO Y UN FUTURO DE PROGRESO PARA ANDALUCIA
Buenas tardes. Antes que nada, quiero agradecer al Partido Socialista Obrero Español de Andalucía que me haya invitado a tomar la palabra en este acto, a pesar de que yo no sólo no soy afiliado, sino que he sido en muchas ocasiones un crítico duro con algunas medidas políticas que han adoptado bajo su inspiración.
Me honra estar entre ustedes y haré ahora lo único que yo sé hacer: compartir mis reflexiones sobre la realidad económica que nos rodea, provocar poniendo sobre la mesa ideas novedosas que aún no están en el debate social, y someter a su juicio algunas propuestas que, en mi modesta opinión, podrían permitir que nuestra querida tierra andaluza continúe avanzando en lo bueno que se ha hecho en estos últimos 36 años y que mejore en lo que hayamos podido hacer mal.
Antes de entrar en el fondo, déjenme que les comente algo. En algunos foros de internet o en chats de mi universidad se comentaba días atrás que Juan Torres se acercaba al poder buscando prebendas por asistir a esta mesa redonda o que, al hacerlo, yo tomaba partido.
No estoy muy seguro de que al acabar de decir lo que tengo pensado expresar esta mañana esté más cerca del poder que si no hubiera asistido a este acto, pero me da igual lo que se piense al respecto. Llevaba razón Oscar Wilde cuando decía que nunca hay que dar explicaciones porque tus amigos no las necesitan y tus enemigos no las creen.
Pero sí quiero reconocer que efectivamente me encuentro esta mañana entre ustedes porque tomo partido, y que tomo partido de una forma clara y contundente, aunque no a favor de uno en concreto sino en pro de un gobierno y de un futuro de progreso para Andalucía.
El programa electoral que se está presentando, y en particular sus propuestas económicas que son a las que más atención he dedicado, contiene una amplia batería de medidas que, si se llevaran a cabo, podrían mejorar el bienestar de los andaluces y fortalecer nuestra capacidad de crear riqueza y empleo. Y me alegra que en todo su texto haya una constante alusión a la necesidad de avanzar en la igualdad y en la equidad porque creo que sólo se puede considerar como un buen gobierno al que realmente mejora las capacidades con las que todas las personas sin excepción pueden desarrollarse como tales y ser libres y felices.
Deseo de todo corazón que el Partido Socialista tenga un buen resultado electoral, pero, sobre todo, le deseo que a partir del próximo lunes disponga de fuerza, de ilusión y del valor para poder llevar a cabo esas medidas de progreso que contiene su programa.
Pero como pueden imaginar quienes ya me conocen, no suelo venir a estos actos a expresar sólo mi complacencia, sino que trato siempre de dar mi opinión crítica, de la manera más leal posible y aunque no guste oírla, porque las críticas, como dijo en alguna ocasión Winston Churchill, “no serán agradables, pero son necesarias”.
Pues bien, las principales críticas que me siento en la obligación de hacer a este programa electoral y disponiendo tan solo de estos diez minutos de intervención, son principalmente las tres que voy a comentar enseguida y tiene que tienen que ver con una enfermedad que viene aquejando a la izquierda desde hace ya muchos años, como diré al final.
La primera crítica que yo haría a este programa es que basa todas las estrategias de política económica en lograr el crecimiento económico.
A mí me me parece que eso es un error porque hace ya muchos años que los economistas, y no sólo los más progresistas, vienen señalando que es nefasto que el crecimiento del Producto Interior Bruto se convierta en un objetivo en sí mismo. Nefasto y además inútil, porque a la vista de los problemas ambientales lo que hay que plantearse es más bien frenarlo. Y, sobre todo, porque para lograr bienestar, equilibrio social y eficiencia económica en el mejor sentido del término hay que fomentar nuevos tipos de actividades económicas (colaborativas, de cuidados, imposibles de desarrollar a través del intercambio mercantil, vinculadas al oikos y no sólo al universo monetario) que ni siquiera se contabilizan como actividades económicas cuando todo se centra en aumentar el PIB.
