Viñetas de Joseba Morales con guión de Doc Pastor.
Hace unos pocos días muchos ciudadanos, diría que todos pero es mentira, vimos el debate (aunque lo que es debatir, debatieron poco) entre Rubalcaba y Rajoy, candidatos a la presidencia de este país y que dejaron bien claro con su actitud infantil, sus continuadas puyas y sus maneras de “y yo más” que ninguno de los dos debería llegar a serlo.
Pero ¿porqué no salieron teleñecos?
Durante los minutos que los dos políticos estuvieron en pantalla fuimos testigos de como más que interés por ayudar a los ciudadanos, por que España vaya a mejor, lo que hacían era intentar exculparse del pasado, de las gestiones anteriores y dejar claro que ellos lo harán mucho mejor que los otros. ¿El qué harán mejor? Ah, eso supongo que nos toca a nosotros adivinarlo, igual es que lo entendimos mal y resulta que todo era un juego.
Mi concepción de un debate, o más en concreto de este, es que debería solucionar dudas a los votantes, aclarar las propuestas que sean precisas y lograr dejar claro que las inquietudes que tienen son las mismas que las del pueblo. Sí, esto es una utopía y lo sabemos todo, quizá por eso mismo muchos sencillamente lo pusimos por diversión, para pasar el rato y tener unos cuantos minutos de diversión. Es eso o tomárselo en serio y ponernos directamente a temblar ante lo que se nos viene encima, dando igual el que gane (que algunos ya hemos vivido con un lado y con el otro).
Hubo algunos momentos que fueron, directamente, espectaculares o prácticamente absurdos. En el último tipo tendríamos el momento en que Rubalcaba, a dos segundo que le quedaban de intervención y que así le fue avisado, sacó un gráfico mientras sonreía tontamente y que más que dar línea de confianza lo que hacía era que pareciera todavía más que todo lo televisado era puro cachondeo. En la otra modalidad tenemos “la cobra” que hizo Rajoy ante el esperado tema del matrimonio homosexual, pasando a hablar de las autonomías y a refererirse que en el pasado se reunió con Zapatero sobre las parejas de hecho, que yo lo siento pero no es lo mismo. Quizá estos dos hechos no sean los que más importaron o los de mayor relevancia, pero quedaron grabados en mi cabeza como clara muestra de lo que pudo ser y no fue este show televisivo.
Igual hubiera sido más práctico que de cuando en cuando sonara la sintonía de “El show de Benny Hill”, ya que así habríamos sabido seguro que todo era una comedia, algo preparado de antemano (aunque esto quedó claro ante las cuestiones que ambos representantes mantuvieron en silencio) y solo uno de los productos más de entretenimiento que nos brinda la televisión. Pero ¿se podía esperar otra cosa al respecto? Incluso algunos usuarios de Twitter llegaron a comentar que realmente no era distinto del debate de hace cuatro entre Rajoy y Zapatero, y es cierto que la sensación de que no había servido de nada en absoluto era más que similar.Bastante más interesante fueron los comentarios que se vertieron en el ya citado Twitter, que realmente era un hervidero y no sé el porqué no se colapsó (aunque yo llegué el límite de tuiteos permitidos). Preguntas, dudas, chanzas, parodias, apoyos, contras y todo lo que cada uno fuera capaz de imaginar. Ese día muchos pusieron sus opiniones en la red de microblogueo y hay que decir que prácticamente ninguna era optimista con lo que estaban viendo o con el futuro tras las elecciones.
