La migración de los cubanos tiene demasiados componentes: El primero es el que compartimos con los demás países, que la gente que no ve oportunidades o que es muy capaz busca las oportunidades del llamado país número uno del mundo.
Pero aparte hay gente que sale porque es acosada políticamente, aunque no sepa decirlo bien, que se va porque no aguanta la vigilancia y las limitaciones de un sistema en donde casi todo está prohibido.
Se van porque se dan cuenta que están siendo explotados en su trabajo, y mal pagados y buscan mejorar, lo que es lógico y humano; se van porque no ven el problema de Cuba como algo temporal, sino como algo que se ha eternizado; se van porque están cansados de vivir con limitaciones y escasez; se van porque tienen familia fuera y el cubano tiene un alto valor del concepto familia y quieren estar juntos; se van porque consideran que sufrir los riesgos de emigrar, sea cual sea la via que escojan, se compensa con el éxito de lograrlo.
Se van, porque al gobierno de Cuba no le importa que sus hijos estén dispuestos a dejar atrás sus nostalgias, olores y sabores para forjarse una nueva vida porque para ese gobierno, las personas no cuentan.
Pero todos esos componentes se resumen en un gobierno que ha fallado sistemáticamente en crear un país donde exista libertad, donde se pueda emprender, donde se pueda crear, donde se generen oportunidades y se puedan aprovechar, donde se pueda ser feliz, donde se pueda ser integralmente hombre e integralmente cubano.
Un país donde el éxito no sea mal visto y sea apreciado. Donde la educación tenga un valor. Donde no haya castrismo ni marxismo, sino una democracia pluripartidista con igualdad de oportunidades para todos en todos los sentidos.
Por Jorge Ros