Revista Cultura y Ocio
"Man, yo te doy una guitarrita y vos solo, con tu voz y eso, haceme latir acá".
Luca Prodan.
Dios, si es que existe, bendiga a los Fleet Foxes.
Con una sola vez de play, su nuevo disco logra lo que el primero. Es decir, hipnotizar, introducir al oyente en un mundo inconsciente al que no se suele llegar, tocar las partes sensibles del oído. Emocionar, le dicen. Estos pibes logran con una facilidad pasmosa lo que pide Luca Prodan en su frase de más arriba, mediante una simpleza que en el fondo no es tal: por empezar son voces maravillosas y difíciles de conseguir -en especial en el mercado rockero-; por seguir, me parece que han logrado una síntesis de su estilo, una densidad, que es muy poco frecuente en la música actual (quizá esté siendo demasiado abarcativo). No me refiero a encontrar imitadores de lo que Fleet Foxes hace, sino a localizar un grupo que tenga tal consciencia y tal capacidad para, con tan sólo dos discos, marcar su propio territorio de manera categórica y eficaz.
Deseo que mantengan la inspiración por mucho tiempo: hace rato que una banda de rock -por ponerle un nombre a lo que hacen, o bien englobarlos dentro de una escena, maldito fetiche que nos han incrustado a la fuerza el de meter los productos en la bolsa del supermercado- no saca dos discos seguidos de tal magnitud. Magnitud, digo: Helplessness blues hace eso, te magnetiza, te atrapa y no te suelta más, es un disco natural en el sentido más puro de la palabra. Todo fluye, como agua cayendo de una cascada.
No hay tanto que explicar al respecto. Si suena, suena, sino no.
Canciones paganas para la multitud. Y nosotros decimos Amén.
* Guiño al fanático simpsoniano. Lamento si no miran Los Simpson. Y si no pueden leer esta letra, jódanse.