Título original : Pornô FantasmaEditora Record, 2011
Estoy leyendo a un argentino universal y en una edición que no me atrevo a manosear mucho así que sólo lo leo en casa; para los momentos de espera en las salidas y los repentinos ajetreos con la bebé me hice de éste libro de cuentos de Santiago Nazarian (São Paulo, 1977), penúltimo libro publicado de él y primero de cuentos. Tengo un par de libros de este joven escritor brasileño que están en la lista de espera pero como me gusta leer en orden cronológico preferí hacerme de esta obra que reúne catorce (por cierto, el número catorce se presenta en el libro de diversas maneras) relatos escritos en diferentes momentos y circunstancias, varios ya publicados en diversos medios inclusive de otros países.
Abre con “Catorze anos de fome” (“Catorce años de hambre”) donde crea toda una atmósfera de incertidumbre y sigilo alrededor del paradero de Sebastián Salto, para hacia el final, cuando nos hace creer que todo no pasa de un mal entendido producto de la fértil imaginación y curiosidad de Thadeu la sombría realidad le caerá como un zarpazo.
“Conto de lobisomen” (“Cuento del hombre lobo”), es una de las que menos disfruté aunque comienza bien y la trama se mantiene igual de bien –un hombre se trae como souvenir de un lugar remoto la cabeza de un hombre lobo en un saco- pero el giro hacia el final no es tan drástico como el del relato anterior. No está mal pero, leyendo todos los cuentos de esta obra éste es uno de los dos que creo no están a la altura de los otros doce; simplemente no enganché.
“Apocalipse silencioso” (“Apocalipsis silencioso”) fue publicado inicialmente en español y en el Perú en la antología hecha por Maria Alzira Brum y Nelson de Oliveira llamada “90-00 Cuentos brasileños contemporáneos” del 2009 de Editorial Copé de Petroperú. Todas las personas de este planeta se convirtieron en zombies y entre los pocos que aún quedan está nuestro personaje principal, Bernardo, encerrado en su departamento libando el poco vodka que le queda, recibe la sorpresiva visita de su amiga Beatriz, y en medio del caos de la ciudad se dan tiempo para espetarse uno a otro filosofando sobre la condición humana. El tema central no es el alucinante cuadro externo donde ubica a sus personajes –ni desarrolla el tema de los zombies- y sí las recriminaciones de la vida activa de una y la contemplativa del otro, todo con un fino humor negro y mucho sarcasmo.
“Eu sou a menina deste navío” (“Yo soy la muchacha de este barco”) también cuenta con tintes fantásticos: la apacible vida del curtido pescador Sebastião será interrumpida con la llegada de un barco fantasma al que no resistirá subir a espiar encontrando ahí a un joven de una excepcional belleza andrógina; su curiosidad será probablemente su perdición. Tiene una connotación sexual elegantemente sugerida.
Leer “As vidas de Max” (“Las vidas de Max”) me da que pensar en que nos deparamos con ciertas cosas no siempre por acaso: hace poco vi una entrada en el blog de Bara sobre “La vida de Pi”, la nueva película de Ang Lee, donde un joven naufraga con un tigre en un bote: aquella fotografía me movió: me pareció muy poético, con un enfoque epistemológico introspectivo. ¿Y a qué viene tanto chamullo?: este relato inicia así, con un joven que naufraga con un guepardo en el bote. Como alguna vez le escuché decir a Charly García sobre el tener una antena atenta a captar ciertas frecuencias –entiéndase, informaciones-: parece que ahora nuestra antena sintonizó la misma frecuencia, aunque esta frase última suene media cursi. Nazarian hace mención al final del libro que se basó en la obra “The life of Pi” (“La vida de Pi”) del canadiense Yann Martel que a su vez parece ser un plagio de la obra “Max e os felinos” (“Max y los felinos”) del brasileño Moacyr Scliar. Ese caso tuvo mucha repercusión en su momento mas aún cuando Martel se alzó con el Booker Prize en el 2002. Esto ya lo mencioné por aquí y lo repito ahora: y hay gente (entre esos muchos peruanos inclusive) que juzgan clamando al cielo alguna sanción para Alfredo Bryce Echenique por plagiar artículos periodísticos cuando nunca ninguna obra suya –que debe estar bajo la lupa de “los inquisidores” desde hace buen tiempo a raíz de todo eso-, novelas o cuentos está en discusión. Al canadiense Martell nadie lo jode, cuando deberían. Nazarian recalca que entregó el borrador de este relato –versión con sendos toques y retintes sexuales, también algo masoquista, marca de Nazarian, con un personaje abandonado a la blanda aceptación de la fatalidad, entregando su carne como una ofrenda - a Scliar previa publicación.
“Natrix Natrix”. Desconocía de este término hasta encontrar este relato y buscar el significado. Tiene mucho a ver con la horrible carátula del presente libro. Sí, horrible, y es que ya le he visto mejores diseños en las carátulas de otros libros de Nazarian. Pero al margen de ese detalle este relato es uno de los mejores y donde el autor nos deja una pequeña muestra de lo diverso que puede ser su universo. Ambientado en una época medieval donde la enorme admiración de toda una comarca por el héroe que los salvó del dragón se convertirá de a pocos en ira ante el desprecio del susodicho guerrero sin imaginar que ese sentimiento de ira que va naciendo en los pobladores podría ser más peligroso que el propio dragón.
