Hace varios años escuché hablar por primera vez sobre la apostasía. Qué era y qué significaba. Para un ateo (y militante) como yo, realizar la apostasía era lo más lógico y coherente. Era plasmar en acto lo que sostenía con el pensamiento. Incluso desde este mismo blog promoví y apoyé la campaña de apostasía masiva que se realizó en el país.
Pero existió un motivo concreto por el que no la realicé. Pensando en un futuro, si me fuera a casar, y mi pareja quisiera hacerlo por iglesia, el haber apostatado iba a ser un problema. Fue por eso que no realicé la apostasía en su momento.
Por qué me caso por iglesia
Casamiento
Antes que nada estoy escribiendo este post para dar a conocer, a quienes me leen habitualmente, el motivo de esta decisión. No le debo explicaciones a nadie, pero sí considero oportuno aclarar los motivos de lo que a primera vista puede parecer un acto hipócrita.
La persona con la cual elegí vivir de acá en adelante es un ser maravilloso. Siempre soñó con la ceremonia en una iglesia. Más que nada con el rito en sí y no con el significado religioso del mismo. Casarse de blanco, el padre entregando a su hija a su futuro esposo, los familiares reunidos, la música, las flores, y todo lo demás.
Si al casarme por iglesia hago más feliz a mi mujer, no tengo ningún problema en hacerlo, y de hecho lo hago sin dudarlo.
Ella tiene claro que no creo en dios, que la parte religiosa de la ceremonia no significa nada para mi, pero el gran valor que tiene para ella este acto es justamente que lo hago pura y exclusivamente por amor a ella.
Evidentemente, es posible disfrutar de las tradiciones de una religión -las ceremonias, los lazos con el pasado- sin creer en Dios.
-Robert Sawyer
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