Sé que tal vez a muchas personas, no les gusta comer este tipo de alimento en puestos informales, por así llamarlos. Pero les cuento que de paseo por Buenos Aires, Argentina, vi este puesto donde vendían unos emparedados y se veían deliciosos, aparte del olor que despedían, invitaban a saltarse cualquier dieta. Enseguida me encamine al puesto y de pronto siento que algo me frena de manera brusca, era mi esposa, con una mirada de desaprobación y una frase contundente ¨Tu no vas a comer eso, apenas hemos comido en el hotel, no creo que tengas hambre¨. Yo, trate de ponerme firme y respondí ¨Si voy a comer, se ven ricos¨, pero no pude, ella adopto una postura maternal y me dijo ¨Esta bien, pero ahora no, te lo comes más tarde¨ y yo como buen esposo accedí a hacerle caso.
Bueno mis queridos amigos, paso el día y se me olvido, luego pasaron más días y de paseo por uno y otro sitio al final nos vinimos de regreso a nuestro país y no pude disfrutar de esa comida que se vie tan rica. Esta es mi triste historia de por qué no me lo comí. No quiero pensar que la culpa fue de mi esposa, pero algunas veces la veo y pienso que la próxima vez no voy hacerle caso.
¿Qué opinan ustedes?