En “Marshmallow queimado” (“Marshmallow quemado”) encontramos a Daniel y a Jonas que acostumbran hacer picnic en el cementerio –sí, sí, de noche, sino qué gracia tendría. Esto me hace recordar un tourque tenemos que hacer al regresar a Lima.-, junto con Franz y Darío. Lejos de mostrarlos como poseros, ellos van a escuchar música y conversar, ése es su método de escapar de los adultos, como solían hacerlo con su amigo Wolf. Mientras unos van a fumar hierba y otros incluso a tener sexo él tiene una mejor razón para estar ahí; él está muerto. También enfoca la pérdida de un amigo cercano desde la óptica de unos jóvenes. Este cuento son en realidad cuatro en uno pues sus personajes relatan diversas historias alrededor de la fogata, siendo la última la más nazarianezca.
“Piranhitas” (“Pirañitas”), es el relato más corto del grupo, y de final no menos sorpresivo cuando descubramos quien es nuestro narrador.
“O velho e o mato” (“El viejo y el matorral”) es otro relato donde asombraciones del peor tipo –niños: los fantasmas no me incomodan, ya cuando son de niños realmente son de escarapelar con tan sólo imaginar- se le presentan al viejo borracho que decide adentrarse de noche por un camino en medio del matorral. El autor sabe dosificar el suspenso que va in crescendo conforme la trama avanza. Muy logrado.
“Trepadeira” es el otro relato con el que no enganché, al igual que el segundo. Es uno de los más extensos y se me hizo interminable, aunque hay varios momentos en que la característica morbosa del autor aparece reviviendo el ansia por continuar, en general lo encontré pesado, denso. Según el autor esta es su versión del clásico francés –que no leí- “Las desventuras de Sofía” de la Condesa de Segur.
Pero la desmotivación del cuento anterior es rápidamente dejada de lado con “Você é meu Cristo Redentor” (“Tú eres mi Cristo Redentor”) donde estamos ante el monólogo de un asesino en serie que se detiene a filosofar sobre sus quehaceres, frio como un témpano, quizá porque encuentre de lo más normal el cavilar el por qué esa ansia de poder dar fin a algo tan bello –la vida de alguna mujer que enamora-, moviéndose en una fina línea aunque siempre acabe en lo mismo, en el orgasmo que parece sentir en esos segundos donde puede percibir el alma de su pareja desprenderse del cuerpo. Narrado elegantemente, muy cadencioso.
En “Pornô Fantasma”(“Pornofantasma”) un hombre reconoce en una película pornográfica a su hijo adolescente que murió de sobredosis. Dejará todo de lado para ir a aquella ciudad desolada donde se filmó esa peli’. Es el más extenso del grupo, engancha desde el inicio y en ningún momento se torna somnoliento, por el contrario, te va envolviendo con las situaciones absurdas que van apareciendo, sin dejar el lado fantástico y su final lleno de misterio.
En “A mulher barbada” (“La mujer barbuda”) Nazarian tiene el gran mérito de pensar, cavilar y expresarse como una mujer –a través de Luziânia, su personaje principal-, una mujer inteligente, por muchos momentos filosófica pero también muy histérica, al punto de llegar a ser insoportable, en parte por cómo expresa sus carencias en un monólogo que parece interminable y en otra por que probablemente ella tiene la verdad consigo. Es la mujer que todo artista nunca quisiera tener como compañera, para el caso del relato su esposo, Paulo Roberto, que coincide con el nombre real a quien está dedicado este relato, el periodista, editor y escritor Paulo Roberto Pires. Es tal vez el relato más antiguo, data del año 2002 ó 2003 lo que ya proyectaba la calidad de la escrita de Nazarian; aún así a este relato hay que tenerle paciencia.
“Todas as cabeças no chão, menos a minha” (“Todas las cabezas en el piso, menos la mía”) también está ambientado en una época medieval, donde el joven príncipe obtiene de regalo una singular espada que luego de ser desenvainada y mencionando las palabras mágicas decapita todo ser vivo que está en una determinada área. Una historia como esta en manos de Nazarian es como dicha espada en manos de aquel príncipe. La sangre salpica desde el inicio, y aunque por momentos es muy crudo el autor no renuncia al humor negro aún en los momentos en donde la sangre se mezcla con el barro cuando el príncipe hace uso de aquel mágico adminículo.
Tras cinco novelas Santiago Nazarian está experimentando en otros géneros, como esta antología de cuentos, y hace poco acaba de publicar una novela juvenil intitulada “Garotos malditos”. Ojalá y alguna editora se anime a publicar sus obras en castellano, los lectores hispanohablantes merecemos conocer al camaleónico y natural Santiago Nazarian.
