Hoy se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
No, no se trata de un sarcasmo, ni de una broma macabra en una profesión que cada día está más asediada por las amenazas que la impsibilitan o por el alto precio que a menudo hay que pagar para mantenerla.
En el día de hoy, los periodistas homenajeamos a aquellos compañeros que dejaron su vida cumpliendo con las obligaciones del oficio.
El fortalecimiento de la democracia y las libertades tendrá siempre una deuda pendiente con ellos.
Especial por la cercanía quiero que sea mi recuerdo para José Cousso y para todos aquellos cuyos asesinatos han quedado impunes. Porque quien mata a un periodista está asesinando al mismo tiempo a la libertad.
En este día también hay un hueco para aquellos otros, que trabajando a diario calladamente en redacciones que parecen cárceles de las que es imposible escapar, no disfrutan de la libertad y la independencia necesarias para desarrollar esta profesión desde la dignidad y la honestidad, sometidos a poderes e intereses que nada tienen que ver con el derecho a la información. La exigencia de poder ejercer la profesión desde la libertad y el compromiso personal debería ser una de las reivindicaciones obligatorias de estas efemérides.