Porque somos chismosos: Dicen un refrán: el chisme entretiene. Pero ¿Te has puesto a pensar en lo dañino que pueden ser?
Los chismes se definen como: la invención, murmuración y propagación, de informaciones, que a veces suelen ser mentiras y tiene como fin, dañar o entretenerse en un grupo de amigos.
Según diversos estudios, en las reuniones de entre amigos, se puede definir la clase social de las personas en base a los temas a los que hablan.
Dichos estudios, establecieron que en los grupos donde se suele hablar más de la vida de los otros, son grupos de menor categoría social y psicológica. Aunque este estudio estableció, que quienes inventan historias, son más propensos a la creatividad y también a desarrollar algunas enfermedades mentales tales como: demencia, déficit de personalidad, entre otras.
El chismoso recurre a artimañas y comentarios infundados, lo que en casos extremos es considerado por Psiquiatría y Psicología como uno de los síntomas de neurosis (padecimiento mental caracterizado por ansiedad y tensión nerviosa exagerado) y esquizofrenia (trastorno mental caracterizado por alucinaciones, aislamiento y huida del mundo externo).
Sin embargo, algunos investigadores han establecido que hay dos tipos de chismes: Los que son sanos, que es donde se habla de la realidad de la vida de los demás, y los insanos, que son en los que se genera falsas información, con el fin de perjudicar a alguien más.
Otros estudios, han definido que los chismes se generan por diversas razones:
Por naturaleza: Kate Fox, antropóloga social en el Social Issues Research Centre de Oxford afirma que es una necesidad primitiva básica para nuestro bienestar mental, social y físico. Nuestra naturaleza es chismosa
Por Placer: Chismorrear estimula la secreción de endorfinas, hormonas relacionadas con el bienestar y el alivio del dolor.
Por supervivencia: Andrew Monk, psicólogo de la U. de York en Inglaterra, afirma que nuestro cerebro es curioso y está preparado para descifrar los secretos que pueden ayudarnos a sobrevivir. Identifica a quien actúa mal. Esto concuerda con los resultados del estudio de Eric Anderson publicado en Science sobre el impacto visual del cotilleo. Si oímos cosas negativas de alguien inconscientemente prestamos más atención a su cara y esto nos permitirá mantenernos a distancia de esa persona o evitar sus malos actos.
Si eres víctima de un chisme o va a serlo un amigo, usa el dicho de Sócrates:
¿Es cierto?
¿Es positivo?
¿Sirve para algo?
Ahora, ¿Quién es más chismoso? ¿El hombre o la mujer?
Aunque creas que no, los hombres son más chismosos que las mujeres. Las mujeres, en la mayoría de los casos, ponen en duda lo que escuchan y muchas veces también, sienten lastima por las cosas que se dicen de las personas, por lo que evitan juzgar o propagar ciertas informaciones.
Ellos son más intrigados, más imprudentes y razonan menos y por eso se convierten en cómplices. Ellos se hacen confesiones fuertes y se sienten comprometidos a profesarse lealtad. Las complicidades de los hombres son para emborracharse, para conquistar mujeres, para tranzar, para taparse infidelidades. En cambio, las mujeres no somos cómplices porque, o nos exhortamos para no hacer algo mal.
Finalmente, sea la razón cual sea, no debemos inventar historias falsas, mucho menos, juzgar a otras personas. Como mente sana, debemos hacer auto-reflexión.
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