Pirañitas
Para Marcelino Freire
Dos primos se detuvieron al margen del río. Catorce y trece años. Debían tener esos nombres de muchachos –Fábio, Gustavo- para llamarse de Binho y Guto. Muchachos. Hundiéndose entre ellos, pero estirando sus brazos y piernas para dentro del agua, para ver si estaba fria, o si estaba caliente.
No entraban, estaban indecisos. Saltaban, precavidos, agitando el agua, sintiendo la temperatura, fingiendo prepararse para bucear. Bucearon tantas veces, tantas otras, tantas antes, sin siquiera colocar un dedo, sin importarse con los grados. El calor ya estaba en ellos, y siempre había un buen motivo para hundirse. Refresacarse, huír del ataque de los mosquitos.
Ahora no, a los catorce, trece…. A esa edad tenían conciencia del peligro. Tal vez fuesen los brazos y piernas que se estiraban para dentro del agua. Tal vez era la educación, la escuela, ciencias, tal vez fuese la tenia solitaria. Y el río en que bucearan tantas veces –tantas otras, tantas más- tenía nuevos riesgos, enfermedades, nuevas corrientes.
El más joven sabía de lo que temía: pirañas. Aquellos dientecitos afilados trabajando en conjunto, consumiendo todo lo que él insistiera en hundir. Él era el más joven, pero tenía carne. Era más blanco, serviría de anzuelo. Como un buey ante las pirañas, sería devorado entero, mientras su primo…, su primo cruzaría a salvo. Bastaba una herida abierta. Bastaba un mínimo sangramiento. Un corte casi imperceptible, ellas lo notarían. Devorarían al muchacho en el río donde ya fue niño.
El mayor tenía miedo de otra cosa: enfermedades. Ël ya nadó entre pirañas - incluso las pescaba - en la punta de su vara – sabía que ellas no le harían daño. Él era delgado. Era moreno. Era flaco y enjuto. Ellas se asustarían de sus brazos y piernas. El peligro permanecía imperceptible. Caracoles, platelmintos, sanguijuelas. Animales minúsculos que se alimentarían de su pubertad, avanzando antes de él completar quince. Comerían sus entrañas, no dejarían nada para las pirañas.
Los dos consideraban… Los dos consideraban, lado a lado, mirando para el agua e intentando hundir la mirada allá en el fondo, revolviendo el suelo y descubriendo lo que encontraban de errado, si había algo escondido, ¿por qué no bucear en aquel río en que nadaban desde pequeñitos?
De a pocos el calor fue aminorando, el sol poniéndose y ellos sabían que tenía que ser ahora o nunca. Ahora o nunca, el río no estaría por siempre allí. El río correría, secaría, y la vida los llevaría para lejos de aquella infancia que fue transformada en cobardía.
¿Quién sería el anzuelo? ¿Quién serviría de señuelo? “¡Tú primero!” “¡No, tú!”, disimulaban con gentileza el coraje que no tenían. Bastaba sólo hundir los pies, bastaba ver si el primero sobreviviría. Cuando uno buceara y no sobreviviese el otro apenas suspiraría “felizmente que no fui yo.”
“¿Entonces por qué no entramos juntos?”, sugirió el mayor. No era el caso, no querían hacer un pacto de suicidio. Se quedaron en silencio, concordando. No querían más morir juntos.
El agua estaba ya roja hacia el final del día. Luego sería noche e imposible. Regresarían para casa y después para la ciudad, sin ninguna otra oportunidad. El rio, la naturaleza llamando, y apenas los pies mojados. Sentirían los dedos arrugarse metidos dentro de las zapatillas. El tiempo había pasado, también las oportunidades, y ellos no habían aprovechado.
Volverían a ser niños en un impulso, en un salto, antes que fuera tarde. Fábio, Gustavo, Binho y Guto; se animaron. Entraron al agua hasta la cintura, dejando de pensar. Llenándose de coraje, fueron impetuosos, estaban en el agua para mojarse. El calor era mucho más fuerte que los platelmintos, el agua era más limpia que los mosquitos. Se cansaron de espantar a los insectos, limpiarse el sudor, mirar para el horizonte e imaginar lo que habría allá. La corriente no podría llevarlos, ya eran grandes. Brazos y piernas, unos hundidos, otros al alcance de la orilla. Sólo un poquito, un poco más, sólo un poco más y todo será perfecto.
Pero la impaciencia no es sólo virtud de los muchachos. La ansiedad hace llorar también a cocodrilos, a caimanes, a mí. Ya estaba al final de mi día y cansado de esperar que ellos viniesen hasta mí, que fuesen traídos por la corriente, que nadasen en dirección de mis brazos, mi abrazo, mi boca. Trabajo solo, pero soy más experto que las pirañitas. Tengo el apetito de los dos, para comer la carne y limpiarme los dientes. La dulzura del más joven y lo crocante en el mayor. Carne roja, y carne tierna. Si los jóvenes no vienen hasta nosotros, nosotros vamos hasta ellos. Puedo alcanzarlos hasta la orilla. Llegará el día en que los reptiles volveremos a dominar la tierra.