Mucho más útil y esclarecedor resultó el programa “Si yo fuera presidente” que presentó Jordi Évole (al que muchos recordamos como El follonero en “Buenafuente”), en el que de forma sencilla y accesible para cualquiera intentó dar explicación a la situación que hay hoy en día en nuestro país. Logrando intervenciones de destacadas personalidades como el ex Ministro de Trabajo Manuel Pimentel, que intentó hacer ver el porqué la situación que se encontró el PP hace años era mejor que con la que tendrán que lidiar en caso de salir ganadores en estas elecciones. Para mí el plano que más significativo resultó fue precisamente el último de todos, en que el ganador del Premio Ondas al mejor presentador dejaba la urna que llevó todo el programa (y en la que los que iban apareciendo depositaban sus intenciones si fueran el futuro presidente) a las puertas del congreso, claro símbolo de que en sus manos queda todo y el escuchar las voces de los ciudadanos.
Igual de interesante estuvo el reportaje de la misma cadena, La Sexta, con el nombre “#Spanish revolution: ¿Qué ha pasado aquí?” en el que se intentaba abordar el medio año que ha pasado desde ese ya lejano #15M. Con sus inicios, evolución, implicados, aciertos, fallos, declaraciones de distintas personas (con Iñaki Gabilondo y Stéphane M. Grueso, entre otros) con apoyo o no de este movimiento ciudadano. Se intentó ser objetivos y lo lograron, pero para saberlo hay que haber estado dentro, tienes que haber visto lo que pasó realmente y no solo lo que algunos medios o políticos decían guiados por sus propios intereses, como la perla que se dijo sobre que estaba ETA detrás de todo o la violencia que hubo en Barcelona en una supuesta operación de limpieza. Tampoco faltó el trato diferencial que desde el gobierno se aplicó con los asistentes a la JMJ, en un buscado enfrentamiento y que, por suerte, terminó en que muchos no entraran en ese juego y se unieran.
¿Y había algún político viéndolo? Eso es lo que muchos se preguntaban y otros tantos asumían que lo más probable es que no fuera así. Total si en todos estos meses se ha intentado denostar estas protestas y sentadas (no olvidemos el comentario de Aznar, “no es más que un movimiento marginal antisistema”) o directamente ignorarlas como si el tema no fuera con ellos. Pero no hay que extrañarse, muchas veces en el pasado se ha demostrado que lo que sucede es al revés, lo que pasa es que las decisiones políticas no tienen que ver con los ciudadanos y la culpa es nuestra por pensar que sí. O culpa de la constitución que es la que nos hizo que lo creyéramos.
Punto aparte merecería ese documento al que habría que someter a cambios necesarios, algunos realmente importantes y contar para ello con el beneplácito del pueblo. Pero es intocable e inviolable, al menos hasta que los partidos decidieron que debía incluirse el techo de deuda y que dijeron que no se había consultado ya que no había tiempo. Por supuesto esas declaraciones salieron después de que se escucharan voces de queja sobre este tema y la ausencia de un referéndum (que de todas tampoco es vinculante, y nos seguimos extrañando de la forma en que van las cosas).
Quizá el mayor problema de todos es que en las cúpulas de poder, y no es ninguna coña con lo de la cúpula Anónima y esa gran foto mostrando una máscara de V, los que están al mando se encuentran apartados del mundo real, de las voces de sus ciudadanos y nos vamos acercando de nuevo al despotismo ilustrado en que todo se hace “para el pueblo, pero sin el pueblo”. Es una pensamiento muy extendido el que dice que esas personas no pueden tener conocimiento real de las necesidades e inquietudes, y que lo único que les importa es escalar y llegar a lo más alto, lo que quedó claro en el comentario sobre el debate (y más en las recomendables “In the loop” o “La conquista”). También, y esto se lo he escuchado a muchos compañeros generacionales, el cómo los jóvenes nos podemos sentir representados por señores y señoras que llevan en la política desde que tenemos memoria (o antes), el cómo podrán ser capaces de entender lo que nos preocupa y actuar en consecuencia, aunque de nuevo ha quedado clara la respuesta y es que en general no lo hacen.
Si en el debate hubieran salido teleñecos nada de esto habría pasado. La carisma de Gustavo hubiera eclipsado a los dos combatientes por el título de emperador de España.
Pasadlo bien el domingo.