Revista En Femenino

¿Porque es importante la fase en brazos?

Por Mamikanguro @MamiKanguro

Según Jean Liedloff en su libro “El concepto del continuum” la crianza en brazos cumple varias funciones y que la fase en brazos empieza en el nacimiento y acaba con el inicio del arrastre, cuando el bebé puede alejarse de su cuidador y volver a voluntad. Esta fase consiste, simplemente, en que el bebé tenga contacto físico durante las 24 horas del día con un adulto u otro niño mayor.

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Primera función: Parece que la persona que lleva al bebé – que normalmente es la madre durante los primeros meses y luego algún/a niño/a de entre 8 y 12 años- está construyendo un propósito fundacional que va a resultar útil en posteriores experiencias.

El bebé participa de manera pasiva en las actividades de la persona que lo carga: correr, caminar, reír, hablar, cantar, trabajar y jugar. El tipo de actividad, el ritmo al que se produce, las inflexiones de la lengua utilizada, la variedad de señales observadas, los cambios de luz del día y la noche, los cambios de temperatura, la humedad, la sequedad, los sonidos de su familia, la vida tribal…

Todos estos elementos constituyen la base de su participación de modo activo en su entorno, hecho éste que va a comenzar a los seis u ocho meses, cuando comienza a arrastrarse, luego a gatear y más tarde a caminar. Sucede que, cuando, por otra parte, un bebé se ha pasado la mayor parte de este tiempo echado en la cuna con la mirada apuntando a la pared de enfrente o mirando al interior del cochecito en el que lo llevan o dirigiendo la mirada constantemente hacia el cielo… se habrá perdido, entonces, la mayor parte de esta esencial experiencia.

Dado que existe esta necesidad del niño por disfrutar de este tipo de experiencia prematura, se requiere que aloje en su ser esta visión panorámica de la vida en la que va a entrar.

También es importante que los cuidadores no se limiten simplemente a sentarse y echar un ojo, ni que se pongan a preguntarse qué necesitará el niño, sino más bien tener una vida activa ellos mismos. De manera ocasional, uno no puede resistirse a darle un fuerte achuchón repleto de besitos pero, ahora bien, cuando se programa al bebé para que esté observando tu agitada vida, se siente confuso y frustrado cuando inviertes tu tiempo en observarlo a él. Un bebé que se encuentra en el meollo del aprendizaje de lo que es la vida tal y como las vives tú se siente confuso; es como si lo que quisieras fuera que el bebé finalmente fuera quien dirigiera tu propia vida.

Segunda función: la segunda función esencial que cumple la “fase en brazos” parece haberse escapado del raciocinio de todos (incluida yo hasta mediados de los años 60).

Consiste en proporcionar a los bebés un medio que les facilite descargar el exceso de energía que tienen en sus cuerpos hasta el momento en que puedan hacerlo por ellos mismos. Durante los meses previos al momento en el que los bebés son capaces de levantarse por sí mismos, acumulan energía de la absorción de los alimentos y el sol.

En consecuencia, el bebé requiere un contacto constante con el campo energético de una persona activa que pueda igualmente descargar el exceso de su energía. Así se puede explicar la razón por la que los bebés de los Yequana vivían en ese estado de relajación, no mostraban síntomas de agarrotamiento, no pataleaban ni arqueaban o flexionaban sus músculos para liberar esa incomodidad que supone tal acumulación de energía.

Si queremos facilitar una experiencia “en brazos” óptima, debemos ser capaces de descargar de manera eficiente nuestro propio campo energético. Se puede calmar rápidamente a un bebé irritado si corremos con él o saltamos, bailamos, o bien realizando cualquier cosa que reduzca nuestros propios niveles energéticos a un nivel que resulte cómodo para nuestra actividad. Cuando de repente un padre o una madre tienen que salir a comprar algo no van a tener que volver a decir nunca más “¡Venga, coge tú al bebé que voy a bajar a comprar!”, sino que igual que baja corriendo, se lleva al bebé aprovechando la situación y le da una vuelta por ahí.

¡Cuanta más acción, mejor, para que la fluya la energía! Tanto los bebés como los adultos sufren tensiones cuando se impide la circulación de la energía por los músculos. Un bebé que parece estar lleno de energía por descargar sólo está buscando acción. A veces incita a quien le cuida con pequeñas llamadas de atención, a la vez que intenta descargar su incomodidad arqueándose, flexionando su cuerpo, etc. Darle una vueltita por la habitación o ponerlo en brazos de alguien que haya estando haciendo ejercicio poco antes…

Con ello, el campo energético de un bebé se va a beneficiar de esos momentos que comparte con un adulto que está en proceso de descarga. Los bebés no son cositas frágiles que manejemos con guantes de terciopelo. De hecho, cuando un bebé recibe este tipo de tratamiento “frágil” en esta etapa formativa, puede llegar a convencerse de que es frágil, con lo que puede llegar fácilmente a perder la confianza en su propio cuerpo. Entonces, ¿qué es lo que conseguimos? De manera Inconsciente vamos a perjudicar a nuestra descendencia. Durante la etapa de estar en brazos, la época entre el nacimiento y el periodo en que empieza voluntariamente a gatear, el bebé recibe unas experiencias y con ellas va satisfaciendo sus expectativas innatas.

Las imágenes, sonidos, olores, texturas y sabores proceden principalmente del cuerpo que lo protege. Cualquier cambio resulta grato, y las variaciones son esperadas, ya que en la experiencia del bebé siempre ha habido variedad. Como la condición básica de estar en contacto con el cuerpo de la madre ha sido satisfecha, el bebé está libre para ser estimulado y enriquecerse con todo lo que capta.

En el momento de nacer, el bebé experimenta los radicales cambios de pasar de un ambiente húmedo a otro seco, de un descenso de la temperatura, de oír unos sonidos que de pronto no están amortiguados, de una activación de su capacidad para respirar el oxígeno y de un cambio en la postura, ya que dejará de estar cabeza abajo para permanecer tumbado o con la cabeza más alta que el resto del cuerpo. Pero el bebé puede soportar éstas y todas las otras nuevas sensaciones que conlleva un nacimiento natural con una asombrosa serenidad.

Una cuestión evolutiva

Mientras duerme, el bebé es consciente de su estado de bienestar, al igual que un adulto que duerme con su pareja es consciente de su presencia o ausencia. La falta de un sentido del paso del tiempo no supone una desventaja para un bebé intrauterino o para un bebé que esté en contacto con el cuerpo de la madre, simplemente se sienten bien; pero para un bebé que no esté pegado al cuerpo de la madre, el hecho de no poder mitigar cualquier parte de su sufrimiento mediante la esperanza —que depende de un sentido del tiempo—es quizás el aspecto más cruel de su terrible experiencia. De ahí que su llanto no pueda contener ni siquiera un vestigio de esperanza, ya que actúa como una señal para encontrar alivio. El sentimiento adecuado para un bebé que está en contacto con el cuerpo de su madre es una sensación de bienestar o de esencial dicha. La única identidad positiva que puede conocer siendo el animal que es se basa en la premisa de que se encuentra bien y de que es valioso y bienvenido. Sin esta convicción, un ser humano de cualquier edad está mutilado por la falta de confianza, espontaneidad y armonía, por un incompleto sentido de sí mismo. Todos los bebés son valiosos, pero sólo pueden saberlo a través del reflejo, por el modo en que son tratados. Para un ser humano no hay ningún otro modo visible de sentirse a sí mismo, cualquier otra clase de sentimiento no sirve como base para el bienestar.


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