Hoy día es ya un hecho probado que el crecimiento del PIB no proporciona por sí mismo garantía alguna de bienestar y estabilidad económica. Lo que ocurre, por el contrario, es que se ha convertido, como dijo hace ya muchos años Roger Garaudy, en un dios cruel, porque exige sacrificios humanos. Hace ya casi 50 años que se comenzó a demostrar taxativamente que tratar de mantener una estrategia continuada de crecimiento económico es una quimera letal porque esa estrategia está agotando la base física de nuestro plantea y destrozando la naturaleza que nos rodea. Y también sabemos ya con toda evidencia que, si las economías vienen impulsadas por el motor de la deuda, como ocurre actualmente, es imposible que se puedan evitar las crisis financieras recurrentes, como demostró magistralmente Hyman Minsky, entre otros. Por tanto, es materialmente imposible lo que todavía nos quiere hacer creer el pensamiento económico conservador y al servicio de los grandes intereses económicos: que el empleo, la estabilidad y el bienestar puedan proceder de una estrategia de crecimiento del PIB a medio o largo plazo.
Una segunda crítica que le haría a este programa es que basa el futuro económico de Andalucía en una estrategia de crecimiento que, en mi modesta opinión, es también equivocada: la de tratar de convertirnos en una economía de base exportadora.
Se trata a mi juicio de una estrategia equivocada y negativa para Andalucía, en primer lugar, porque no es realista: Andalucía no podrá competir con Alemania (lo que sería necesario para poder mantener nuestro nivel de bienestar) y menos en el marco del euro; ni con Marruecos (si estuviéramos dispuestos a renunciar a él). Y, en segundo lugar, porque incluso en el caso de que esa estrategia competitiva fuese social y económicamente viable, también está demostrado que no es la mejor. En su Informe sobre el comercio y el desarrollo de 2013 la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrolloseñaló que las estrategias que están dando mejor resultado en el mundo para conseguir el crecimiento de la actividad y la creación de empleo son las que se basan en el desarrollo de los mercados internos mientras que la competencia entre economías a base de bajar los costos laborales unitarios y los impuestos (que es la lo único que nosotros podríamos hacer para convertir a la economía andaluza actual en una de base exportadora), provoca -dice textualmente el informe- “una igualación hacia abajo, que beneficia poco al desarrollo y puede tener consecuencias sociales desastrosas”.
Finalmente, el programa me parece criticable porque echo en falta propuestas sobre aspectos que hoy día me parecen esenciales para poder poner en marcha medidas de corte progresista, incluso como las que se proponen en algunos lugares del programa.
A mi juicio, y en consonancia con lo que acabo de decir, falta una estrategia expresa y directamente orientada a fortalecer el mercado y la demanda interna para ir paliando, al menos, nuestra desvertebración, nuestra dependencia y el despilfarro de recursos que implica la naturaleza extractiva de nuestra economía. Y en ese sentido, lamento que ni siquiera se mencione el problema que supone que un espacio como el nuestro se haya quedado sin un auténtico sector financiero propio y al servicio de su desarrollo económico. O que no haya más que una alusión muy superficial a la política fiscal y tributaria y a la economia sumergida, a pesar de las deficiencias que mantenemos en ese aspecto. Comprendo que decir esto delante de determinados sectores de opinión y grupos de interés es como mencionar al diablo. Pero tengo que decirlo porque tengo la convicción de que es materialmente imposible impulsar un auténtico progreso de la economía andaluza sin disponer de entidades financieras públicas, o privadas, pero de servicio público, que operen con la expresa y única función de financiar a la economía andaluza, a sus empresas y proyectos de emprendimiento.
También creo que el programa es demasiado dócil en el sentido de que no se enfrenta a las limitaciones que nuestro entorno, y en especial las políticas europeas, imponen a nuestro progreso. Andalucía no puede vivir de la inercia, porque esta está concebida para impulsar a Alemania, ni puede ser conformista aceptando la voluntad de los poderosos como si fuera una ley natural. Yo creo que ha llegado ya la hora de que Andalucía actúe frente a Europa de otro modo, con dignidad, que se ponga en pie y no siga de rodillas ante un proyecto europeo basado en políticas económicas muy nefastas que han generado menos empleo, más paro, más deuda, mucha más desigualdad y, de ahí, mucho daño a las personas más desprotegidas. Y no me resulta menos preocupante que seamos demasiado condescencientes con nuesttos propios errores: es urgente analizar colectivamente con sinceridad y rigor por qué somos tan poco eficientes y nuestros esfuerzos no dan casi nunca el resultado previsto.
También quisiera poner sobre la mesa un asunto que podría ser de particular trascendencia y sobre el que me consta que nadie se atreve a hablar. Es hora de que en Andalucía comencemos a valorar y a estudiar con inteligencia, con sosiego y generando consensos, la creación de una moneda complementaria al euro. Una medida auténticamente innovadora y que en mi opinión sería el instrumento perfecto para potenciar el mercado interno, la creación de más empresas y de nuevo tipo, vinculadas más estrechamente a nuestro territorio, y para lograr financiación añadida sin incrementar la deuda.
Y, para terminar, permítanme que les diga dolorido que me parece un error que el programa ni siquiera mencione el término corrupción cuando en Andalucía estamos sufriendo una crisis de confianza institucional tan grande por esa causa. Yo soy de los que piensan (y así lo defiendo dentro y fuera de Andalucía siempre que puedo) que es una insidia afirmar que que en nuestra tierra hay más corrupción que en otras comunidades. Basta comparar con honestidad. Pero eso es una cosa y otra no ser conscientes de que es imposible regenerar la economía sin cultivar un clima de confianza entre las personas y en las instituciones que ahora hemos perdido en alta medida. Hacen falta medidas valientes en este campo.
En fin, creo sinceramente que en este programa hay mimbres para abordar con éxito un cambio de orientación y de políticas que yo creo que es imprescindible en Andalucía ahora que ha cambiado la coyuntura. Pero, como he señalado, también pienso y lo digo con toda franqueza y lealtad, que para poder construir algo mejor es necesario reconsiderar la orientación de sus grandes líneas estratégicas y, además, centrarse menos en la acumulación de propuestas y más en los procedimientos que permitan hacerlas realidad. No se trata de decir lo que nos gustaría hacer si tuviésemos más dinero o recursos sino lo que se puede hacer con los que hay.
En un libro que se acaba de publicar en España hace unas pocas semanas (Hablemos calor sobre el comercio internacional. Ediciones Deusto), Dani Rodrik afirma que la izquierda “ha sido incapaz de aportar ideas económicamente viables y políticamente populares, más allá de las políticas de mejora como las transferencias de ingresos” y achaca esa incapacidad a los economistas y tecnócratas de izquierdas que “abdicaron con demasiada facilidad ante el fundamentalismo del mercado y asumieron sus principios básicos”.
La mala noticia es que un programa como el que ahora se presenta es deudor de esa abdicación, pero la buena es que, como dice Rodrik, que las izquierdas “tienen cada vez menos motivos para no utilizar la respetable munición académica de las ciencias económicas y señala algunos ejemplos de ese tipo de nuevas propuestas de las que, como he tratado de señalar, carece a mi juicio este programa. Por ejemplo, reformas bancarias; las nuevas políticas para luchar contra la desigualdad y para lograr que la innovación tecnológica sea más favorable para los trabajadores; las nuevas estrategias de despliegue del sector público para fomentar innovación inclusiva; la inversión pública a largo plazo en infraestructuras o economía ecológica; las políticas de puesta en valor de los recursos comunes, entre otras…
Anthony Giddens dijo al analizar el ascenso del neoliberalismo que lo que ocurrió fue que la derecha se hizo revolucionaria y la izquierda conservadora. Y me temo que hasta que no perdamos el miedo a lo nuevo y renunciemos a la comodidad que proporciona repetir una y otra vez el pensamiento establecido, no estaremos en condiciones de afrontar esos “pequeños cambios” en la cultura, en los valores, en las formas de usar los recursos y de vivir que la historia reciente nos indica que son el motor real de los cambios más grandes y profundos de las economías.
Ojalá a partir del próximo domingo se abra un nuevo escenario en Andalucía en el que las políticas públicas se inspiren en mayor medida en estas visiones alternativas porque si no es así, como dice Dani Rodrik, “la extrema derecha tendrá vía libre para seguir avanzando”.
Termino recordando unas palabras de Victor Hugo que creo que marcan el reto que tienen quien quiera poner en marcha u proyecto de progreso para Andalucía: Hay que apoderarse de la utopía, imponerle el yugo de lo real, y encerrarla en el cuadro de los hechos. La idea de lo abstracto debe transformarse en idea concreta, y entonces lo que pierde en hermosura lo gana en utilidad”.
Muchas gracias